viernes, diciembre 25, 2009

i

"Siempre me pasa lo mismo en estos días"

lunes, diciembre 14, 2009

u

“¿Olvida usted algo? --¡Ojalá!” Abrió los ojos recordando la lectura a duermevela. Le gustaba la brevedad; según las críticas, estas líneas que repasaba en su cabeza eran un ejemplo exquisito de síntesis literaria, en pocas palabras: el cuento corto jamás escrito. Estiró sus brazos; miró que permeaba por la cortina una luz distinta a las horas cuando se despertaba en la semana, sonrió. El despertador no había detonado. Eran sus días de descanso. No tendría que llevar de paseo a Zeferino; no tendría que decir el penoso “buenos días” a todo aquel que se atravesaba en el pasillo del trabajo; no tendría que ir embutido en una camisa y pantalones recién planchados. Sintió una finita felicidad, turbada por aquellas líneas encontradas anoche y por casualidad mientras leía la nota roja del diario local; miró la capa de papel debajo de ésta y en negritas había unas palabras escritas como para preservar un recuerdo: visitar a mi madre este fin de semana. Movió la cabeza hacia los lados y se quedó algunos minutos observando el cielo raso como si buscara algo, como si tratara de recordar. Enseguida: ritualizó--es decir, hizo las actividades habituales de la semana de trabajo: se levantó, se aseó, se vistió rápido como una ráfaga, desayunó con celeridad. Sintió un impulso, una necesidad de trocar. No sintió que el tiempo pasaba. Salió sin darse cuenta. Horas desperdiciadas--pensó--mientras esperaba en el andén. Contrario a la brevedad que prefería, para llegar al departamento de su madre tenía que atravesar la ciudad. Con suerte le tomaría una hora, con suerte el vagón estaría vacío ya que no le gustaba la colectividad. Avanzó. Cerró los ojos, así era posible imaginar que estaba solo. Escuchó las voces moverse como peces y sintió que estaba flotando en un estanque. El trayecto, tantas veces este camino, tantas veces… Imaginó el triste destino de algunos recuerdos, fosilizados en esa distancia: recordó la primera vez que visitó la ciudad y agarraba la mano de su madre, más fuerte cada vez, para que no se lo llevara la gente que entraba y salía de los vagones; recordó la infinita tristeza que sentía al volver solo a casa, veía que la gente se iba y no llegaban más y la soledad empezaba a abrumarlo todo: los anuncios articulados del paisaje urbano, las lucecitas en las cumbres de los cerros, las miradas ávidas de los transeúntes cruzando la calle; recordó a su abuela, la que al leerle las manos le auguró que un día allí encontraría una sorpresa; recordó la sonrisa de María Luisa. Suspiró. Años atrás le había sucedido una catástrofe. Ahora se conformaba con llenar los días; horas desperdiciadas--volvió a pensar. Pensó en Zeferino--su gato--la única compañía entre semanas. Vería a su madre. Dos semanas se habían pasado pronto y ya no había marcha atrás como a veces le ocurría al transporte. La luz permeó de nuevo el espacio y la notó distinta. Cuando se dedicó a observar la ciudad, como si observara el pelo de ella, notó que eran más opacos los días, tal vez son presagios, puntos neurálgicos, posibilidades--se repetía. El urbanismo transformó sus recuerdos bucólicos, no obstante exaltó la artificialidad por aquello que demolía. La ciudad anhelante, la ciudad saturada de deseos. No deben estar cuerdos quienes se vienen a vivir acá--pensó--sin embargo él estaba inmerso en ella. Poco a poco se acercó. Llegaba. ¿Encontraría a su madre?

miércoles, diciembre 02, 2009

y

Cómo decirlo si no hay papel. Sí, nocturno este paisaje.

Abrió los ojos y sintió un gran deseo de no ser nunca visto. Caminó con su perro, mirando su paso tranquilo, casi de algodón. Se acordaba de cosas.

Le gusta la soledad de los árboles en la noche. Llega a casa y sale caminar. Nada más abrir la puerta y él se le queda viendo con emoción. Sus ojos le conmueven y piensa en su espera triste de la tarde, en su lealtad.

Traza su ruta y se deja guiar por la secreta fuerza que estira de su brazo. Vibran sus pies. Su corazón apenas salta. Permanecen sus ojos cerrados.

Es afuera cuando se siente acompañado. Dentro, las paredes acotan su soledad y la revelan y se refleja: mira su imagen empañada, deformándose a cada ladrido de su acompañante.

Es su voz un segundero.

El paseo lo nutre. También son dosis de olvido.

Hay madrugadas en que se despierta llorando. Imagina que no es de aquí. Que no es su cuerpo. Que es un adentro. Qué bueno que Dios nos expulsó del Paraíso­—piensa­—acotado por la piel, acotado en el silencio.

Roza el margen de penas por las noches. Viaja en vehículos velocísimos. Salta un mar de escamas de luna. Escribe cartas en rollos de papel higiénico.

Abre los ojos: busca libélulas en la noche.

domingo, noviembre 15, 2009

t



Playlist para esta noche de domingo:

Thursday - Asobi Seksu
Hear Somebody Say - Devendra Banhart
Green Grass - Cibelle
Suedehead - Morrisey
Ursulan Uni - Paavoharju
Insensible - Juana Molina

lunes, noviembre 02, 2009

domingo, noviembre 01, 2009

e

Photobucket
Basado en Félix Beltrán

martes, octubre 27, 2009

lunes, octubre 26, 2009

q

Me acuesto corazón con los ojos abiertos. En ti cerrado. No te tengo, te busco. Anochece lentamente. Te encuentro en los objetos y los libros, apareces entre afiches sajones, entre piedras de mar y de río. Te busco en la habitación, oscura quieta, con los ojos cerrados. Silencio. Toda mi piel está buscándote. Tiemblo el aire cuando te palabreo. Ecos que suaves se deslizan en los muros. Quisiera que un beso de tus ojos llenara este cuenco vacío de mi sueño. Quisiera que la noche te acercara y para siempre estés.

sábado, octubre 24, 2009

De dónde provengo

En el titular se lee: "provenimos de observadores del cielo acuciosos", entusiasmado por el enunciado yo leí: provenimos de observadores del cielo acuosos, al releerlo me di cuenta de la falla, sin embargo me gusta más con el error de mi emoción, que da a los observadores este pensarlos en nostalgia y melancolía. Sabiduría y no, pero el astro que vieron por segundos jamás lo volverán a ver. De allí la acuosidad que mana de sus ojos por el breve descuido al, digamos, endulzar su taza de café. En cierto poema de Galeano se lee que por envidia de los supremos el hombre perdió la capacidad de ver más allá del horizonte; los observadores apelan a los instrumentos para recuperar esta carencia fatal: acuciosos y decididos. Es en todo cierto que el deseo vehemente que los impulsa a observar les llena de deseos y por eso aumenta su falta de nada, su vacío amplio como el cosmos al que día y noche dirigen sus máquinas. Y es en esos extractos de su solitaria actividad, de su búsqueda solícita, que me siento como ellos: un observador acuoso.

martes, octubre 20, 2009

El frío llegó.

