lunes, diciembre 31, 2007

Sin titulo

Desde tierras calentanas. F e l i z . por qué no?

sábado, diciembre 22, 2007

Waiting

I was waiting for the miracle... L.C.

Pendón

miércoles, diciembre 12, 2007

Ruiditos

Irrumpen en pleno día, en medio de las actividades cotidianas. Con ellos el espacio adquiere otro nombre. Parecen adherirse a los lugares y buscan, impelidos, la integración con las cosas. Salgo al empleo y están por todos lados, a veces quisiera no escucharlos y me llevo las manos a los oídos, anulando, aunque sea por segundos, el sentido auditivo. Y yo me acuerdo de tu voz silenciosa que llena toda la escena, que veo en cámara lenta, de la calle: el tráfico de flores, la fila de señoritas y jovencitos con el uniforme bicolor, las nuevas versiones del periódico, las lucecitas navideñas más bien tristes de la mañana. Todavía resuenan, como ecos, los cohetes que lanzaron anónimos en la sombra. Anoche pensé que cuando el alba ocupara toda la atmósfera del pueblo ya no estarían aquí. Sin embargo, otra vez despertaron en mí. Empezaron llenando el balcón, expandiéndose en su superficie llana y lánguida, modificada a veces sólo por las flores color índigo que se desprenden de la buganvilia, parecida escena, a las de la nueva loza de mi madre. Irrumpieron bruscamente en este espacio que llamo casa; escabulléndose por la ventana, como vulgar ladrón, con su ruido luminoso, repleto de artefactos, de hierros trompicándose unos con otros, de silbatos: de los pitidos matutinos que se enredan en el nervio y agudizan la estancia.

jueves, diciembre 06, 2007

Con el anhelo dirigido hacia ti...

yo estaba sólo, en un rincón del café
cuando de pronto oí unas alas batir,
como si un peso comenzara a ceder,

Tal vez fue algo de la puesta de sol,
o algún efecto secundario del té,
pero lo cierto es que la pena voló
y no importó ya ni siquiera porqué,

Algunas veces, mejor no preguntar,
por una vez que algo sale bien,
si todo empieza y todo tiene un final,
hay que pensar que la tristeza también.


notas de pie de página:
1) letras: JD.
2) estado más o menos.

martes, diciembre 04, 2007

Después del punto

Me imagino que entonces se paraba, contento, ya sin el café amargacho; además pleno. Se levantaba, veía por la ventana que hacía calor, que el día marchaba y las líneas se iban apilando en el texto como la suerte iniciática del media cuchara cuando éste hace su primera barda, o muro, o pretil para sustentar las tinajas. Entonces pensaba en lo último que escribió: como los personajes de Goya, los que gritan de terror, de cólera y de esperanza; hasta que de nuevo, sin que lo esperara, empezaban las ideas, interminables incesantes a prolongar su discurso, a devolver la palabra a los que nunca la han tenido, a los que no la han gravado en inscripciones, ni dejado en tablillas y manuscritos.

miércoles, noviembre 28, 2007

De sueños

Ella soñó conmigo, y yo lo supe porque me lo contó. Estaba segura de que caminó conmigo, de que sufrió conmigo, de que la suerte nos acompañó. Estaba con su esencia. Ella.
Elegía

sábado, noviembre 17, 2007

De ti

Antes de ir a la cama quiero ver eso que me leías. Y sin querer lo he encontrado, pero no aparecieron los colores que se acoplaban a tus ojos. Me leías, con ese leer nervioso que tú tienes, mas bien tímido gentil claro:

“Para algunos —¿qué no serán acaso aquellos afectados por el gen del pesimismo?— en este siglo XXI ya no hay nada más por descubrir porque aparentemente ya lo hemos hecho todo: hemos mapeado y remapeado al mundo, contado ríos y estrellas, censado animales y plantas, catalogado —o descatalogado— planetas, desplegado al hombre que somos hasta en lo más íntimo de sus estructuras y componentes… una tarea titánica empeñada en los siglos de los siglos sin pensar quizá que aquel mundo, en el palpitar infinito de la diversidad de sus componentes y criaturas, podía zafarse, desplazarse, interpelando tranquilamente nuestras grises letanías de nombres y definiciones, inventándose y reinventándose continuamente desde lo más secreto de los imaginarios rizomáticos”.
“Pero ¡cuidado! ¡Que quede claro que el artista no es Dios, ningún Dios!, porque Dios crea y el artista inventa. La invención prolonga la creación agregando a lo creado algo más misterioso, como una especie de futuro que ya se viene incluyendo a toda prisa al presente, lo fagocita, lo nutre y lo enriquece, reencantando a su paso un mundo azotado y entristecido por la razón. Me pregunto: ¿cuántos imaginarios de pueblos olvidados nos falta todavía por inventar? ¿A cuántos artistas tendremos tiempo todavía de convocar para que nos sigan enseñando a soñar despiertos? ¿Acaso se agotarán algún día las resonancias de las tierras de utopía?”
“...Estamos ya en los tiempos del paseo de la sirena. O de la conversación de las novias de la luna. En la visión de algún tipo de real infinitamente más revelador que todas las antiguas mimesis juntas, fecundado por la sorpresa del descubrimiento y del asombro frente a los cuerpos obstinados de aquel nuevo pueblo de utopía, abierto a la lenta pasión de un horizonte existencial todavía por definir. Cuando el artista se levanta, un pedacito del mundo se levanta con él, con su nuevo y reluciente traje de metamorfosis adscrito a otra circunstancia de génesis, sin ningún pasado inmediato por aquella región del mundo pero con muchos futuros por disponer en tiempos de nueva cartografía”.

texto de: Laurence Le Bouhellec

Travesuras

miércoles, noviembre 07, 2007

La ausencia de tu presencia

Mujer Sofá


Llevamos los días bien largos, colgados en “conferencias”. Cuando le gusta algo se toca el cuello. Escucho a Rufus Wainwright:

“Words are flying out like
endless rain into a paper cup…”

y ellas usan cortaúñas bonitos. La gente sigue hablando del marco jurídico, de política, y está allí el texto de Touraine

—la “ai” suena como “e”—me dices, y me hace cosquilla tu acento...

que me dijeron que leyera y no quiero hacerlo. Me saco el confeti de las bolsas de la camisa. Me hace ilusión salir de esas “pláticas” y entonces caminar los dos kilómetros a la casa solo. Y tomarme ese café que me recibe calentito antes de irme a la cama; o imprimir un dwg ‘bastante pesado’, y entonces pienso que si estiro la spinline se dibuja tu sonrisa, y puedo acercarme a ti, sin ningún tipo de ofset, sólo, llenando el espacio con música, ahora, de CocoRosie (By your side).

imagen de Antonio Saura, mujer sofá.

sábado, octubre 27, 2007

Eres 'vos'...

Esta luna de octubre, que predijiste, opaca la luz del farolito enfrente de la casa. La buganvilla es una estatua de aquellos pasos. Recuerdos entrecruzados esta madrugada-noche. Cansino me recordó los abrazos de Zambrano con Zampuico, y yo encontré éste, que rescato del tedioso jueves.


Zampuico


No tengo sueño, todavía me faltan detalles técnicos en los planos. En los vanos intangibles que dibujo, se asoma el abismo negro de la pantalla que me hace recordar tu imagen; en los ejes, con su orden alfabético, con su colorcito verde, repaso una cronología de vidas que ya no están. Los quince centímetros con los que choco siempre se multiplican en el plano arquitectónico. Pero hay una estrella en la noche que me da lo más dulce, es ese tono afrancesado que tú llevas, es ese cómo.

miércoles, octubre 24, 2007

Ausente

El terror no está en la noche dulce que cae
y cubre de nieve lunar cada desnuda frontera
y une manos de sombra y en sombra deja lágrimas.
La vida es, ésa, la que se cura sola.
El verdadero terror se arrastra por dentro, donde
aunque el fango vuelva a cerrarse sobre sí mismo,
sigue llamando la voz desnuda.

Richard Blackmur

Sale sin diálogos, pensando en alejarse de este universo antropocéntrico. Cuenta las hormigas que se toman el agua de su vaso, el de color cremita que su hija le regaló. Va a la mesita, se sienta y mira las cosas que el hábito ha desgastado y cubierto de sedimentos. Encuentra relaciones inéditas, misteriosas. ¡Es mágico!—decía Germán—. Cuando escribe carga la tinta, se vuelve aproximativo, impreciso, lo hace adrede a propósito, otorgándose tajadas de vida. Su soledad es un término nuevo—¿cómo decirlo? ¿cómo explicarlo?—. Afuera, las luces del puerto mascullan invitaciones a ser voyerista. Afuera, de sus libros, los insectos gimen en la noche. Afuera, del campo visual de su visión, se prolonga su corazón hasta acá.

Retículas

El espacio ultraterrestre

Límite entre el espacio aéreo y el espacio ultraterrestre

1. El límite entre el espacio aéreo y el ultraterrestre sería aquel en el cual ya no existe atmósfera desde el punto de vista científico. La dificultad práctica que existe con esta teoría es la imposibilidad de precisar las fronteras de la atmósfera, ya que ésta no es uniforme, sino que comprende diversas capas.
2. Otra corriente sostiene que la soberanía estatal se extiende hasta aquella altura en la que es posible la ascensión y el vuelo de una aeronave en la atmósfera. La dificultad que ofrece este criterio es que el creciente progreso tecnológico en materia aeronáutica eleva constantemente la altura máxima en la que es posible volar. Otro problema, además, es el uso de ciertos tipos de máquinas híbridas que pueden volar como aeronaves mientras exista reacción aerodinámica, pero también pueden, con un sistema distinto de control, ser operadas como naves espaciales en ausencia de reacción aerodinámica.
3. También se sostiene que el límite entre el espacio aéreo y el ultraterrestre está constituido por el límite de campo gravitatorio de la Tierra, es decir, donde se desvanece la atracción terrestre y comienza a predominar la de otros cuerpos celestes. Este punto de vista ha sido criticado debido a que se extendería desmesuradamente la soberanía estatal, ya que se estima que la atracción terrestre alcanza hasta una altura de 260 000 kilómetros, en donde recién se produce el equilibrio con la atracción solar.
4. Para obviar estas imprecisiones y divergencias se ha postulado como límite máximo de soberanía y comienzo del espacio ultraterrestre una altura fija de 90 a 100 kilómetros. Este punto de vista tiene la ventaja de fijar con certeza un límite aplicable a todos los países y permite determinar con suma facilidad si un objeto dado se encuentra en el espacio ultraterrestre o bajo soberanía estatal.

