domingo, diciembre 19, 2010

Cervical

Mis dedos desnudos son la extensión de mi horizontalidad. De esta línea que el traumatólogo me aseguró perfectamente recta. Mi verticalidad en reposo traspasa mis pensamientos y los dolores de mis huesos. Mi cuerpo es arena removida. Hermético. Mi movilidad castrada. Cuando me llevaron en esa camilla dudaron de mi personalidad. Tuve que asegurarles que era yo y no otro. Mi nombre repetido mil veces entre topes y esa luz blanca como un símbolo de inmortalidad. Sí, yo soy⎯les decía. Mi voz no podía ir más allá de la pared reticulada de la sala de observación. Mis ojos abiertos de nada servían. Mi cuerpo es solo un transporte. Vulnerable. Fácil de quebrarse. Yo lo veía como si trajera arrastrando un tumor. Yo soy este cuerpo.

miércoles, noviembre 03, 2010

viernes, octubre 22, 2010

Equilátero

Los gallos están debajo de su prisma, es una estructura triángular extruída de concreto que les tapa el sol. Está dispuesto de este a oeste de tal manera que el animal accese por el sur o norte, evitando así el rayo de luz solar. Todos son gallos de pelea y permanecen varias horas en sus "tipis", como les llaman los pobladores a esas estructuras prefabricadas. Yo disfruto verlos. Por la tarde, cuando el sol desaparece detrás del cerro los gallos salen. Hay tensión porque los descrestados podrían pelearse, bueno, eso lo dice alguien que no sabe de sus maneras de crianza. Los gallos se despabilan y lucen en la opaca tarde sus plumas y de un salto se montan en la punta de su "tipi". Todos juntos. Parece que preparan su pecho para sacar su silencio. Parece que gimen una oración y quizá piensen en la pelea que los llevará a la muerte, en su vida breve. Una voces interrumpen la escena pero ellos no se alborotan. Impávidos, permanecen ecuánimes como una extensión más de la estructura. Pacientes de la noche, oscura, que llega y nos atraviesa a todos. A mí se me vienen pensamientos lánguidos y observo el ojo del animal, su parpadeo irregular, su pico filoso, sus desgarradoras patas. Las madrugadas han de ser ensordecedoras en la gallera. Aquí donde no abundan los grillos y los giros revolotean sus alas. Más allá se ve la cuesta que baja al río. En sus aguas dicen que se bañaban las mujeres de Tierra Colorada en los días de San Juan. Se tiene la creencia que eso las hacía más bellas y sobretodo algo en particular: les crecía el cabello. En el palacio municipal, está una fotografía de aquellos tiempos de tren, en ella se mira como un opaco enviroment el Cerro del Indio, luego el letrerito que avisaba a los viajeros que llegaban a esta tierra colorada y de gallos; en primer plano hay una hilera de mujeres vestidas con el mantón de flores tradicional y es asombrosa la longitud del cabello de todas: les llegan a los pies, a sus zapatos trenzados. A una de ellas un gallo le picotea el pelo de tan largo que le arrastra en el suelo. Ahora en este pueblo las mujeres son calvas o tienen el pelo ralo y corto, y los gallos mueren, coloreando más la tierra, desapareciéndola en la noche.

sábado, octubre 02, 2010

Ídem

A Rosendo Radilla Pacheco

Hay una forma de protesta que me molesta sobremanera: el recuerdo.

El recuerdo convertido en moda es peligroso y punza y lástima los hechos: los tergiversa.

La memoria allí está trastocándolo todo.

Hay lutos y luchas que se celebran con el merchandising. Son pretextos para el desmadre para el desfogue. Y me preocupa que se consideren banales y hasta jocosos.

Hay días precisos en que no celebramos o sufrimos en colectividad nada: eso es olvido.

Y los días en que ebullen de quién sabe dónde los gritos y las fechas es cuando llegamos con nuestra máscara y un caramelo a tratar de endulzarlo todo. A ser patriota mexicano. A ser cívico obediente. A ser nada entre el vacío de la masa. A ser activista comprometido. A ser un vándalo valiente. A estar convencidos de que ese dolor y esa alegría es también nuestra.

A falta de cicatrices se las quitamos a otras generaciones. La nuestra parca, tan quietos todos a pesar de que descansamos los fines de semana.

miércoles, septiembre 29, 2010

viernes, septiembre 24, 2010

Urbano


Sin ninguna esperanza
me detengo frente a una vitrina de carteras
en la Avenida de Nuestra Señora de Copacabana, domingo,
mientras el crepúsculo se desata sobre el barrio.

Sin ninguna esperanza
te espero.
En la multitud que va y viene
y entra y sale de los bares y los cines
surge tu rostro y desaparece
en un destello
y el corazón dispara.
Te veo en un restaurante,
en la fila del cine; de azul
diriges un automóvil; a pie
cruzas la calle
espejismo
que finalmente se desintegra con la tarde sobre los edificios
y se desvanece en las nubes.