Me abunda una soledad impresionante. No es de esta noche. Han cesado los viajes de bus. Y las caminatas más breves que he dado nunca se vuelven rutina. Dónde están aquellos éxtasis. Aquel cansancio que dejé en algún sitio de parque. El olor de las camas. Las camisas arrugadas. Las semillas en mis bolsillos. El tiempo apresurándome. Dónde han quedado los dibujos que hacíamos y hacían las cosas. Me despierto pensando-te en estas noches sin sueño. Noches sin ti y con frío. Con el brazo torcido. Con los ojos cerrados engañando a las sombras y la memoria.


sábado, octubre 17, 2009

lunes, agosto 17, 2009

Las palabras que saltan

Muchos yo soy. Soy las voces que atravieso cuando camino. Este síntoma que recorre mi cuerpo: dolor lánguido. Soy una palabra que se dice para encontrarme cuando mi ausencia destella en la noche. Esta sombra que proyectan mis ojos en la ciudad y sus símbolos. Este dejarme vacío, este sentirme contento para llenarme. Soy un baúl nutrido de viajes: al abrirse soy el aroma que inunda la habitación. La yerba que crece en los perímetros de la casa. Los pensamientos de mi padre cuando avanza por el Puerto. La ternura con que mamá pica la cebolla. Este avanzar soy. Las letras que saltan.

Malecón

jueves, junio 25, 2009

viernes, junio 19, 2009

Ahora que llueve

Porque tendría que salir. Abandonarme. Dejé que las cosas se hicieran silvestres en las habitaciones. Salí entre semana, cuando no lo hace nadie y cuando en las terminales hay más silencio. No quería que me vieran partir. Al final de la tarde el espesor de las ventanillas de bus era la única barrera que impedía situarme allá, cerca de ti, ciudad. No te gustaba que me gustara el centro, deberías descentrarte—me decías—pero no podía estar lejos del ombligo, lejos de sus ventanas llenas de libros o del sonido en la sola noche del metal de los pasamanos; tal vez era la ausencia, o esta repentina forma de vida que me cobraban las circunstancias. No te gustaba que comiera con los vagabundos, que les diera dinero, en esas horas álgidas de enero cuando más—decías—lo necesitaba. No te gustaba mi silencio cuando caminaba por Moneda mirando la escultura del cielo. O que hablara de poesía en los banquetes, en las horas de comida en que fortuitamente coincidíamos. Decías que nadie podía comer con palabras, y yo no te decía nada, me quedaba pensando y eso tampoco te gustaba. Me gustaría poder cantar Argerich en las plazas—te decía—y yo te señalaba en la cartografía de la ciudad el nombre de ellas. No te gustaba mi alegría seca inexpresiva. O no sabía cómo expresarla porque casi siempre un mutismo te rodeaba cuando ibas conmigo. No te gustaba que llorara, que mostrara una debilidad hasta antes desconocida para mí, pero a eso le debo noches bastante lúcidas y de extrema tristeza que agujeraron mi personalidad dándole un carácter, quizá un sentido. Me acompañabas. La ciudad era nuestra orilla, o al menos eso pensaba porque yo me quedé a la deriva de ésta. La ciudad de los libros en las ventanas.

A fines de junio eran más constantes las lluvias. Yo viajaba a casa cada noche. El parabrisas atrapaba por instantes las gotitas. Imposibles de aferrarse a la superficie lisa descendían dejando infinitas siluetas que modificaban el contorno de los edificios y sus sombras. Entre luces y tu presencia deformada a cada vuelta de rueda yo me fui alejando. Aterido, me acerqué al mostrador y compré un boleto. Los huesos de mis manos crujieron cuando tuve ese papel: insignificante, minúscula verdad. Los objetos me rodeaban, las cosas ocultas me confundían, pintaron misterio en mis ojos. Estaba solo, no podía ser medroso. La altura del andén era imprecisa, los pisos reflejaban doblemente esa inmensidad haciéndome parecer una mosca en un cuadro de Blake. El viento se colaba por las vitrinas, proyectaba en mi frente su dardo frío. La espesa despedida de la ciudad se manifestaba, quizá intentando liberar de mi mente los recuerdos que sólo de ella llevaba en mi equipaje. Nunca había escuchado la voz de un verdugo. El hombre avisó que había llegado la hora de dejarla. Que preparara mi boleto. Hurgué en mi chamarra, y temí por instantes no encontrarlo. Lo leí y con certeza señalaba la hora y el lugar de mi destino. Con un lapicero escribí otra palabra apresurado en él, señalando un destino ideal. Emborronado el boleto, el hombre dudó en dejarme pasar. Yo no hacía caso de lo que hablaba con un asistente. A través del cristal podía mirar a los que, como yo, se iban. Las señoritas con sus maletas despidiéndose de sus viejos, los que llorosos alzaban la mano como si enseñaran el corazón; los uniformados guardando objetos del piso, bolsas que contenían las voces de los adioses a las once de la noche y que me resultaban preciosas moviéndose por ese impulso invisible como si fueran mariposas. Me dijeron que habían revisado en su base de datos y no había tal lugar, que no existía eso adonde dice el papel que iba a viajar. Que tal vez había una confusión, pero podía irme en el que habían voceado ya que la hora coincidía. Fue el momento de partida.

martes, junio 02, 2009

Dos relatos

Aproveché la tarde para leer. Todavía había restos, entre bolsas ziploc, de pizerolas y la última copa de vino no fue suficiente. De entre todas las palabras, hubo dos textos que me pusieron nostálgico y me trajeron las memorias de cuando dejábamos Porto en ese taxi y de aquellas tardes en la ciudad de México cuando, por motivos académicos y de gusto, convivía con vagabundos.