En ausencia de un límite preciso, la opinión mayoritaria considera que el espacio ultraterrestre comienza por lo menos a partir de la altura más baja en la cual un satélite artificial haya sido colocado en órbita alrededor de la Tierra.

Tomado de: Ortíz Ahlf Loretta, Derecho Internacional Público

lunes, octubre 22, 2007

Cíclico

Días, horas. Amanecemos con una porción de tristeza, repartida en la noche estrecha y fría. Manos sin hablar. Ya no dicen lo que es recurrente, lo que nos pasa y sobresalta. El cuerpo se tomó su ración de infierno, ahora lo resiente. Presentimos en el amanecer de las cosas, las mentiras y las palabras que usan máscara. Inclinamos nuestros cuellos, desdoblando a fuerza de existir un alfabeto lleno de sonrisas. Cerramos los ojos, dormimos por los momentos en que extrañamos más. Intangibles, agotados, dubitativos, encerrados en nuestra carne marrón. Queremos respirar, que no nos detenga esa franja infinita de costa donde se hace imposible tocar el suelo húmedo, la arena tibia que enmarcó tus huellas. Nos vamos borrando lentamente, las fuerzas de no existir-nos son centrípetas. Las horas nos espinan. Dormir los anchos minutos, esconderse del tiempo para resistir. No, nada, no hay manuales ni libros que nos hagan gritar una loa a Tiempo. Debemos callar, mudarnos a las comparsas juveniles que nos degüellan la existencia, ser su carne de cañón y celebrar las tradiciones sabiendo que estas serán más peso para nuestra triste aflicción. Vivir, soñar, morir, y seguir estando con nosotros, hablándonos, respirándonos: haciendo del más simple acto cotidiano (coger el teléfono, meter la llave a la cerradura, peinarnos el pelo, cambiar la página del libro) el momento en que más nos reconocemos y, es entonces que dejamos caer esa lágrima, regando nuestras horas, días…

domingo, octubre 14, 2007

Cosas

Ahora el tiempo. Y sobre la mesa, las cosas: una tarjetita de la tercera edad, un “no me beses en los labios”, la portada de la película “El imperio contraataca”, un manual de técnicas de defensa, sets miniaturas para animalitos, el libro Architecture in Helsinki, una monísima estampa japonesa de estilo naíf, una ilustración de una mariposa en papiroflexia, manchas perfectamente elípticas de tazas de café, manchas solares en la pared, un collage de estelas mayas, una fotografía esplendorosa de Tin-Tan y Vitola, modestia aparte escrito en el borde de un periódico, fotos que recuerdan a las tapicerías de transportes públicos, un cromo de Mazinger Z, un flipbook muy bonito que me dan ganas de pasar el pulgar por sus páginas. Y sobre las aceras pasan los recuerdos de aquellos que veía en la tarde: un hombre llevando decenas de rehiletes, un trío de músicos con instrumentos diminutos...

viernes, octubre 12, 2007

Único

En la noche, en el camino, dixit Maribel: Pienso en Chilpancingo como un hibrido entre Cholula y Montevideo.


Losita
Imagenes de la obra "K", en Chilpancingo.

domingo, octubre 07, 2007

12:54 y 1/2

Comenzaré por escribir las palabras que recuerdo, las prolongaré en la pagina: las planizaré. Pronto se irá la pequeña noche que ensancha las horas en el pueblo, y llegaran las cosas vivas nuevamente a tropezarse conmigo. La cama me espera. Tu voz me alcanza las manos. Tus letras son como ríos en mí: fluyen, se calman, rompen... Distancia de cerros y de árboles nos acercan, los colores del sueño; nos besamos para despertar las estatuas: tú, de tu ciudad de templos y palacios; yo, de este pueblo repleto de capillas blancas y de santos. Quisiera acércame a vos y ser tu espacio

rodear el tiempo...

ensanchar tu sonrisa; deslizar mis dedos en cada vertebra como en un piano. Las palabras me persiguen, hundo las manos en los bolsillos y salen volando como serpentinas, se van y vuelven, me acuesto en ellas sobre la grama. En la distancia a veces me atormentan, ojalá no las supiera, casi ninguna, pero al menos me quedara.....................

12:57

martes, septiembre 11, 2007

Model

Fuimos a la función del circo cómico francés. El chico de tirantes te recordaba a un cantante inglés. Su cuerpo lánguido, el maquillaje de su cara, y los pómulos que sobresalían de su cráneo, te hacían sentir cosquillas. Trabajabas en esa tesis, hasta el otro lado de la ciudad, y en los croquis de muchas cartas no dejabas de mencionar el perímetro de calles sugerentes: Soledad, Jesús María, Corregidora, La Santísima. Te alegraba sólo nombrarlas, hasta escribiste una edénica historia sobre ellas, sobre el ombligo de la ciudad y el centro de tu cuerpo. No sabes cuanto sonreías, al lado de viejos camaradas vestidos de color ladrillo, que por las mañanas recogían los restos de bombón de azúcar que sobrevivieron al sereno y a las bocas de los amantes, y con esos niños llenos de lágrimas los ojos al ver el meandro de luces adornando la plaza.

—es terriblemente hermoso.

El centro, donde trabajábamos y nos juntábamos. Para ti era fácil hallarme: en las tiendas de artículos usados de República de Argentina; en el salón Fosforo, cinito donde un señor te pidió amablemente que te callaras y muy seria estuviste toda la película; en Alhóndiga, compartiendo el desayuno con un vagabundo; o metido en los claustros: hay un abanico bellísimo de ellos en ese lado del centro, te encantaba exMerced (escrito de esa manera para acordarnos de las clases teóricas de Vicente Flores, y reírnos barriga llena). Ya después, cuando tomaste aquel avión, yo volvía recurrente a ellos, y el velador me decía: ¿y la muchacha?

En cambio, yo tenía que llamarte, siempre en tu torrecita. Y el punto de encuentro era el asta. Pero esta vez tendrías que cruzar más de la mitad de la ciudad, hacer un esfuerzo de viaje, ver todas las figuritas del metro, y con señales precisas bajarte en esa que representaba un caduceo, donde había que transbordar, trascendender. Se llenaban de simbolismos tus ojos hasta llegar a ese piélago de la ciudad: negro el suéter, alegre el rostro, cubos trazados con tinta en las manos. Las que después estarían pegajosas por todas esas naranjas que nos dieron al entrar en ese circuito de fantasía, donde estaban los artistas de la risa. Y vimos por primera vez en mucho tiempo, un juego de tenis emocionante e increíble, más vistoso que la estética de las películas de Jeunet y Caro, después del espectáculo de almohadas y de zancos que para todos sería, sin equivocarme, inolvidable; y escuchamos el reír sonante de muchos niños, doble alegría para tu corazón. Pensé, por momentos, que regresábamos al principio de la ciudad, a cuando se carecía de luz eléctrica, y que estos cómicos representaban faroles en estos sitios menospreciados y duros de la ciudad, o como en arquitectura, plazas para reunir a un bando con el otro, me acordé entonces de las casas de vagabundos de Turquía y del teatro de locos; del proyecto con las prostitutas de calzada de Tlalpan de Mauricio, y me alegraba mucho y te lo decía. Y la noche empezó a deslizarse sobre nosotros con ese todavía de ecos, y los olores a jugo de naranja se caían al cielo de oriente.


Model

jueves, septiembre 06, 2007

These Days

Sus maletas tardarían otros once días en llegar.
-Oiga, Baumer ¿Podríamos sacarnos una foto con usted?
-Con mucho gusto.
Había pedido que su acompañante habitual, la de sus días de gira, lo encontrara en el muelle... vía el autobus Green Line.
-Hola.
Como siempre, ella llegó tarde.


miércoles, septiembre 05, 2007

En el día

Hice bolita el papel y con él se fueron las palabras. El cesto está vacío. La mujer—contrabandista de sílabas—se las llevó en una bolsa negra de plástico. Las palabras se asfixian, las palabras se ensucian, se adhieren a los restos de la basura dejada: a la forma irregular de una cáscara de naranja, a los bordes sucios que quedan en los vasitos de café desechados. Las palabras se aventuran se marchan. Y la ciudad lo resiente.

La lluvia se nos ha venido encima, su olor provoca efectos subliminales, aparece horas almacenadas en sillones de manufactura antigua; revuelven las zapatillas la hojarasca de las baldosas de recinto, encuentran el relieve de una letra, una palabra que es una llave. Los ojos nos duelen entonces, fatiga no verte. Sólo encontramos audibles los cantos de pájaros. El tiempo se marchita después. En las ventanas se asoman las sombras de magníficos monumentos. La piel se resquebraja. Descansamos en los cojines del cielo.

domingo, agosto 26, 2007

Sugimoto

La carretera parecía un diorama.

HS


viernes, agosto 24, 2007

Paroles

Llueve. Te pensamos, te escuchamos.

L'amour nomade

Est vagabond
Ce n'est qu'un dirigeable
Vers l'horizon
L'amour bohème
S'en fout au fond
De ces impondérables
Désillusions
Déçues

Des pactes scellés
Qu'on croyait rompus
Des idées qu'on croyait reçues
La lune est pâle
Et son reflet dans la mer opale
Brille au loin
On est bien
Brille au loin
On est bien

L'amour frivole
N'est pas frileux
Il vit dans un atoll
Béni des dieux
L'amour suprême
Est vaniteux
C'est une tarte à la crème
Un double jeu de dupe

Un acte manqué
Au coin d'une rue
Un regard qu'on aurait pas vu
La lune est pâle
Et son reflet dans la mer opale
Brille au loin
On est bien
Brille au loin
On est bien

Coralie Clément/La mer opale

martes, agosto 21, 2007

Hay algo...

La ciudad revisitada, ciudad de la resistencia, ciudad íntima. Hay algo... en tus pasos, cuando caminas. Parece poco el tiempo que ha pasado. La memoria, donde la ciudad pierde su nombre. Yo te respiro calles, yo te siento altivos muros, yo te veo imponente campanario, y te atravieso en tu noche, cuando el regalo es un opúsculo de agua; y van tus huellas marcándose en mi pavimento, en la esquina Profesa de mi cara. En cada rincón hay una risa, hay la visión que se fugaba, y los pasos que caminan son otros pasos que los pisan. Nunca te acabas ciudad inmóvil, y yo te palpo como aquella lluvia.

m.

miércoles, agosto 15, 2007

M.

Despierto místico, abro los ojos a tu nombre. Olfateo los carros que vienen, me apresuro a chistar. Alguien dice “el clima en Puebla de los ángeles”, y giro el cuello bruscamente como si estuviera buscándote. Pantalleo, me fugo por momentos, siento como se va desplegando de mí la pereza acumulada en las horas de sueño. Mis manos están frías, pero en mi pecho, un motorcito se pone en marcha. Las cosas están allí, presiento que me miran, es el momento en que más se está solo: cuando cogemos el peine, cuando escrupulosamente trazamos con la plancha las líneas de la camisa. Creo que sin nada de esto estoy completo de ti

—de vos.

Empieza a haber más ruido. Tránsitos continuos en las avenidas, muchachas de faldas violetas, voceadores mugiendo, jóvenes con zapatos recién boleados, indígenas metidos en un cotón limpio, bordado con conejos—como una foto del bestiario nuestro—de hilos azul y blancos. Parece que vienen de Ometepec; alguna vez estuve allí, de paso, escuchando la guitarra y el violín. Olores a flores por doquier, ya te he contado que los camiones llegan cargados de ellas por la noche, su estruendo, que interrumpe o exalta una conversación, hace temblar la buganvilla, y adivino que causa pánico en algún distraído transeúnte. A riesgo de todo pasamos, hasta a riesgo de olvidarme en una esquina, camino. La luz del día festeja nuestro reencuentro

—es que es tan larga la noche, a veces.

y vuelvo a proyectar mi sombra. Secretamente le hago cosquillas a las banquetas. Miro a los lados, al cielo. Miro dentro de mí y te encuentro grabada. Sólo pocos, cuando voy en el coche, pueden ver que yo te llevo, porque, cómo explicarlo, saben mi sonrisa.

miércoles, agosto 01, 2007

Primero

de agosto, es un momento muy importante, definitivo.

La sangre gitana que llevo dentro, se mezcla en cóctel de dulce sabor; es agosto, así cantan los Héroes, letras preparatorianas. Mes del cumpleaños de mamá, mes de Agustino—mi gato desmedrado—mes de los infinitos agostios que leímos en Aira. El señor trae un sombrero escarlata. La muchacha oaxaqueña regala imperdibles. El pájaro canta, Tété también. ¿No quiere otra cosita? A ese joven le falta un tornillo pero come chocolate y juega ahorcado: _o_e. El sonido de un aerobús se clava en el cielo, y me imagino un pastel con forma de estípite. Los árboles son tarandos

—“El tarando es un animal grande como un joven toro, de cabeza como de ciervo, aunque algo mayor, adornada con astas largas y ricamente ramificadas, pata hendida, pelo largo como de oso grande, cuero algo menos duro que una coraza. Pocos se han visto en Escitia, pues muda de color según la variedad de sitios en que pace y mora, con lo que viene a representar el color de hierbas, árboles, arbustos, flores, lugares, pastos, peñas y, en general, de todo cuanto le es vecino; esta propiedad le es común con el pulpo marino, que es el pólipo, con los toes, con el licaón de la India y con el camaleón, que es como un lagarto tan admirable que sobre su figura, anatomía, virtudes y propiedad mágica escribió Demócrito un libro entero. Así lo vi yo mudar de color, no sólo por su vecindad con cosas coloreadas, sino por sí mismo, por efecto del miedo y otros sentimientos que tenía; como sobre una alfombra verde lo vi verdear, y, al poco tiempo, volverse amarillo, azul, pardo y violado, como vemos la cresta del dallo de Indias, que muda de color según sus pasiones. Lo que más admirable nos pareció en el tarando fue que no sólo su rostro y piel sino todo su pelo tomaba el color de las cosas a él vecinas.”

la fuente luce húmeda, la tierra blanda espera la lluvia de este mes, de agosto. Todo idéntico, mas hay palabras (Hagosto), hay secciones, hay ritmos. El tiempo como la escalera por la que asciende infinitamente el A Bao A Qu, el tiempo partidito para que sea más fácil digerirlo, con trocitos de treinta y un días y visitas al dermatólogo. Me siento con el cuello torcido, así no me sorprendes vida. Y pensar que ayer estaba la palabra julio (del lat. lulius). A veces no entiendo, ¿por qué tantos cuartos? Qué es esta función de ballet, esta muestra circense de payasos sin maquillaje, podría perderme, ya estoy perdido.

N. inventó un calendario para sí, unas horas para sí: dibujó ventanas de tiza allí donde unos hombres habían tapiado los muros. En fin, siento esta palabra en la cabeza: agosto.

martes, julio 31, 2007

De bitácora

Y henos aquí, de nuevo solos, pero la soledad es muy peor que la de la vez anterior, el espacio no canta de soledad, el espacio no canta sea lo que sea, el espacio llueve, neva, viento—pero eso nada nos dice. Estamos solos de una manera tímida, anestésica, y pues sea como sea no hay salvación (admitiendo que escapar a la soledad sea que nos salvemos), pero no es de admirar que anhelemos el gran espacio con su música, diabólica pero sublime, con su aislamiento. Implacable, pero higiénico, con su ausencia total de vida, a buen seguro, pero al mismo tiempo con una ausencia igualmente absoluta de toda la obligación de buscar contactos, de toda la necesidad de sonreír cuando queremos llorar, de acariciar cuando queremos arañar, de buscar amigos cuando acabamos justamente de descubrir que el mundo está lleno de enemigos. Aspiramos a los instantes de completo abandono, a los instantes de soledad brutal y sublime con toda la intensidad de su esperanza y todo el ardor de sus ojos, dividimos un secreto peligroso, fuimos iniciados en el modo del empleo de un veneno terrible llamado soledad y, como morfinómanos, dividimos de ahora en adelante la vida en dos periodos: la embriaguez y la recuperación...

martes, julio 24, 2007

Chalina

Je t'aime tu m'aimes on s'aimera
Jusqu'à la fin du monde
Puisque la terre est ronde
Mon amour t'en fais pas

contigoacá

La noche, venga esta noche, la de anoche, la antenoche. Y me rodea este color—tú color—que es un aroma, de piedra, de agua cincelando el pavimento que pisamos; y la multitud de hilitos de colores atravesándonos; del frío que llega y adivina en mi cuello tu sabor. Nuestra sonrisa se columpia en las sombras que dejaron Max y Valentina, en la sonrisa del niño-recepcionista, en los ojos de aquel sediento; y es muy dulce en el caramelo que moldeaban las lenguas de los nenes: tus regalos.

miércoles, julio 04, 2007

Cuadro

Querida, hace un tiempo de canela, hay árboles de hojas rosadas. Los días pasan muy francos: el otro día estaba en el Matutino, ese que me gustaba por tener el cuadro que pintó Leonora Carrington antes del terremoto, y tristemente fue desplazado por un paysage de Bertrix, lo sufrí mucho y mi tristeza empezó a doblarse porque no estabas tú para hablarte y decirte estas cosas. Era mi sitio en suspenso, y sentí aversión por él.

—qué exagerado...

Y el dueño, un francés melancólico, me contó que lo envió de regalo a la patria. No se enoje—me decía—hay cosas de este país que son el reflejo de mi vida, y ellas abisman menos mi ausencia en Europa.. ¡tiempos aquellos! Me acordé de Cela, y sí, este señor tenía cierto aire de Camilo José: y puse ese paysage—qué bonito se oían sus palabras—así, como usted lo ve, grande como una ventana, para poder darse, cuando uno lo desee, clavados a los recuerdos. Y se quedaba quietecito como una paloma mirando su Bertrix que para mí era como un Altamirano, un paisaje de Tierra Caliente, una forma de tus ojos, ¡antiguas miradas! Desde aquí empieza a llover, veo la lluvia transformándolo todo: la gente con celeridad agujera las fachadas, los paraguas giran como pirinolas, los anuncios lloran y por los bordes de los toldos se derraman pensamientos y flores que contrastan este ver llover, así, única prueba de que el mundo está conmigo, previniéndome de ir ágil por el pavimento, procurándome quieto para verlo mejor, el mundo me enmudece de belleza con su vestido de agua fría. Y en esta soledad tú me estallas en la mente, como castillito de feria. Quisiera no asustarme de pisar el suelo tapizado de agua, que no hubiera vacíos entre mis pasos y tener la posibilidad de disfrutar el placer de andar sobre la lluvia, pero me reservo y mejor lo veo: a mi alrededor las personas ríen o están calladas, y beben poquito a poco su discursito de té y café. Los ojos azules del dueño también se ríen, y la señorita se acerca con ojos de hada madrina, con perdón de usted—me habla—desea algo más, y yo le contesto con un pues como de hombros. Y estoy solo, sí, tu lugar siempre está reservado, junto a mí: esa silla, donde me acuerdo de que no estás, está a mi lado como un objeto precioso esperando por algo que suceda. Si pudiera, como un escultura de Scrabble, hacer una silueta de palabras y de cartas... aún así, me temo que sólo estaría llena de palabras que nos gustaban y aunque tuviera tu forma, tu manera de agarrar la pluma, sólo serían como ese paysage de Bertrix, ¡ah! tanto que ha pasado y el pasado se acomoda en las palabras. Escribiendo hace un momento lo que no existe más: subterfugios. Una rápida impresión que se vela pronto y llueve más intenso, las nubes chocan como los amantes, y Paz dice: el mundo nace cuando dos se besan, repito a Octavio desde mis entrañas, y te nombro querida ausente, reflejo de mi tiempo solo, y sé que seguirá cayendo esta lluvia que se convierte en reja y sólo puedo verte así, a ti, de esta manera.

domingo, julio 01, 2007

miércoles, junio 27, 2007

(Bis)

1

Paso las horas calurosas silbando tu nombre, como si lo llamara distante, Pan, dios de los bosques—tu nombre—; de las montañas devastadas por los incesantes rayos de sol, de color rubio como cucharita para revolver caaminí, y lo bebo y lo sigo llamando, y el silbido pasea invisible por las estrechas vías de la ciudad, dormita en la sombra del campanario de la Asunción. Visible en las vitrinas se asoma y quien lo ve endulza sus ojos: miel, trocito de cajeta, pinolito, cachito de baqueta. Reencontrarme con él quiero, en la página, en la sílaba que sale de mi boca; y silbo, todavía, con fuerza de ala de grulla, por pasadizos y avenidas esta alegría.