1. 1. El taxi avanzó con rapidez por las calles de la capital, dejó atrás los edificios del partido, la universidad con sus históricas estatuas, los museos y los rascacielos modernos y franqueó el puente tendido sobre el río. Yo me dirigía al aeropuerto. Comprendí que veía por última vez lo que estaba viendo.

Dispersos en torno de esos edificios, suspendidos como avispas entre esos monumentos, había veinticuatro años de mi vida. El saberlo no me causaba emoción: lo mismo podían haber sido veinticuatro días o veinticuatro siglos. Mi memoria, desgarrada y despareja, parecía un viejo camino sembrado de guijarros.

El aeropuerto. Fiscalización del pasaporte. El asiento de pana del avión. El despegue. Seguí meditando que mi cuarto de siglo había estado esperando esa partida, que el tiempo en el cual yo penetraba ahora era inconcebible. Ahora, llevado por el aire, me inquietó la idea de que yo no había hecho nada, en los últimos años, para tornar más real mi inminente llegada a otro continente. Sólo la partida tenía realidad. Me sentía engañado y robado: tantos años sólo me habían llevado a un asiento de avión.

Si yo hubiese podido mantener a aquel aparato permanentemente en el cielo, desafiar a los vientos y a las nubes y a todas las fuerzas que lo empujaban hacia arriba y lo arrastraba hacia la tierra, lo habría hecho de buena gana. Me hubiera quedado en mi asiento con los ojos cerrados, esfumadas toda mi fuerza y mi pasión, mi espíritu sereno como una percha debajo de un sombrero olvidado y me hubiera quedado allí, intemporal, indimenso, no juzgado, sin molestar a nadie, suspendido eternamente entre mi pasado y mi futuro.

2. 2. Caminé por los distritos donde vivían rodeados por el hedor y la enfermedad. No tenían nada que poseer ni de qué enorgullecerse. Los unía solamente la tonalidad de su piel… y yo, les envidiaba.

Caminé por las calles con el calor del bochornoso día y atisbé en las habitaciones llenas de niños que chillaban y de colchones podridos apilados en el suelo. Los viejos y los enfermos yacían estirados sobre sus camas o muy inclinados en sus sillas. En los callejones ciegos, vi a las muchachas en grupos, riendo. Observé a los niños que vociferaban jugando a la pelota en los baldíos, vi a los paralíticos y a los drogados despatarrados sobre las veredas… obstáculos vivientes para los ciegos y los idiotas. Contemplé a los niños mugrientos que arrojaban botellas contra las latas de basura jamás vaciadas, que perseguían a los gatos y a los perros y se perseguían entre sí alrededor de los automóviles abandonados que insistentes rateros habían despojado de todo lo que tenía algún valor y de trozo de goma y tela.

Les envidiaba a los que vivían allí y parecían tan libres, no teniendo nada que lamentar ni esperar. En el mundo de las partidas de nacimiento, los exámenes médicos, las tarjetas perforadas y las computadoras, en el mundo de las guías telefónicas, los pasaportes, las cuentas bancarias, los planes de seguros, los testamentos, las cartas de crédito, las pensiones, las hipotecas y los préstamos, ellos vivían desligados, cada cual consciente de sí mismo.

Si yo pudiera, por arte mágica, hablar su idioma y cambiar el color de mi piel, la forma de mi cráneo, la textura de mi cabello, me transformaría en uno de ellos. Así, expulsaría de mi la imagen de lo que había sido antaño y de lo que podía llegar a ser; ahuyentaría el temor a la ley que había aprendido, la idea de lo que significaba el fracaso, la vara que medía el éxito; desterraría el sueño de la posesión y los símbolos de la propiedad, las credenciales, los diplomas, los contratos. Este cambio no me dejaría otra alternativa que seguir vivo.

Así, el mundo empezaría y moriría conmigo. La ciudad me parecería una mutante entre las maravillas del mundo: sus chimeneas contaminarían el aire, sus raíces envenenarían la tierra, sus tentáculos opondrían un hombre a otro y estrangularían a ambos en su pugna sin esperanzas. Trazaría el mapa de los caminos y túneles y puentes de la ciudad, sus subterráneos y canales, sus barrios adornados por hermosos hogares llenos de objetos inestimables, bibliotecas raras y hermosas habitaciones, sus inteligentes redes de cañerías y cables y alambres bajo las calles, sus departamentos de policía y estaciones de comunicaciones, sus hospitales, iglesias y templos, sus edificios administrativos atestados y empleados serviles. Luego, libraría la guerra contra esa ciudad como si se tratara de un cuerpo viviente.

Kosinski

lunes, junio 01, 2009

Escritos en dos tiempos.