2 (bis)

Paso las horas calurosas silbando tu nombre, como si lo llamara distante, Pan, dios de los bosques—tu nombre—; de las montañas devastadas por los inclementes rayos de sol, de color rubio como la cucharita para revolver caaminí en casa de don Estuardo (ese escritor morriñoso, que llora su ostracismo), y yo lo bebo sin pudor, lo llamo; y mi silbido pasea invisible al lado de los peatones, hasta llegar a la plaza: dormita en la sombra del campanario de la Asunción. Es visible en las vitrinas de los comercios de calle Zapata y quienes lo ven endulzan sus ojos: de miel, de cajeta, de pinole, de baqueta. Reencontrarme con él quiero, en la página, en la sílaba que sale de mi boca; y lo silbo, mucho, con alegría, como si estuviera cantando.

viernes, junio 22, 2007

Pátina de noche

Somos como el espejo, podemos vernos, intuirnos, adivinarnos, sospecharnos, sin embargo cuando te toco sólo siento la palabra que escribieron mis manos para ti. Extender el brazo no puedo hay milímetros de espesor que me detienen, tan poco y distante. Veo mi rostro en este espejo buscando tu rostro, que llevo como un tesoro en el desorden de mi otra memoria: la USB. Cuando el fuelle de las horas se estira mucho presiento que el día está a punto de reventar, y de esa revolución aparece tu constelación de letras, y yo me siento contento aquí, extrañándote a veces azul y muchas nublado, queriendo, a lo Albert Camus, que caiga bruscamente la tarde, y que se espese la noche y que por esa ventana abierta entre el aroma de tu presencia y de las flores. Y sentir después este derramarse agradable de la noche sobre mi cuerpo moreno, escuchar sus ruidos que suben desde todos los pisos de la casa, cargarme de presagios y de estrellas, dejar que se deslice el sueño en mí con tu nombre en mis labios.

jueves, junio 14, 2007

El recuerdo complementario

El recuerdo complementario ¿Qué es? En Amenema un grupo de filósofos y pscoanálistas ha tratado este tema con mucha emoción pero sin llegar a acuerdos que logren hacerles caer al pez. Los argumentos más ambiciosos sugieren que es una reacción al olvido, un alegato a la fantasía, un dejarse vivir (cursivas de la revista Dipnoo). Ninguna responde a la pregunta. En Zitutiz, lugar que reunió por primera y extraordinaria ocasión a los peces gordos del pensamiento, se decidió finalizar este capítulo infructuoso porque “ha sido un caudal de sospechas y temores”, “pérdida de presupuesto y un constante buscarle peras al olmo” (Le Motive, 1982). Sin embargo, definir el enunciado podría, de alguna manera, “hacer trastabillar las fibras más cercanas al corazón y a la memoria” (Sánchez, 1919). Se planteó el caso del pez enemigo, animal falaz y lúgubre, habitante no de océanos sino de globos de cristal dispuestos en repisas o mesas, que siempre está siendo nuestro ‘enemigo’ pero no recuerda que lo fue con anterioridad. Es difícil—dice Jhons—precisar que un ente olvidadizo sea más feliz que alguien que no olvida, es un disparate, pero parece que hay una posibilidad. El pez enemigo, solo en su cilindro irónico, mostrando que después del límite hay más pero nunca podrá llegar, como una emulación de los deseos humanos. A veces juntan su forma ahusada al vidrio hasta tocarla con la punta de su boca, pero lo olvidan casi al momento, y siempre es un estar haciéndolo de nuevo, muy a lo Sísifo. Pero la verdad es que no creemos que el pez enemigo sea un Funes desmemorioso, es en suma un engaño, una treta ágil de ese vertebrado acuático. Su soledad es un espejo de la vida humana, su imposibilidad de atravesar el espesor del cristal, es lo que nosotros llamamos esperanza, y estamos allí sumergidos en un azar de ondas: su movimiento es nuestro desgaste. Su mecanismo actúa como un péndulo en nuestra vida. Pero yo me río de los peces de colores—agrega sárdonico—el pez enemigo al encontrarse con nosotros nos reconoce siempre nuevos, nos infinita, nos perpetúa como una tortura. El mundo es sostenido por un pez: Bahamut. Las últimas teorías acumulan más páginas al misterio de ese animal, se dice que su relación con la vida tiene probablemente un pasado adánico. Un pez siempre cree que eres tú, un pez cuando empieza a quedarse sin agua llora y nada en su dolor, revive. Historias como estas se encuentran en el catálogo de Consultants, fechado a principios del siglo XIX: Al querer dibujar al pez este desaparecía, escondiéndose en una de las combas de la pecera, y cual fue mi sorpresa que al ver mi boceto estaba mi figura, mi cabeza, mis manos estaban recubiertas de escamas… El terror se apoderó de mí cuando mi padre trajo la pecera. Y yo lo vi y él me miraba condescendiente, yo estaba encerrado en el círculo de sus ojos… El pez enemigo, discrepa Jhons, es una felonía, mantenerlo en su cilindro transparente es decirnos a nosotros que todo estará mejor, es querer perpetuar la vida, es creernos que atrapamos a la mano que nos va a juzgar; aunque estas últimas palabras suenen a las que salen de las bocas de los que predican el juicio final, hay que creerlas—dice Jhons, compungido—al pez enemigo hay que tenerlo cerca, muy cerca, como dice el dicho, porque está a punto de desatar su secreta rabia.

miércoles, junio 13, 2007

Cien Años

Pasaste a mi lado, con gran indiferencia
Tus ojos ni siquiera, voltearon hacia mi
Te vi sin que me vieras, te hable sin que me oyeras...
y si vivo cien años, cien años pienso en ti.

Había un organillero. Hacía tiempo que no lo escuchaba. Un aficionado—el hombre—, sin su gorra beige, ni su camisola; con regularidad movía la manivela y del aparato salía “cien años”, exquisito tiempo—imaginé—alegres recuerdos. Tal vez era un viajero que con su antigua caja andaba repartiendo nostalgia, qué más. El sonido del organillo rasgaba la piel, podía transportarme a la ciudad de México, a donde quisiera, pero estaba aquí, había que disfrutarlo. Ahora las palabras no surgen claras como esos boleros de los tiempos idos, son imprecisas. Cuando escribo así estoy abstraído, recordando, estático, con la visión retraída, con la mente plegada. En algún lugar debía de tener un lápiz—ayer—cuando estaban frescas las cosas y la música del cilindro era como una esencia que iba subiendo por la portada de la Asunción, estaba cargado de palabras, pero no tenía un lápiz, nadie tenía un lápiz entre toda esa gente, no había algo con que escribir. Me sentí como Benjamín Sachs en Leviatan, cuando le pidió un autógrafo a Willie Mays, jugador de los New York Giants, y como ninguno tuvo alguno el gran Willie Mays se quedó ahí mirando en silencio... volteó y encogió los hombros... y entonces se fue caminando, fuera del campo, hacia la noche. Así se me escapó de las manos “cien años”, de vuelta me aferré a las luminarias opacas, ya sin gente, que me guían a casa, contento, le puse un cerrojo a mi recuerdo y dejé que el tiempo y los sueños se desplegaran al dormir.

jueves, junio 07, 2007

A su falta, palabras.

Ayer caminaba con mi padre,
recorriendo montañas,
hoy no está aquí y
su recuerdo no es suficiente.


Al llegar a su casa uno nota que en el corredor interminable la falta de luz es a propósito, la ausencia de reflejos permite ver en cuadrángulos perfectamente alineados fotografías de viajes y, en el centro del pasillo, un diosero: réplica diminuta de un jaguar, tal vez chiapaneco, con los colmillos de un cristal verde. Hay una fotografía muy bonita, de Puerto Marqués, que rivaliza en belleza con maravillas del mundo, probablemente la del Louvre es la que más se le acerca: se mira una pareja, típica fotografía de turista, pero, seguramente, marinada de recuerdos y nostalgia. El hombre sonriente—padre de Alpha—alto, más bien flaco, abraza a una joven de pelo negro y lacio. Su padre no era de los que creía que hay que esperar para que surja algo inesperado. Había dejado Nicaragua después de la llegada al poder de los Sandinistas. Dejó en Estelí toda una vida para irse a una desconocida, seguro de que en su pensamiento siempre estaría su país como los volcanes en Managua. Cruzó a pie la tierra centroamericana hasta el bordo mexicano, bajóse por la selva plagada del misterio de los ojos de las onzas y de la hospitalidad lacandona; sin miedo, llegó al pacífico, horadando la superficie de la playa sus pies. Decidió continuar al norte, paralelo al océano, mar amigo de infancia, mar reencontrado aquí, corriente ilusa esperanza. Alpha me cuenta estás cosas a pausitas, bebe de su té, un regalo de su confidente de tristezas eventuales, el Venado Vivo, el mismo que le enseñó a dibujar mándalas, y le lee poemas de Celan. Fue generoso—me dice—sí, mi padre. Decía que no hay que estar adherido a una calle, que hay que llegar al cielo apretando los pulgares, así. Es que hay muchos cielos. Cuando veo tanta gente reunida en la plaza, los imagino, allí, por encimita de sus cabezas, son parecidos a las proyecciones del comic. Era generoso—hace pausa. Era tan triste a veces y terriblemente alegre, insoportable. Nos escribía cartas cuando éramos bebés para que las leyéramos creciditos, Jorge, mi hermano, lleva una de aquellas siempre consigo, ¿no te parece sentimental? Alpha seduce a uno cuando habla, la escucho con grandes ojos abiertos, la veo mientras pone un disco de Catherine Deneuve. Mi madre—continúa—lo encontró en un mercado de pulgas en Paris, fue en su primer viaje, creo, papá lo tenía todo planeado: visitar el tercer mundo del viejo continente: para qué me sirve a mí ver Paris o Viena, incluso Londres, Berlín, las grandes ciudades, la belleza agota mucho, me interesa más algún barrio de Polonia o el oscurantismo que encuentro en la palabra Albania; sin embargo Paris era el deseo de la mujer de su vida y mágicamente anduvieron por allí, haciendo cosas simples, sencillas: haciendo el amor, tomando café, fotografiando palomas en la Place de la Concorde, dejándose fotografiar en sus monumentos, haciendo el amor. Fue como la primera vez que llegó al puerto, él tenía pensado seguir caminando siempre, sin detenerse hasta morir en las alfombras de nieve del polo norte: después de haber caminado, detenerse, caer despacito, ir sintiendo las infinitas puntitas de hielo en la piel, descansar de vivir, amar la vida, recordar. Encontró a mi madre aquí. En Oaxaca conoció a unos artesanos que pintaban con caracol los cotones, estuvo unas semanas ayudándoles, contento en la playa, hasta que le dijeron que irían a Acapulco, que si gustaba acompañarles, pero, le advirtieron, no iremos a pie. Desde que hubo dejado su Nica, como de cariño llamaba a su mamá país, no había sido autotransportado, cuando decía esta palabra me reía mucho, era cómico mi padre, triste, soñador, idealista, feliz a su modo. Caminó por estás calles, como en las calles de Europa y Estelí, seduciendo a Luisa, después dándole besos en el malecón, imaginando surgir circos del fondo de la bahía, y el mar de Puerto Marqués con su cielo de mil estrellas atestiguaron el momento en que fui concebida en una de esas noches de mucho calor, sin viento, y con el mar tímido, rasgado de ternura su superficie.

lunes, junio 04, 2007

Regreso

Me gustan tus ojos porque pueden verme. Hacerme salir de mí y mi cuerpo se queda suspendido solo. Inercia inerte. Porque su forma son todas tus formas. Y me duplico como un sol.

Inmersa entre discursos de Alonso, Angelina renueva las fuerzas de su imagen. Parece que su ausencia pinta violetas en sus ojos. Algo se le ve: espirales de ternura, falta total de quietud. En el Smart la ha visto, casi blanca como la espuma del capuccino. El sábado la vio más, sin proponérselo: era real; una exquisita obsesión. Pero no cometió el error de seguirla con los ojos, sólo con lo que la cabeza pudiera revolver. Al final revolvió un riquísimo licor con su recuerdo que lo invadió toda la tarde, y ella se paseaba, sin sospechar, sin pena, en porciones de él. Agradeció los toldos mojados de junio, y la casualidad del tiempo; agradeció ver las arrugas de las cobijas en el amanecer, poder asirse a ellas, y los abrazos que se hacen sentir. A su vuelta, acomodó, ya sin la envoltura, las sensaciones que sintió para poder estar un tiempo más fuera del camino. Desviado, sí, por gusto, echó la risa a la habitación y empezó a bailar con su sombra.

Acústica

Se escuchan tus pasos. Vienen y se van. En el recuerdo aparecen otra vez y al escribirlos los detengo sólo un momento… pero se quedan atrás. La sombra de una palabra nueva cubre a la anterior y parece que están condenados a desaparecer. Sólo son ilusiones de que estás, y hay sólo ecos y gente, narradores, que me cuentan del ruidito de tus pasos. Pero los oigo y los desoigo, y cuando hay una larga ausencia, este desoír es una esperanza maravillosa y una carencia fatal. En un libro leí que tus pasos eran un mito, verdadero como la niebla que empaña los límites de la ciudad; una leyenda antiquísima: “cierto que aparenta ser un paisaje bucólico”, “instancias de realidad”, “un absurdo”, “una alquimia”, “un trasmutar de uranio a oro”; en la página 315 agregan: una sospecha carente de excepciones. Yo no sé, pero los oigo como escucho Lua
you simple in the moonlight
o como esa orquesta de domingo, clara y con sonidos nítidos que hacía llevarse a los árboles las ramas al estómago de alegría; con música de viento y retumbiditos que hacían chillar a niños. Y como oigo las palabras que leo y que escribo.

martes, mayo 29, 2007

De allá

Mariachi

Dibujo de Nicolás Paris.
Desde Bogotá.

domingo, mayo 27, 2007

M.

Me gustaría ser Inti el que se escapa. Me gustaría llover en toda la ciudad, con sonrisa de huerta de mangos y colores de ciruelas; con hoyuelos de mi abuela y el suspenso de sus ojos. Me gustaría ser el silencio de mi gato, ser su color, que ahueca cualquier muro, que es una puerta siempre en movimiento.

martes, mayo 22, 2007

Este no es un post musical

Cuando escuchaste la música empezaste a recordar. Hay canciones que son como arquitecturas, específicas, donde bien puedes detenerte en sus gradas y zócalos o sólo oírlas. De nada sirve mirar porque ya nada es como fue. Tiempos aquellos. Los de la compañía. ¡Cuántas cosas podrían contarnos los lugares! Interlude. Empecé a escuchar a Morrisey cuando llegaron esos pájaros colombianos. Ese trío bien combinado, nimbado de muchas nuevas cosas, que sin embargo siempre habían estado allí. Nunca tuve en toda mi estancia en la universidad amigos como ellos. Ahora no sé, haciendo y sorbiendo el conocimiento misterioso del mundo. Y escribo Morrisey, porque su música siempre es como una caja musical abierta, y los pienso presentes, etéreos, casi fantasmales y recargo una enorme sonrisa que se dispara más alegre en los momentos en que la lucidez me permite imaginarlos conmigo. Pero como dice el buen Elías: “Los buenos viajeros son despiadados”. Los buenos viajeros casi no recuerdan y todo lo nuevo que vieron escucharon, se lo guardan para siempre. Por eso su silencio es un polvo muy fino que lastima los ojos, y pueden continuar andando sin ningún lazo de afecto que los retraiga de su presente. Siguen viajando, tolerando todo lo nuevo.
Iba a un concurrido tianguis de sábado, lleno de bandas y mujeres y hombres tatuados. Portaban piercings en su cara como patinetas en las manos. Jóvenes y señores convivían almorzando una quesadilla de huitlacoche con cerveza, y entre puestos que vendían camisetas, antigüedades, vinos caseros, LPs de colección y casetes de protesta, hallamos la palabra Siouxsie. En ese tiempo era un cazador de palabras, quería aprendérmelas todas. Mi amiga, que sabía de música, me regaló un casete de ella
—te va a gustar mucho
yo confiado, y apropósito de la palabra, lo acepté. Cómo uno encuentra influencias musicales, o será una apropiación para siempre de buenos momentos. Hoy, hace ya unos años que pasaron esos momentos, escucho Interlude, que mezcla las voces de estos maravillosos músicos, y yo, ataviado de la memoria, mezclo también las huellas de los buenos amigos ya idos.


Morrisey & Siouxsie - Interlude.mp3

viernes, mayo 18, 2007

Safo

Alonso ha llamado, y me ha contado, emocionado, muchas alegrías. Está muy contento. Él, me recuerda a algo que dice Galeano: “desde el cielo vi que las personas eran un mar de fueguitos; algunos eran fuegos pequeños, delgados, tenues, pero otros eran tan grandes y animosos que si te acercabas te encendían…” así me he quedado, contagiado de su brutal felicidad. Dice que conoció a Angelina, lo sospechaba, una mujer, y se ha entendido muy bien: respeta su silencio. Es formidable—me dice mi amigo—nunca deja de hacerte reír. —Y tú cómo estás. Ha llovido Alonso, el agua cambia el color de las cosas y nos limpia algunas tristezas. Nos aquieta, cómo explicarlo. Nos quedamos suspendidos, levitando, casi sin peso viéndola irrepetible. Y entonces las palabras desbordan, como agua, los muros y ocultan los árboles. Entonces un silencio de lluvia recorre toda la ciudad y sólo en el hueco de las campanas se abrevan nuestros secretos. Mi amigo me cuenta que pronto estará acá. Aunque no extraña nada, ya desea subir a la montaña, y meterse a las cuevas a dibujar murciélagos, y recoger sus hojas—como él la llama—. El tiempo de lluvias empieza compañero y no es para estar sólo en casa, salga, mójese poquito, acompañe a los campesinos, ayúdeles: haga una casa para atrapar el sonido de la lluvia, dibuje sus planos; llene de barro sus zapatos. Los míos son una peste y Angelina no me lo reprocha—tanto me cuenta su voz amiga. La vida parece que a momentos se estabiliza, o yo estoy equivocado, aunque no hablo de todos, escribo de mí, porque nos soy ellos, los que veo todos los días yéndose únicos, acompañados, solos. Mi amigo volverá, mientras tanto yo seguiré bailando tarantellas—perdón, escribiéndolas—para reconstruirme, para hacerme más amigo de las palabras, para aprender a escribir.

martes, mayo 15, 2007

Curiosidad

—Camina, camina mucho...
En mi humilde opinión, para aprender a irnos hay que caminar. Cargar con nuestro cuerpo, llevarse los pies, como cuando pisamos la arena, sentimos y miramos su belleza, pero no nos quedamos, sólo nos llevamos los ojos sin palabras. Hay que caminar despacio lento aprisa, caminar los ríos, los planetas; caminamos tanto caminar. No son huidas, no las fugas, mira cómo mis palabras trazan señales (no son de lápiz que fácil se puede borrar) de esa siempre ola mía, mi siempre tierra querida.