¿Escucharas el teclado? ¿escucharas su respiración entre palabras, su despertar calibrado a dedos? Insomne. Horas de cuadrilla, horas dulces, de cantos de sirena, de antologías, de exámenes propedéuticos. Horas intensas en las que te pienso como si viera la anatomía de una paloma, con sus alas extendidas y sus ojos disecados. ¿Puedes, me estás escuchando? Yo veo el absoluto silencio de la tarde, cómo se despliega, cómo bate, cómo se ancla en el contorno de una ciudad que se va borrando. Ojos de esclavos en los vecindarios; de las balaustradas los perros gimen ladridos inertes y los amantes se envuelven en caricias ocultos por cortinas verdes . ¿Me ves, podrá esta tarde traerte? Podrías ser un soplo ligero y allanar el antepecho de la ventana; tal vez ser una palabra que callo y que surge a las otras. En mi vida estás. Horas pequeñas. Mundo que acaso calla. Yo lo callo. Cierro mis ojos para desaprender. Dejo los relojes en la habitación de la imaginación donde estabas diciendo que me amabas, y tus besos eran plomo, pero el amor no es el metal que éste dejaba en mis labios, su sabor es una cosa incomprensible y extraordinaria. Ahora que la tierra humedece tu vientre y que tu cabello asciende entre los árboles y la vida no cesa su avance, inexorable, y me acuchilla; ahora que me hago pequeño al pensarte y tu nobleza desfigura mis razones; ahora que la espera deshace estas caricias que tenía para darte porque no encuentro un cuenco donde depositarlas; ahora que te has ido y que al llevarme en ti dejaste sólo mis palabras y los haces de luz que se desplegaron en el cielo como un manto abierto; ahora quedo estático, mudo, solo, sin rima y sin objetos. Y la tarde permanece igual previendo la furia posible de la noche. Esta tu boca que ronda en mí, estas tus manos que crean lo posible, éstas… las mías, que penosas parecen desistir. Sucumbo y resisto. Y por eso sufro, porque adonde tú no ves es mi camino, adonde tú no tocas son los muros y los pisos donde se demora mi vida. Porque ahora, adonde tú duermes yo quisiera descansar mi ruidoso lamento y ser parte de ese sueño congelado y bello… y yo, alejado de todo, quedo exiguo de aliento, ermitaño en la ciudad de caras grises con sus montañas empapadas de fuego y las sonrisas diurnas; donde el sol se escurre por las cloacas, y gritos de perros furiosos me persiguen como una trampa. Palabras deshaciendo este fluir. Entonces empiezo a desbordarme, y soy los colores que veras mañana: imposible de tocar, imposible de mirar, imposible de estar, sólo siendo una presencia en las cosas que hacen al mundo, en los diálogos. ¡Ah, si este calor me librara de todas las esperanzas! y yo, incómodo, desistiera de mis impulsos, entonces podría ser como el pájaro que vuela empañando la claridad del cielo. Noche ligera, por qué tienes que llegar, por qué acabas con el tiempo. Por qué tu cuello no es más alto para concebir un día más longevo y primitivo donde pudiera estar simplemente, franco, parco, feliz, contigo. Pero no es este tiempo lo que me acelera, no son estas manos que me impulsan como si fueran pasos, es algo más, es un intento, algo que se me traba en una parte del pecho y que duele cuando sale, cuando lo anuncio, y encuentro en este duelo una esperanza, un yo más real, algo que imanta mi presencia a ti.

domingo, mayo 24, 2009

Profiterol

Observó a su mujer al cruzar la calle. Llevaba el chaquetón rojo que siempre juraba que iba a tirar pero que siempre acababa recuperando del fondo del armario año tras año. Ella era así con todo, y justamente esa singularidad fue lo que la atrajo de ella cuando la conoció. La misma ropa una y otra vez, los montones de pintalabios que nunca tocaba, aquella canción... El torbellino de la vida que entonaba siempre que cocinaba croquetas formaba parte de una vida que le parecía ajena, y que tenía pensado abandonar entre el segundo plato y el postre. Se daba cuenta de la incongruencia a la vez extraña y lógica del lugar que había elegido para dejarla, precisamente allí se había dado cuenta por primera vez de que ya no la quería. Cuando ella esbozó una sonrisa, él se sintió con ganas de gritar: te voy a dejar sin no sonrías más, pero simplemente le ofreció un poco de su aperitivo. Eso era algo que también le sacaba de quicio de su mujer. Ella nunca pedía aperitivo ni postre pero siempre se comía los de él casi enteros. Y lo peor de todo es que él siempre acababa pidiendo lo que le gustaba a ella. Ya no sé si realmente me gustan los profiteroles—pensó—con un aire grave y solemne. Cuando ella se hecho a llorar, como no la había hecho nunca, lo primero que pensó es que ella sabía que la iba a dejar por María Cristina, la fogosa azafata a la que amaba desde hacía año y medio. Ya está—pensó él—lo sabe, hace tiempo que lo sabe, debería haberlo imaginado.  Sin dejar de llorar ella sacó unos papeles del bolso y se los entregó. Con una terminología médica aséptica, decía que tenía leucemia en fase terminal. En un instante el motivo del almuerzo se esfumó de su pensamiento, y una extraña voz metálica empezó a decirle: debes estar a la altura de las circunstancias. Y eso fue lo que hizo. Para empezar, pidió tres raciones de profiteroles para llevar, y envió un mensaje a su amante: olvídame, Sergio. Dispensó a su mujer todas las atenciones que hasta entonces ella le había reclamado: colgar los cuadros que esperaban por toda la casa; acompañarla al cine por la tarde para ver sus películas preferidas; ir de rebajas con ella pese a detestar las compras; leer en voz alta “Sputnik mi amor” de Murakami, y todo, incluso las cosas más insignificantes tenían otro sabor desde que sabía que esa sería la última vez que podía hacerlas para ella. De tanto comportarse como un hombre enamorado, volvió a enamorarse. Y cuando ella falleció en sus brazos, él cayó en un coma emocional del que nunca llegó a salir. Aún hoy, después de muchos años, se le encoge el corazón cada vez que ve a una mujer con un chaquetón rojo. 

I. Coixet

jueves, mayo 21, 2009

Yo con caballos.

Es preciso escribir-te con el peso de las palabras en mis dedos, siento que brotan, todo mi cuerpo siente, dentro de mí fluyen fragancias, una ciudad, una cueva. Soy la tierra donde las hormigas guardan su pesada carga: un trocito de hoja que flota en el viento. Soy interior, hacia dentro. Soy la palabra no dicha y este sentir que muero. Me sumerjo en mí. Dejo este cuerpo, que la lluvia se lo lleve, que flote sobre un río, que se mueva solo para que sueñe con sus viajes, para que me escuche. Siento el peso de mis dedos, solo, conmigo.