De las cosas encontradas en mis cuadernos.

sábado, mayo 12, 2007

Notas

Este hombre que veo vive en las sombras, sin la “luz de luna” de José Alfredo Jiménez. La penumbra es tan densa que a penas puedo verlo. Sus miembros están rígidos y todo a su alrededor está estático. Ni siquiera sus recuerdos colorean el monocromatismo de su habitación y facciones. Adivino que tiene noches tristes donde la bruma, la niebla y todo lo telúrico amenaza con asfixiarlo. Me gustaría saber qué piensa. Sus parpadeos son lo único que distorsiona esta purísima visión de soledad. 12:53 hrs.

Hay un hombre regando las plantas con manguera, sin cuidado, por cierto. Su rudeza encorva los tallos de las flores y es un chapuzón violento en todas las hojas. Anda en mangas de camisa y como el tiempo es caluroso, aprovecha el instrumento para echarse agua en su frente, en su espalda, en su pecho. También enjuaga sus zapatos que quedan de un color café tabaco, como el tronco de un árbol sin estrías. Yo no sé por qué no termina ya. Parece que la satisface el olor mezclado de agua y tierra, el movimiento, el sol, el ruido, el estar como comúnmente se dice: al aire libre. 01:00 hrs.

miércoles, mayo 09, 2007

"Mi Vida Entera"

Aquí otra vez, los labios memorables, único y
semejante a vosotros.
Soy esa torpe intensidad que es un alma.
He persistido en la aproximación de la dicha y
en la privanza del pesar.
He atravesado el mar.
He conocido muchas tierras; he visto una mujer
y dos o tres hombres.
He querido a una niña altiva y blanca y de una
hispánica quietud.
He visto un arrabal infinito donde se cumple una
insaciada inmortalidad de ponientes.
He paladeado numerosas palabras.
Creo profundamente que eso es todo y que ni veré
ni ejecutaré cosas nuevas.
Creo que mis jornadas y mis noches se igualan en
pobreza y en riqueza a las de Dios y a las
de todos los hombres.

JLB


Me soñé muerto y nada había cambiado. Sólo los rostros crispados de mi familia. Todo lo demás estaba igual que cuando me imaginaba vivo. Tal vez recordé dos nombres en el momento que perdía la vida, no recuerdo más. Mi jaula es mi cuerpo, inerte, pesado, allí me quedé encerrado en medio de pasillos como los de la casa de Asterión. No pronuncié lenguaje, no miré nada, ni escuché, sólo podía pensar. La total negritud no era tan bella como los destellos que a veces me sobrevenían. Sin embargo, caminaba, estoy seguro, pero no sentía un piso, estaba a la deriva. Intenté tocarme, pero no había cuerpo, no había manos pero las sabía conmigo. Mi muerte no opacaba, sin que fuera mi deseo, el ritmo del mundo. Qué era entonces. Por qué morirme cien veces en un sueño. Más que morir, me dolía profundamente el dolor de mis padres, y era extraño, puesto que ya estaba muerto. Desperté con los ojos acuosos, señal de que sigo soñándome. 14:04 hrs.

miércoles, mayo 02, 2007

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La larga cicatriz en la casa de Susa. Vámonos al cielo. Cuando miro las fotos. Cuando miro tus ojos, que no ven ya, pero están viéndome, como esos anuncios luminosos de la calle, o la Monalisa en rompecabezas de la salita. Hay que hacer las letras tan grandes como las hojas. En el punto. En la noche sentí morriña y para más inri amaneció nublado. Pensé en papá, en la alegría que le provoca la marea. En lo que exige. Quise dormirme luego para trasladarme a su cielo poblado de viejos caseríos y edificios sucios de los que sólo queda su sinfónico nombre: “el edificio uno, dos, tres”; y el mar resulta a cierta distancia razonable del cuerpo, pero muy lejano de los sentimientos. A cierta parte inconclusa del puerto, fundida entre concretos barbaries y anuncios de focos fundidos, con toques de modernidad, sin embargo, esta consiste en tiendas de consumo que parecen un albergue para la pobreza. Papá desbordaba su alegría en la calle y su entusiasmo con toda la gente, hasta nos presentaba, como presumiéndonos, como sintiéndose orgulloso; a la hora de comer nos llevaba a lugares folclóricos donde señoras prietas nos apresuraban las tortillas, y los olores a mariscos y menudo nos confundían al momento de ordenar. Entre trayectos, el transporte público nos prevenía de mucho sol: flotillas de camiones oxidados, luminosos, pintorescos algunos y otros llevando de estandarte publicidad gringa, dotaban al paseo de minutos de tranquilidad y convivencia, aunque fuera visual, con los residentes que llevaban la ropa húmeda y todavía arenosa, con muchachas negras observando por la ventana y recibiendo el fresco viento al avanzar por la costera el autobús. Sin duda, si tuviera mi edad, cruzaría de una orilla a otra nadando la bahía
—para mí es fácil, cuando me canso nado de muertito… y sigo, sigo nadando.
sólo para demostrarse a sí mismo su vitalidad, su alegría de vivir, su enérgica pasión por estar aquí; sólo por placer. Lo imaginaba caminando solo en la noche desnuda, tranquilizando su paso en los lugares en que la memoria le daba un golpe de sonrisa. Lo imaginaba también, seguro de que alguien, sin estrellas en su cielo, lo pensaba y lo creaba allá a lo lejos, y lo creía nostálgico, contento.

miércoles, abril 25, 2007

Voces

Estaba harto y entonces salí a dar una vuelta al parque. Me senté en una banca, muy incómoda, y de pronto, desafortunadamente, apareció esta chica. Cómo habiendo tantas bancas libres prefirió quedarse en ésta. La miré disimulado y se reía sola, se miraba contenta. Si hubieran puesto a alguien mirándonos detrás, habría en el paisaje una línea vertical imaginaria entre ella y yo, en donde lo nublado y seco me representaría y a ella la luz y el color.

Siempre que salgo del trabajo suelo mucho caminar, y esta vez, después de pasar por las confiterías que tanto me gustan, caminé al parque. El día era precioso, y agradecía, como Chesterton, por todo lo que veía. Después de dar algunas vueltas observando los divertidos juegos de arena de los nenes, los perros correteándose algunos y otros nadando en la fuente, me fui a sentar. Noté, primero, y sin darme cuenta, abstraída por recuerdos, que en la banca había alguien. Distraída lo vi: lucía realmente enfadado, muy aburrido.

“¿Quieres acompañarme?” Me preguntó su voz, era insoportable—pensaba—pero de todos modos fui sin preguntarle a dónde, tal vez me doblegó su tono, las cosas que me decía y contaba. Me alegró mucho. Era buenísima platicando y muy simpática. Me dijo como se llamaba. Me contó de una montaña al sur desde la que se ve el fin del continente. De casitas azules en la costa. Del color de los brazos de su padre. De animales fantásticos que dibujó hasta cumplir los ocho.

El tipo se veía tímido. Al principio, cuando le invité a caminar acompañados, casi no habló; poquito después empezó a despabilarse. Nos subimos a un sube y bajas que estaba libre, y lo dejé largo rato arriba, era divertido ver su cara entre temor y asombro, mas no quería asustarlo, sólo quería provocar expresiones diferentes en su rostro. Me enseñó a leer las marcas en el tronco de los árboles, y me leyó un poema. Después cortó una flor y me la regaló.

Me hubiera gustado pasar más tiempo con ella, pero tenía que irme, ya era tarde. No olvidaré tu nombre y tu voz—le dije—la alegría de este encuentro. Me despedí alzando la mano y suspiré mucho, mucho. Volví la vista una, dos, tres veces, pensé: ojalá esté aquí la próxima vez.

La gente empezaba a irse, llovía de noche sobre nosotros. Y él se fue con ellos, como había llegado. Noté que no quería irse, pero no entendí por qué no se quedó. Se veía triste. Al llegar a casa coloqué la flor en una vaso y me puse a escribir.

Relato de lluvia con fondo de ojos

En la noche el animal de la lluvia vino a refrescar el caliente tiempo. Los que dormíamos agradecimos en un sueño profundo y merecido. Los amantes incesantes dormían más apretados. Los niños que nacían fueron bendecidos. Los vagabundos no hallaban con quién celebrar la alegría del agua: corrían como locos felices por las avenidas. Los gatos la miraban tímidos. Los escasos automovilistas frenaban sus impulsos y se relajaban en el viaje. Los choferes de camiones, los veladores, los que trabajaban en las taquerías, los que salían solos o acompañados de una fiesta, incluso los sonámbulos y los que padecen insomnio. Como si fueran una multitud de cascabeles: sonaban su risa por todo el pueblo, agradeciendo como en un rito el influjo de la lluvia. Al amanecer, salimos a las calles reflejándonos en el piso. 09:15 hrs.

lunes, abril 23, 2007

Paysage

El calor era sofocante. Los caminos y los hombres descamisados estaban tiznados, también los niños, que jugaban en el suelo con caballitos de madera y chapetas, nuevas para mí. Se veían los camiones repletos de caña con conductores rudos que nos desarmaban a carcajadas. Había parejas de ancianos, sentadas bajo pórticos, sobre tablados, observando la tarde pasar con ojos verdes. Se veía a los inadaptados al clima, que llevaban un ventilador de pilas en la mano y enormes abanicos. El sol se nos metía por los ojos. El lugar, aunque vivo, lucía triste, abandonado, como si el tiempo se hubiera desviado. No había una plaza dónde descansar, una cantina divertida. En una casa, de los anchos muros nacían margaritas, albahacas, y otras yerbas de cocimiento; en un árbol colgaban inscripciones de letra ilegible—del tiempo de la guerra cristera y del general Calles—me contaba Claudia. Sólo y solo en el centro, el ingenio azucarero atraía a los hombres al lugar. Parecía una pintura de Max Ernst: toda una hilacha de máquinas y calderas orgásmicas, que no cesaba de engendrar azúcar y alcohol. Con su aliento fétido, y su fálica chimenea, este animal industrial se apoderaba de nuestros deseos y ganas, y nos quedábamos viéndolo largo rato, doblegados vaya a saber por qué. A pesar de todo no echaba de menos la algazara de la ciudad: el trajín de automóviles, la moda de las jóvenes que alegran el puerto, incluso la calle Zapata de Chilpancingo. Aquí, las mujeres vestían ligero. Tenían unos ojos muy grandes y dulces, como sabor a mango. Los tirantes de sus vestidos dejaban ver cómo la humedad corría desde sus hombros a su cuello. Uno adivinaba que el sudor devenía placentero, de su pubis, de sus largas piernas hasta el arco del pie. Sus pezones hirsutos pinchaban el blanco de su blusa, y apenadas separaban la prenda de su cuerpo, acariciándose disimuladamente sus senos, pasándose la mano por su cuerpo, estremeciéndose, para sentirlas desnudas. Su cabello suelto y largo cataba sus nalgas cuando caminaban. El carmesí de su boca, su diadema fue lo primero que vimos y recuerda nuestra memoria, agujereada por los subibajas de emoción del viaje.