Photobucket

viernes, mayo 15, 2009

Reunión

He salido, he escuchado sus voces apenas, Ruidosos ambientes. Decadentes. Eclécticos. Artificiales, por eso gustan. Es cierto que se reían y cantaban. Se hablaban de cerca, al oído, como si se contaran secretos. Después bebían su copita en el vaso jaibolero, se miraban sus manos, se tentaban para idolatrarse, me decían no sé qué. El humo que me arrojaron los desconocidos, los de más allá, los que le hacían eco a la alegría y baile de mis amigos, escaso atravesaba todo el lugar. Yo cada vez menos allí: observé el neón atrapado en cubos en esferas en poliedros que colgaban del cielo raso. Los sillones mullidos de colores. A los que se me acercaron para ofrecerme algo de la carta, con su disfraz de médico y guantes de taxidermista. Las tramas de las etiquetas de botellas llenas de licor. Me fuí, y sentí al salir el aliento frío de la noche. Me transformé, tal vez, en un pedacito de hielo o en la pluma que llevaban en el cabello las mujeres con su rostro repleto de colorete, me volví cosa. Todavía discutí con el “portero”, o cómo llamarle a esa gente triste a la entrada del antro, que no quería dejarme salir. Respiré, pedaleé. Viento de la noche. Cielo que cruje. Luces de la calle. Sentí estas cosas como si hubiese estado orando. Volteé, salí.

jueves, mayo 14, 2009

Símbolo

mex

Era una guitarra Ramírez, la había traído de Chicago. Sin chovinismos. Me contó que había pegado el logo en una parte de ella, para, entre otras cosas, recordarnos. Un sello como transporte, un símbolo que le rompió -vaya que por momentos- su aspereza. Esta tarde pasaba el exacto sobre las hojas y éste aparecía cada que giraba alguna de ellas... Cerraba los ojos... recordaba. Mas duele pensar cómo sangra mi país. Cómo se va borrando cada día a cada paso. Pronto sólo quedarán estos símbolos inmersos en la memoria. Ojalá ocurriera una epidemia de girasoles, un brote exagerado de ellos: en las carretillas, en las cubetas, en las macetas, en los puestos de periódicos, en las banquetas, en los árboles, en las lámparas de la avenida, en la cumbre de los cerros, en los presbiterios de las capillas, en los mercados, en los trabajos, en las terminales de bus, en las sonrisas de muchachas, en los paraguas guardados, en el maullido de un gato, en mi aliento, algo, algo…

miércoles, mayo 13, 2009

Dos días antes jugabamos a recrear el mundo...

En las noches escribía a lápiz y pintaba líneas zigzagueantes en las paredes blancas de mi cuarto, a veces Autocad, mis ojos se dañaban. Las estampas en los muros eran falsas ventanas. Entonces cerraba los ojos y te acompañaba a caminar. Tengo que recorrer tantas distancias para ir a encontrarte. Te pienso mucho. Tu nombre me refresca ahora, horas de autómata. Cierro los ojos y veo este muro blanco de antes, coloreado de un rojo intenso, nombres de calles y de las cosas se proyectan en todo momento. Qué alegría saber que no eres algo que me invento, que existes… y yo te daba regalos “tan perfectos en medio de la noche”, me llegas adentro, adentro en mí. Quisiera que sonara el teléfono y sentirte tan cerca, que tocaras la puerta como el viento que choca y choca. Sí, en esta noche nublada: tu voz sería una sonrisa en este día aciago. Que sonara, que sonara como si hubiésemos quedado de vernos en algún sitio, por Dios, que llegara una carta, para salir, luego a otro lado. El tiempo: “Que el tiempo no camine hacia atrás es su secreta rabia - Ingrimm -” (ib.; 205), es decir el Grimm del adentro, el In-grimm, la furia incorporada, cálculo rencoroso y titubeo sobrecogido por la… El tiempo que no le ha hecho daño a mi recuerdo de ti. Agradezco al mundo saber tu nombre y que me quieras, eso me ayuda a caminar sonriente.

lunes, mayo 11, 2009

Insomnio

Ahora estoy dormido y mañana qué. Escucho los pasos y las voces que me siguen de mi ayer. Y pienso en ese abril en que dejé mi depresión en las paredes de ese cuarto y salí a eso de los anillos. Eso me tiene aquí. En esta cama que noche a noche, como si de un mal se tratara, me hace viejo, me absorbe. Alguien se asoma entre la puerta. Siempre la cerraba, era ese miedo, era éste. Es el rostro de mi soledad sus pasos y sus voces que escucho cada noche. Dónde la he olvidado. Dónde la dejé. Me ha encontrado y sus murmullos me impiden dormir. Pero mañana qué. Inmerso en esta ciudad invisible para los ojos del mundo, donde la gente olvida a cada segundo sus alegrías y sus tristezas, sus agonías y sus pecados. A qué despertar. Inciertas horas. Las palabras me acosan.

sábado, mayo 09, 2009

viernes, mayo 08, 2009

Armonías

Hay canciones que me gusta repetir, dejar que suenen y suenen. Sin embargo hay algunas que están hechas infinitas: pueden prolongarse indefinidamente. "Pa' llegar a tu lado" es una de ellas, interpretada por Lhasa, con una voz casi llorosa y con un ritmo de vals únicamente ejecutado por un piano. No se requiere de un artificio más. La sola voz es todos los instrumentos y las escasas armonías que la acompañan suenan sólo para marcar el paso del tiempo, su delicada permanencia. "Tuve que... perderte pa'... llegar donde tú estás", Lhasa canta, las palabras son lo único que deforma y exalta, lo que prolonga infinitamente, lo que contundentemente señala a dónde se quiere ir. Hay momentos en que hay una pausa prolongada y pareciera que la canción termina, un silencio como el espacio entre los planetas, pero después su voz resucita el sentimentalismo, resucita el tiempo que me hace pensar en las novelas de Kosinski. Yo la repito incesante. Anoche me acosté con ella, sonaba como sonaja, arrullaba. Era un espacio donde podía estar bien. En Neufert son ochenta centímetros de espacio vital, yo me asombro de que la música pueda provocarme esta tranquilidad. Toyo Ito construyó una casa que cambiaba de colores de acuerdo al ánimo, me pregunto qué música escuchaba y, si alguno de los habitantes de ese espacio por olvido haya dejado encendido el aparato de sonido con, digamos, Dvořák, la casa habría tenido desde fuera, tal vez, la visión de una cascada de colores. Tal vez esto pase con mi cuerpo. "Tuve que... perderme pa'... llegar donde tú estás". Tal vez soy un caracol que carga con su casa. Por eso mi dolor de espalda. Por eso mi inclinación a caminar. Pasos. Tal vez.