Zacatepec

miércoles, abril 18, 2007

Edad

Ayer Alonso me esperó después del trabajo. Se trataba de ir a visitar un panteón. El coche corría de maravilla. Me sorprendió al salir a carretera que se persignara—es una costumbre que heredé de mis abuelos—dijo como justificándose. La tumba, estaba a unas dos horas de camino; el trabajo que haríamos era tomar medidas y dibujar croquis para reconstruir su perímetro y, como le pidió el desdichado familiar: adornarla mucho, se lo merecía. Cómo en su ausencia se preocupan más, por qué tipo de piedra llevará su altar, cuáles flores o inciensos—murmuro mi amigo. El camposanto estaba en un lugar cercano a Palo Blanco. Incrustado entre dos cerros. El camino dividía a los difuntos de los vivos. A la derecha, en el cerro más alto, sus tumbas eran como balcones que habían sido propuestos para que sus almas mirasen algo que ya no. Y a su izquierda, los pobladores estaban dispuestos de manera tal que vigilaban las criptas de sus muertos. Alonso, parco como de costumbre, caminó entre las tumbas solo, hasta reconocer en dónde habría que intervenir. Había tres hombres horadando la tierra, con las venas sobresaltadas en cuello y brazos, descubriendo la plancha de concreto y varilla donde, como dice Sabines en un poema, la hacen para encerrarlos, para que no salgan, para matarlos ya muertos. Mi amigo lloraba, es bueno decir que se conmueve con todo, y seguramente imaginaba, como me contaría después, en las veces que aquella mujer había sonreído en compañía de un amigo, o había celebrado con la familia un banquete; o acompañar a su padre a la caza del venado, empresa que no era para una mujer bien vista, mucho menos aquí, pero su padre la adoraba y le cortaba el pelo como chico para llevársela y perderse dos días en el monte, viendo las estrellas, escuchando el grito quejoso del tecolote, sintiendo los pasitos de las arañas patudas al descansar, y despertarse sorprendidos por pájaros de colores vivos, que hacían del amanecer algo luminoso, excitante. Lo más triste es que ella ansiaba volver al pueblo, a este pedazo de tierra en que la maravilla comprendía el recuerdo de infancia, el platicar con los fantasmas, el andar nostálgica y descalza por el hueco que queda entre las casas. Ella, que enseñaba y hacía sonreír a niños de pueblos todavía más lejanos, incomunicados, se ahogó cuando trataba de llegar a casa, porque era más su ansía y alegría de volver. La arrastró el río—nos contaron los hombres. Yo leí en su epitafio que tenía mi edad, 26 años. Alonso midió y nos marchamos, no queríamos estar más allí, corríamos el riesgo de disolvernos en lágrimas.

domingo, abril 15, 2007

De notas de viaje

Todo mundo es joven en la playa. Contemplo esta tristeza muda del mar en esta noche que estoy solo, entre las voces y Sandra que se fuga. Mezclo mi voz con la de ellos con el pretexto de fugarme e irme a dormir sobre la arena, al lado de tanta agua que siempre habrá tiempo de sentir y de tocar, para ver otra vez ese rostro de mujer que reía, de larga nariz y labios finos. Recuerdo que caía la noche en la ciudad. Aquel día los militares marchaban sin pudor cargando doblada la bandera nacional. Yo me había sentado en el suelo, contra una columna del Ayuntamiento. Los que pasaban me sonreían. Las luces de catedral empezaban a iluminar su fachada haciendo más claro su dibujo. La luna era un disco perfecto. Solo contra las piedras muertas de la columna esperaba esa alegría que era la justificación de todo, de este esplendor de ciudad. Yo sabía que muchos ojos habían visto esto, que se habían sentido así, pero para mí era como la primera sonrisa de Sandra. En el cielo mezclado de lágrimas y estrellas yo te recuerdo.
Mazunte, Oaxaca, abril 2007

miércoles, abril 11, 2007

De memoria

Lindísimo

El arquitecto y el emperador de Asiria, de Fernando Arrabal.

viernes, abril 06, 2007

Larutanatural



De vuelta a la ciudad: la calle, su noche, la gente durmiendo, este agonizante viernes. La semana quieta; intensos viajes, con piernas doloridas y zapatos sucios. Con piel quemada y raspaduras. Las páginas llenas de imágenes, con ojos limpios como el amanecer friísimo en la sierra. Tanto andar colgado de silencio, tanto irse por caminos donde sólo veía el choque quieto de estrellas en la noche, y platicaba a solas antes de dormir en esa grama silvestre. En fín, snif, snif, de regreso.

viernes, marzo 30, 2007

Citadela

Espera



Atrás del sol rojo hay un perfil de ciudad, una barda recién pintada que oculta subjetividad. Hay un ángel que arde en el cielo, las plumas que caen son una lluvia negra. Hay un barandal de hierro, trasladado en viejos tiempos a este lugar. Está la banqueta sin nadie, muy limpia y sin ruido la calle. Si alguien cruzara, encontraría el edificio decimonónico iluminado de tarde-luz, con pasillos tenebrosos como costillas de carnero y sótanos que resguardan libros, carátulas de discos, vasijas de países remotos; sombras siempre sombras. Cuando estés por llegar a donde estoy te distraerá la presencia y olor del eucalipto, recogerás una hoja, una semilla para mí. La ocultarás dentro de la cajita de tu puño y me la darás diciendo “Bright Eyes”. 14: 04 hrs.

Estoy escuchando hablar a esta señorita. Juega tenis y viste de blanco porque su abuela fue enfermera y ella cree que ser su reencarnación, y el color resulta angelical, y es el que usan en su deporte. Usa dos pares de zapatos idénticos; tiene un prodigio: posee cuatro piernas, tres vaginas de colores y sabores distintos, es lo que le han dicho sus amantes. Es más luminosa que el sol de primavera y cuando se sonroja su tono de piel siempre es un color nunca visto. Cuando se enamora le gusta que rellenen con besos los poros de todo su cuerpo, y llenarse los ojos con agua de mar. Nunca va a desfiles ni asiste a la iglesia, mucho menos al circo: “es que me recuerda un gran amor”, me dice quejosa, y se calza la nostalgia en sus cuatro pies. Sonríe mucho y escribe cartas con letra chiquitita. Le gustan los caracoles y las casitas junto a la playa. Una vez viajó con el sr. Drawing, —es algo que recuerdo mucho—me dice—cuando me ves sola y silenciosa es que estoy pensando en él, con su suéter morado y sus ojeras. Se quita su diadema y le da mordisquitos a las puntas de su cabello. 14:35 hrs.

miércoles, marzo 28, 2007

Lorenzo

Escribo con fondo de la música de Bright Eyes, This Is The First Day In My Life, y sí, me gustaría decirlo. Llorar por vez primera después de salir de la cueva de Platón. En la mañana recordé que había tenido un mal sueño, no se trata de haber dormido en posición incómoda sino que soñé mal. Casi no recuerdo mis sueños, se empolvan en mi memoria y luego los olvido, pero este volvió intenso al llegar a casa y ver que no estaba papá, sólo había en su mesa de estudio los papeles llenos de su caligrafía pesada, sus libros de Sartori y las fotografías que recorta del periódico y pega en la pared. Siempre que se va a escribir al mar nos avisa, pero hoy, extraordinariamente se alejó como un fantasma; en mi sueño él moría extrañamente y yo no sabía después qué hacer y eso me dolía mucho. Me incomoda no haberle abrazado en el amanecer, mostrarle afecto de alguna manera, me consuela que ya hablamos y está bien, escribiendo como Camus al ver una muchacha bella: “eh ya viste qué linda gaviota”. Ayer, antes de su rara partida, me hablaba de la magia, de sus deseos que se convertían en realidad con sólo pensarlos: —llegué, apunto estaba de entrar a la casa, y en la puerta negra me dio un antojo de pan. Lo pensé mucho y al mirar de nuevo a la vía pasó un hombre con gorrita de judío y una joven de pelo rubio, parecían religiosos, tal vez ángeles, tú sabes que yo no creo en eso, pero, llevaban un carrito con pan... Me lo contaba con una sonrisa muy sincera como de alguien que no muestra las emociones muy seguido, como si riera por vez primera. Pienso en él, en su caminata en la costera, escribiendo poemas de los granitos de arena, leyendo a Foucault a Baudrillard, enamorándose de la soledad. Espero que mi mal sueño no se repite y se hagan rápido los momentos para platicarnos mucho más.