martes, mayo 05, 2009

Lontananzas

Es difícil saber si en los miles de millones de movimientos de rotación y traslación de la tierra, ésta se hubiese desviado un poco de su órbita o hubiese sufrido un leve ladeo. Tal conjetura viene a cuento porque para octubre de 1946, al menos en la región central de Coahuila, hacía un calor de los mil demonios. El desconcierto de la gente era tan grande como para prever que el clima no iba a cambiar en noviembre, ni en diciembre, siendo que muchos fantaseaban con la posibilidad de celebrar la navidad sudando y abanicándose. Lo que nunca había ocurrido, ahora sí y ¡ni modo!: el desplazamiento climático era un hecho y tal vez hasta enero, o quizás hasta febrero, comenzaría el frío, no tanto como para enchamarrarse empeoradamente, pero sí algo. Incluso no faltaban unos que pensaran que el verdadero clima gélido (el de siempre) empezaría en marzo o en abril del año siguiente, y lo más exagerado era que algunos cuantos pensaran que ya nunca haría frío sobre la faz de la tierra y que tampoco llovería (ni de broma) y blablablá; pero tampoco nadie de por ahí hallaba la causa inequívoca de este fenómeno, casi todos lo atribuían a una venganza divina. Acaso todo esto se debiera a que la humanidad se estaba portando tan mal que merecía lo peor: un calor perpetuo y matón, a lo bestia, ¿verdad? Ojalá que no, pensaban otros: que Dios apretaba, pero que era incapaz de destruir lo que él mismo había creado.

En fin, lo del calor se pone por encima en el entendido de que los miles de historias que suceden por estos confines estarán supeditadas a un derretimiento perpetuo. Ojalá que no, pensamos nosotros, nomás porque es conveniente pensarlo así.

Es más, adelantémonos de una vez a los augurios fantasiosos de la prole de por acá para revelar -acaso vulnerando el decurso lógico de una trama- que para diciembre de 1946 de un día para otro el clima dio un vuelco tremendo. Primero cayó un aguacero (con granizo matador) en gran parte de la región, lo que provocó, casi de inmediato, que se dejaran venir vientos muy helados, sobre todo del norte y del oeste; fue así, y lo que sigue lo abordaremos a su debido tiempo... De modo que ahora se antoja abanicarse.


En "La necesidad de santidad", texto de Daniel Sada.

miércoles, abril 29, 2009

lunes, abril 27, 2009

Eventos

"La forma mas efectiva de crear un estado policial es declarar una emergencia sanitaria" (Hans Aumeier).
Spaceball
http://www.youtube.com/watch?v=PMMZvbvUcAk

martes, abril 21, 2009

domingo, abril 12, 2009

Desaparecer del mundo

A Nicolás.

La extrañeza está frente a mí, todavía oigo tus pasos. La nostalgia me abraza, todavía oigo tu música. Todavía me acompañas. En qué soledad se nutren tus palabras, por dónde van. Será posible estirar los brazos y acercarnos, acercar el tiempo ido, inexorable. En el recuerdo viene tu fortaleza a estabilizarme. Me siento débil. Mi piel cambia. Los días pasan rápido, las nubes por momentos dejan de tener formas sorprendentes y cuando camino por las calles casi siempre se me olvida que las sombras queman, me canso de no ver y olvido que los árboles son mis amigos, esos son mis dolores, pero no me los trae el día sino que me los fabrico, en una maquinaria de sensaciones y miradas... Quiero volverme, de una vez por todas, viento o mejor suspiros de personas que no conozco, que nunca voy a conocer. Las flechas en el viaje apuntaban a las ciudades, palabras y nombres de mujeres que nunca visitaré. Esas son mis desdichas. Creo que estoy hecho de lágrimas y risas, de encantos y desesperos, de temores y acciones, cada día me siento como un mortal confuso. Día a día en la ciudad reconozco en la cara de los demás mis recuerdos, esperando poder encontrar la forma de decir cómo veo, ser violento a mi manera y despojarme de las ideas que me justifiquen todo. Esta ciudad siempre ha sido extraña y extraño a un amigo que me reciba y me haga sonreír. Sin embargo hay que recordar que el camino siempre conduce a uno mismo y que caminamos para desaparecernos. Hay que recordar que estar solos, como también la distancia, son caminos a la propia sabiduría.




Abril

jueves, abril 09, 2009

de "Poética para cosmonautas"

“Cierta ingravidez”

Pienso en cierta ingravidez ácida
de manzana
y en cómo (suspendidos en el aire)
nos acurrucábamos entre librerías sucias.

Pienso en este espacio débil
haciéndose enorme a empellones.

Pienso en la tierra fértil
que abandoné.

Pienso en cierta ingravidez
y en cómo pasar el rato
con un extraño habitando
en el interior de mi costado.

...quiero este libro..

sábado, abril 04, 2009

Mensajes

De conversaciones tenidas por allí con un buen amigo, encontradas casualmente mientras se enfría el boing y yo busco sin afán la foto del viejo.


Nunca revele sus contraseñas o números de tarjetas de crédito en una conversación de mensajes instantaneos.

Eduardo dice:
quien se enfermo?
Eduardo dice:
es grave?
Inti dice:
no lo se, hay una familia como te dije que viene a hospedarse en mi casa.
Inti dice:
solamente se que esas personas son amigos de mi padre
Eduardo dice:
ok
Inti dice:
y es por eso que llegaran aca, para no pagar hotel
Eduardo dice:
te mandaron saludos
Eduardo dice:
aunque mencione que estabas en la India
Inti dice:
quien manda saludos
Inti dice:
por que dices mentiras
Inti dice:
buenas por cierto
Eduardo dice:
Isabel llamo en la tarde que llegue, cuando nos vimos
Inti dice:
muy buenas mentiras
Inti dice:
Isabel?
Inti dice:
quien es Isabel?
Eduardo dice:
menciono que si podrÌas comprar una buena tabla de po alla
Inti dice:
no se ci creerte
Eduardo dice:
Isabel la pequeña
Inti dice:
tus mentiras confunden
Eduardo dice:
en serio!
Inti dice:
la pequeña
Inti dice:
cual es su telefono para averiguarlo
Eduardo dice:
le comente que justo por la mañana me acordaba de ella
Eduardo dice:
55942380
Inti dice:
mentira
Inti dice:
piadosas mentiras
Eduardo dice:
cierto
Inti dice:
lo que no entiendo es por qué se acuerda?
Eduardo dice:
le dije que me habÌas llamado de algun lejano lugar asiático
Inti dice:
sabes que si le llamo quedaras como un mentiroso
Inti dice:
un buen amigo mentiroso, excelente amigo por cierto
Eduardo dice:
llama
Eduardo dice:
di que es de larga distancia
Inti dice:
como crees?
Inti dice:
entonces yo serÌa el mentiroso
Eduardo dice:
como veas
Inti dice:
sabes estuve leyendo algo acerca de tus teorias
Inti dice:
sexuales sobre la arquitectura
Eduardo dice:
como cual?
Eduardo dice:
jajaja
Eduardo dice:
pornografÌa arq
Inti dice:
ya sabes sobre lo que me comentabas acerca del edificio puro
Inti dice:
mas o menos
Inti dice:
es muy bueno
Inti dice:
hay un fulano que tiene la teoria de que el edificio Chrysler de NY es homosexual
Inti dice:
y el Palacio de la Alhambra de Granada España es impotente
Eduardo dice:
jajajajajaja
Eduardo dice:
como crees?
Inti dice:
segun el, el hombre pone su semen en todo lo que crea
Inti dice:
lo que hace
Inti dice:
y que toda obra llevada a cabo por uno entonces es
Inti dice:
susceptible de ser analizada
Inti dice:
en funcion de su carga erotica
Eduardo dice:
eso es interesante
Inti dice:
muy bueno, me gusto bastante
Eduardo dice:
el solo imaginar a los albañiles eyaculando en el cemento subidos en los andamios
Eduardo dice:
y pensar en mujeres que restregan sus cuerpos en esos muros
ghost dog dice:
es extraño
Eduardo dice:
el jueves me regaño tu maestra favorita
Inti dice:
amigo, cuidado, los edificios son una especie de seres obscenos
Inti dice:
eso es por tu culpa
Eduardo:
me regañaron por deshumanizar a la arquitectura y al urbanismo
Inti dice:
no es posible que no le puedas llevar la maqueta
Eduardo dice:
ella no ya la vio y quedo complacida
Inti dice:
que saben esos tipos de humanizar
Inti dice:
el solo hecho de considerarse humanos
Eduardo dice:
Ada fue la que me regaño
Inti dice:
ya les da un derecho de decirlo
Inti dice:
patrañas
Inti dice:
bah
Inti dice:
°
Eduardo dice:
mi trabajo es deshumano
Inti dice:
se piensa en la arquitectura como si pensaran en leer su seccion favorita de la seccion amarilla reclinados en la ostentosa silla de baño
Inti dice:
pues que bueno
Inti dice:
que bueno que deshumanices entonces
Inti dice:
que sea mas deshumano
Eduardo dice:
no analizo las caracteristicas principales del impacto urbano a un nivel "humanizado"
Inti dice:
entre uno mas se aleje de lo humano dejara de vivir en esto, llamado regla, ley o sociedad.
Inti dice:
patrañas
Eduardo dice:
eso pensé
Eduardo dice:
sin embargo parte de lo que dijo tiene algo de razon
Inti dice:
lo que debe de hacer, a mi juicio, es tomar mañana el primer camión a la frontera
Inti dice:
y dedicarse a pasear perros por unos meses
Inti dice:
y ya entendera lo que ES LO HUMANO°
Eduardo dice:
jejejejeje
Eduardo dice:
eso es buenisimo
Inti dice:
endewdfeiofefbewifrufufrwfbrefbroa
Inti dice:
ejwblifubsfirflaefnrlaigrtgbpnsafjdafirufie
Inti dice:
iruefhrweufsibfafdioafafandakjfniuafaÒlfnrea
Inti dice:
fnrufytbabvtbgdrflsjaÒdifdufdfdfd
Eduardo dice:
y eso?
Eduardo dice:
estas en trance
Inti dice:
teclado, tecleando.

(sic.)

Apuntes de una libreta de 2001

Lenguaje es un sustituto de lo que se quiere hablar, de lo que se quiere referir. El problema del lenguaje es que no es lo que
se quiere decir. Es una forma de abstracción y se representa.
"para los parámetros estéticos modernos, era ella espectacular"
La diferencia entre dos palabras: CULTURA y CIVILIZACIÓN.
Sobre el correcto uso de estas dos palabras.
¿Toda cultura forma parte de una civilización o viceversa?
¿Cuál es la diferencia entre la palabra cultura y la civilización?
Toda civilización es un fenómeno cultural, es decir, toda civilización es cultura, pero no toda cultura es civilización.
Civilización es un concepto más "omniabarcable".
Sobre cultura: segúnla clase, todo lo que el hombre hace que no es estrictamente biológico.
Ej: "comer es biológico", "la forma de comer no es biológica".
Sobre si dejas de ser animal, es decir, si crees que mientras más cultura poseas serás más hombre. Mentira, se podría escribir que "el hombre es como un edificio de capas".
SAN PABLO: II epístola de los corintios: La capa de abajo del hombre es animal, a medida que crecemos, en el sentido biológico y cultural, vamos agregando más capas. El hombre tiene su base en lo ANIMAL.
CULTURA ES ANTERIOR A CIVILIZACIÓN
Civilización, palabra que viene de un término romano, civis: ciudad; la finta es que creemos que la ciudad nos hace superiores, se puede escribir, nos hace civilizados, pero no más cultos.
Civilizado entonces, tiene que ver con la cultura urbana, pero esta palabra tiene un sentipo peyorativo, puede ser para el que no la conoce como un tipo de insulto.
Sobre lo natural y lo artificial: Lo artificial existe desde que existe el hombre, no hay artificialidad sin la ayuda de lo biológico. La palabra artificial es algo hecho por el hombre. Lo artificial es hecho por lo biológico, en el sentido de que el hombre es un ser biológico.
"Todas las mujeres tienen algo de hermoso" (pensar de varios indios).
GANESHA: dios indio de la sabidurÌa, su símbolo es un laberinto, y está representado por un hombre de abultado vientre con cabeza de paquidermo.
El lenguaje es el instrumento de la mente, este funciona a base de OPOSICIONES.
Nuestra mente no puede concebir algo si no existe lo opuesto. HERÁCLITO: el problema del blanco y lo negro.
La Idea judía: Adan no sabÌa que era hombre hasta que vió a Eva.
La raya blanca sobre fondo blanco, no se entiende el INFINITO.