martes, marzo 27, 2007

Nihilista

En el extraño retorno al mundo él abrió los ojos, y reconoció su rostro con las manos y sus piernas estaban más hábiles que nunca. Un polvito entre azul y blanco cubría su cabello. Sonrió como quien esta seguro de que ha cometido una fechoría y, pensó en las cosas quietas: el cielo, la arena, el color de los árboles y la quietud infinita del mar. Estaba solo. 13:53 hrs.

jueves, marzo 22, 2007

Veneer



José González - Heartbeats.

martes, marzo 20, 2007

Vergilio

Escribir otra cosa es abrir bien la boca, no dejar de pensar en usted en un momento en que siento la existencia congestionada de preocupaciones sin porqué, y tengo sentimientos confundidos por la ansiedad de hablar con alguien y de expresarme mejor en la hoja. Siempre tengo todo el día para mí, es como si todo el tiempo me la pasara escribiéndole una carta que no puedo acabar, como ese señor del asilo—¿se acuerda?—­que le escribió a su esposa muerta una carta hasta morir, la cual obviamente no concluyó. Ese tipo de historias me ponen la piel chinita. Qué de nuestra vida si sólo fuéramos parte de una carta, de estás líneas que le cuento. Siempre que escribo es para que me lea, tal vez así sepa que soy yo, tal vez así me encuentre, aunque, sinceramente no sé si usted me busque. Porque tengo esta extraña certeza de saberla en cualquier lugar, pero no sé el punto exacto, ni siquiera sé su nombre, su nacionalidad, el extraño color aguamarina de sus ojos. Aun así yo la sueño, de veras está aquí: mete sus manos en mis manos como si fueran guantes y me escribe frases sencillas, repetidas, hermosas; jugamos a los encantados y me desencanta con un beso, y yo toco su espalda de sueño como si quisiera tocar una risa, una voz. ¿Alguna vez ha pronunciado mi nombre? lo ha leído tal vez. 11 :33 hrs.

lunes, marzo 19, 2007

Mira

Altamirano
Amanda Ruíz/Febrero 2007, Cd. Altamirano.

Mira Mira Mira Mira Mira Mira Mira Mira Mira Mira Mira
Mira Mira Mira Mira Mira Mira Mira

viernes, marzo 16, 2007

Blank page

Mi mano derecha está entumida, todo el brazo completo. Las hormigas me habitan, entraron en mí por una estría de mis uñas mientras soñaba. Inútilmente hago esfuerzos de calmarlas, quizá bailen y tengan asambleas. Siento sus aplausos dentro de mi carne, y mis dedos habitados si tuvieran ventanitas parecerían los buses llenos de la ruta San Lázaro-Aragón. No me causan dolor fisico, ni las deformaciones que me pronosticó la anciana han aparecido, sólo siento fehaciente mi mano; mi mano completa, pesada, envuelta en un tono moreno que se despliega fIrme, y suavemente crecen terciopelos erectos como mástiles. Miro mi mano embutida de nada, mientras las invasoras roen el metacarpo. Esta mano con la que te escribí cartas, y aprendí a releer tu cuerpo braille. Esta mano que me queda entumecida, sola, sin un lápiz, sin un guante, sin adioses. 13:01 hrs.

martes, marzo 13, 2007

Ellos

Todo empezaría ahí, en ese sitio distante y distinto a lo que habían visto, sus golpes de pecho no los darían más. Ahora todo sería disparejo. Un cúmulo de emociones se agruparían de manera tal, que conforme cada uno fuera apareciendo la vida les sería maravillosa. Podría decir que los vi andar y recorrer los sitios comunes, lugares donde quedarse a simplemente estar, de rodillas, de pie, de a vueltas. Pasarían después por callejones con nombres usurpados, con millares de signos, en donde se encontrarían al señor que hacía música con la hoja, a la anciana que amamantaba a su familia gatuna. Irían después a un banco, donde con movimientos ya programados aparecerían papeles resistentes que ellos considerarían amables sorpresas. Se regalarían ventanas y balcones; inventarían el hilo de una nueva conversación para así dar paso a la siguiente. Bajarían a las calles subterráneas, en donde pilas de gente les servirían de coro y de testigos de su fecundo ánimo al moverse. Se detendrían y el vagón les abriría otras posibilidades. Sonreirían a los niños faquires que les hacían reverencias, harían gemir de coraje a las viejas de toscas frentes. Enfrentarían las miradas esquivas de sus escoltas. La salida sería de amontonamientos, donde uno a otro se enroscaría para no ser llevado por la fragua humana. El aire—siendo él siempre—, sería respirado con mayor agrado y entre paso y paso avanzarían sobre las losas mohosas, entre alzando la vista a las nuevas montañas de fachadas que se erigían en el espacio, en su espacio. Llegarían a plazas rayadas por la intemperie, sonarían a comentadores del clima, a bufones de un siglo que nunca habitaron. No se detendrían ante nada, ante todo porque para ellos la vida estaría lejos de ahí. En su marcha para encontrarla se perderían para saberse en el camino, quizás en la ruta que les haría acercarse, estar a unos pasos, en la colina de la esquina. Les darían informes erróneos que les desviarían de su camino, tendrían platicas poco provechosas que los atormentarían con pesadillas donde creerían ser adoptados por una familia de enanos. Aplastados y estancados, no les quedaría tiempo para sus ocupaciones comunes, lavar el piso, barrer el piso, pulir el piso, limpiar el piso, para ensuciar el piso, y volverían a repetir su acostumbrada rutina. No sabrían más de ella, es por eso que se les veía en la plaza pavimentada de estaño, en la calle donde entre sueños caminaron elefantes. Asistirían casi muy frecuentemente a los cafés llenos de personas de la tercera edad, pero tenían un gusto muy particular en escoger aquellos que se encontraran en el medio de la tira horizontal que compone la fachada de una manzana, detestarían ir a uno que estuviera en una esquina, dirían que estar en uno de aquellos, estaría como estar a disposición de los azares en un momento que para ellos tendría un toquecito casi monacal, casi privado, muy importante en el que inventaban la belleza pronunciando sus nombres, hablándose, conversándose el pelo, las diez dedos de sus manos. Por sus manos sería como conocerían, como se reconocerían, como hablarían. No descansarían en hacerse cosquillas, e inventar signos con ellas, un nuevo lenguaje, su lenguaje, el que sería inentendible para todos. Saldrían después de beber el azúcar casi revuelto, y verían la casi calle, el casi cielo, todo a su alrededor sería el casi todo. Y ahí en la banca de una casi plazoleta reposarían sus miembros provocando lenguajes ahora ya no de pies, ya no de manos, ahora de piernas y de cabeza, de codo y nuca, de codo y codo, a su altura; se imaginarían en un gran jardín persa, donde en la cima del árbol central un pájaro de pecho rojo les silbaría aquella canción con la que se habían reconocido. Les gustaría soñar, ya que la naturaleza de sus vidas así se los exigía. El poco o casi nulo contacto con sus fronteras los mantenía más lejos de ellas y es por ello que no resolverían desaparecer o hacer el invento de ser el nuevo tipo de vida. La normalidad les haría más fuertes, inconfundibles y también imperceptibles entre el grupo de sonámbulos que solían recorrer con ellos sus caminos. Les gustaría pensar en eso, en tener siempre acompañantes silenciosos, pero no compartirían que aquellos seres casi imaginarios ignoraran el lecho maravilloso por donde avanzaban. El ejercito de baldosas llenas del silencio que aquellos dejan. Crujían al sentir sobre sus lomos el paso diario de ellos, los que salen del edificio ruinoso, del casi templo, los que expulsa el suelo. Saltarían a pesar del inconveniente de ellas, dibujarían sobre sus espaldas, nombres para adivinar, nombres de barcos y de naves, nombrarían nuevas palabras, nombrarían sus nombres, mejores adivinos y lectores de cartas jamás se verían como ellos...
una ciudad que se ama
2004


Underground Fantasy
Mark Rothko

miércoles, marzo 07, 2007

Reloj

Evaporándose tu abrazo comienzo a extrañarte,
empiezo a pensarte, a esperarte.
Las horas vacían el sol de arena.
Quisiera un arrumaco.
Acariciar tu barbilla.
Mojarte de sol tus brazos,
tendida,
viendo los puntos cardinales.
Llenarme de tu presencia.
Ver en tu piel la naturaleza.
El paisaje de tus ojos es un beso sembrado de dunas.
Tú, entera, frágil,
agua cayendo en mi cuerpo.


12:59 hrs.


Elout de Kok con Karras en vivo

viernes, marzo 02, 2007

"Internacionalización"

De Amanda:
No todos los días un brasileño les da una buena y educadísima bofetada a los estadounidenses. Durante un debate en una universidad de Estados Unidos, le preguntaron al ex gobernador del Distrito Federal y actual Ministro de Educación de Brasil, CRISTOVÃO "CHICO" BUARQUE, qué pensaba sobre la internacionalización de la Amazonia? Un estadounidense en las Naciones Unidas introdujo su pregunta, diciendo que esperaba la respuesta de un humanista y no de unbrasileño.
Ésta fue la respuesta del Sr. Cristóvão Buarque:
"Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra de la internacionalización de la Amazonia. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él es nuestro.
Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad.
Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero.
El petróleo es tan importante para el bienestar de la humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.
De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado.
Si la Amazonia es una reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales. No podemos permitir que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.
También, antes que la Amazonia, me gustaría ver la internacionalización de los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer solo a Francia.
Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país.
No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro. Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido internacionalizado.
Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EE.UU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhatan debería pertenecer a toda la humanidad. De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia... cada ciudad, con su belleza específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero.
Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños, internacionalicemos todos los arsenales nucleares. Basta pensar que ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas en los bosques de Brasil.
En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda. Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos ellos sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero. Mucho más de lo que se merece la Amazonia. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar; que mueran cuando deberían vivir.
Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia, sea nuestra. ¡Solamente nuestra!"
OBSERVACIÓN: Este artículo fue publicado en el NEW YORK TIMES, WASHINGTON POST, USA TODAY y en los mayores diarios de EUROPA y JAPÓN. En BRASIL y el resto de Latinoamérica, este artículono fue publicado.