domingo, marzo 15, 2009

Bicibicibicibici


Playlist para andar en Bici

01. Agosto - Héroes del Silencio

02. This is Not a Love Song - Pil

03. Homesic - The Kings of Convenience

04. Misread - The Kings of Convenience

05. Caymand Islands - The Kings of Convenience

06. New Slang - The Shins

07. Such Great Heights - The Postal Service

08. The District Sleeps Alone Tonight - The Postal Service

09. I Just Had to Die - The Knife

10. Heartbeats - The Knife

11. Inside of Love - Nada Surf

12. Ballad of a Thin Man - Bob Dylan

13. The Times They Are A-Changin' - Bob Dylan

14. Me and Armeni - Emiliana Torrini

15. La Chanson de Prevert - Kevin Johansen

16. Ta Voix Au Téléphone - Stereo Total

17. Dog On Wheels - Belle and Sebastian

18. Lost (acoustic version) - Coldplay

19. Teenage Kicks - The Undertons

20. My Room Is White (Flying Lotus Remix) - Mia Doi Todd

21. Sábado Gris - LOD

22. Lullabies - Headlights

23. My Party Is Better Than Yours - Emmy The Great

24. Jitterkadie - Death Vessel

25. So Long Old Bean - Devendra Banhart

26. Aztlán - Antonio Zepeda

27. Gobbledigook - Sigur Ros

28. Godan Daginn - Sigur Ros

29. Pink Moon - Nick Drake

30. Neopolitan Dreams - Lisa Mitchell


Desque que aprendí a andar en bici en Barcelona, el tiempo puede ensancharse o dilatarse. Las vueltas se resignifican.




jueves, marzo 12, 2009

De entradas por allí

"Lo perdido no exige ser recordado o atendido, sino permanecer en nosotros en tanto olvidado, en tanto perdido y, únicamente, por eso, inolvidable. En todo esto el ayudante juega a nuestro favor. Él deletrea el texto de lo inolvidable y lo traduce a la lengua de los sordomudos. De ahí su obstinada gesticulación, su impasible rostro de mimo. De ahí, también, su irremediable ambigüedad. Porque sólo puede haber parodia de lo inolvidable".

domingo, febrero 22, 2009

Moleskine B

Mientras te esperaba, compré una botella de agua a 2.50, Evián; noté el pavimento, el espacio con el lujo de los interiores de los edificios de los años setentas. Pavimento donde se pueden encontrar fósiles, caracolas, chinchetas...
Aretes, broches, pulseras, relojes, abrigos, chalinas, todo lo que necesitábamos para salir.
Entonces no quería pasar, y dejamos que pasara el que iba en sentido contrario. No era nuestro rumbo, pero qué si íbamos, qué si nos quedabamos.
Puedo seguir despierto.
Tenía que enviar esta foto, pero allí estaba su sombra, la niebla, el frío apenas. Felices.
Tenía uno para enviarlo por paquete y tú tenías uno igual.
Tenía húmedas las plantas, se podrá caminar sin los pisos mojados, se debería, levitaría. Me gustaban los colores del paraguas, tú rojo, yo azul.
La luvia me recibió, decías que el tiempo era bueno, y qué bueno este tiempo me traía a ti.
Qué era yo despierto: sueño.
Qué vendrá allí, sobre estos pavimentos, qué vendra.
Introduzca una descripción.
Son las seis pm en la ciudad, amanece.
Qué calle era, cómo saber, miraba los muros, el cielo frío, el sol metiéndose entre ventanas, en todos lados, menos en nuestros cuerpos, se venía la noche.
Las paredes me hablan.
Esta calle del vaivén, que nos trae de vuelta, que nos lleva, que conduce, que amplifica.
Llegamos por un barrio Duro, dimos la vuelta a los catalanes: turkos, marroquís pakistanís, filipinos.
Los verbos te seducen, las palabras las conjugas tú.
Níveles precisos.
Dónde, en dónde.
Ahora no hay agua de mar en mis ojos, el vidrio empañó mis pupilas, roja la tarde, mis huesos se adhieren, retumban.
"Cada vez es más sistemático el hombre, va perdiéndo su espíritu. Antés había palabras, ahora no hay ni..."
El pasaje es un trance, la calle pierde su sentido cuando se atraviesa, el automóvil se convierte en juguete, pasar es lo que vale, los pasos sobre el paso de cebra convirtiéndonos, transformándonos.
No se le puede decir que no expone en un museo-decías.
Miraba la comba: el techo del haitiano.
Conversaciones con edificios...
Siguen las palabras que se dicen al espejo.
A veces en los muros encontrábamos efectos que nos maravillaban, luces, grafitis, piedras, anuncios, juegos de niños, teléfonos para hablar a cualquier parte del mundo.
Sonríeme corazón. Te quiero.
Te quiero corazón. Sonríeme.
Son-ríe-me
ríe
me
Subímos Gràcia, y entonces estaba ese edificio, quizá la noche, su no esquina, sus marcos derramados. Sobretodo tú.
Hiciste la vista para el descanso.
Qué calle era, qué lugar.

miércoles, febrero 18, 2009

viernes, enero 30, 2009

Barcelona

Los aviones del Pratt; ya mucho me la citaba Maribel... :D

Es un bonito resumen de viaje.

Equipaje

Nos delata el equipaje
y la duda al caminar,
su prudencia pueblerina,
mi silencio en catalán.
La niebla de Barcelona
como un púdico tapiz.
Y allá vamos, soñolientos,
tras la sombra de Gaudí.
Poco importan las versiones,
los resabios de un lugar,
las postales consabidas,
la edad de una catedral,
la caricia minuciosa
de los siglos de humedad.
Y las gárgolas te miran,
sobrevuelan la ciudad.
Los mojones del camino
con su ambigua cicatriz
van marcando el fuselaje,
descascarando el barniz.
La distancia es un oasis,
una forma de mentir.
Visitamos los museos
codiciando souvenirs.