La ciudad es grande
tiene cuatro millones de habitantes y tú eres una sola.

En algún lugar estás a esta hora, inmóvil o caminando,
tal vez en la otra cuadra tal vez en la playa
tal vez converses en un bar distante
o en el balcón de ese edificio de enfrente
tal vez estés viniendo a mi encuentro, sin que lo sepas,
mezclada a las personas que veo a lo largo de la avenida.

¡Pero qué esperanza! Tengo
una oportunidad entre cuatro millones.
Ah, si al menos fueses mil
diseminada por la ciudad.

La noche se alza comercial
en las constelaciones de la avenida.
Sin ninguna esperanza
prosigo
y mi corazón va repitiendo tu nombre
ahogado por el estruendo de los motores
llevado por el humo de la gasolina quemada.
(Por la calle).

Ferreira Gullar.

lunes, agosto 23, 2010

Viajem.

Te acostumbrarás pronto a estar quieta. Viajó a Orizaba. No se necesita conocer eso a lo que se va para moverse. En el viaje te olvidas de aquello que dejas y entonces buscas sin hallar. Se pierde la memoria y de eso se nutre el dolor que después llega. No es el sentimiento corriente de cansancio. En la huerta miraste las víboras mudando de piel. Tímida enterrabas sus viajes. Empujaste la roja tierra. Una deja caer la piel despacio y eso duele. Te ibas a Papantla, a Tecolutla: ese mar grave del golfo mexicano que te animaba al suicidio y a la vida. Cómo se puede querer dos cosas al mismo tiempo. Una mujer viaja. Dónde pone el énfasis. En el amor. En las estrellas. En los nombres. Esa noche quisiste tirar la piel que de la ciudad traías: caminaste entre la herrumbre de la ciudad caminaste apabullada por los pensamientos.


viernes, agosto 20, 2010

Copra

Carlos Iturburu Guerrero Manuel Rodríguez Bermúdez Alondra Murga Román Petra Salas Diego Inocencia Murga López Prisciliana Peña Gómez Juan Zúñiga Bracho Luis López Gonzalo Soberanis Palma Arnulfo Diego Escalona Gabino González Radilla Martín Celaya Pérez Juan Bracho Campos Saúl Hernández Radilla Alberto Vega González Mariana Aguilar Delgado Efrén Narciso Pacheco Celso Sánchez Peralta Delfina Gormín Yadira Silva Urieta Manuel Mora Muñoz Rodolfo Reyes Iturburu Saúl Cortés Guatemala Pedro Aguilar García Precadio Salinas Olivar Angel Cruz Lucila Santos Hernández Dalia Valencia Rodríguez Justina González Martha Dorantes Reyes Angel Sotelo Francisco Morales García María Hernández Jiménez Félix Nava Valle Eduardo Pérez González Jorge Sierra Castillo Oscar Loza Patiño Macario Ozuna

He puesto estos nombres, copiados del bloc de notas. He borrado la puntuación que los separaba. Los nombres de gente que no conozco. Los nombres que son palabras. Los nombres que son ecos. Los nombres que persisten. Los nombres de gente de Guerrero.

sábado, agosto 07, 2010

martes, julio 13, 2010

...........

Blanco, de un insistente blanco el color al frente. El día pasa, ellos conjugan verbos y la lluvia pasa también. Pronto se enderezará la noche en el horizonte. Pronto un ave cantará en la palma que atraviesa el cristal desde donde miro la planta de una piscina tapiada de abandono. Las luces se prenden y dibujan los trazos del camino. No hay huellas, los pisos humedecerán mis zapatos y ansiaran tu compañía, aérea.

domingo, junio 27, 2010

Ocaso

Empujado por el desanimo y tristeza de los que llevan playeras verdes, y uno que otro sentimiento de perro en azotea, he estado poniendo marcas de colores en la cartografía del país. Esto me facilita reconocerme. Acordarme. Haciendo este ejercicio mental descubro que hay pocas marcas en mi estado: Guerrero. Recuerdo el destierro en la infancia: a la ciudad, y la poca estabilidad que ha caracterizado a mi familia. Recuerdo los días llenos de tensión por las persecuciones políticas. Recuerdo esos pantalones, grises como los muros de esos barrios y colonias que habitamos. Recuerdo el primer batir de alas y las consecuencias que tenían las caídas. Recuerdo mi soledad en el golfo y mi reencuentro con el mar que me llevo a anhelar otros recuerdos que perdía, sin embargo fue ese momento el que ha propiciado todos mis viajes y hace que frene en el mapa mi intensa búsqueda de sitios en los que alguna vez estuve. Miro con pesar la geografía local. Parece abierta de brazos, en perpetuidad. Veo este origen de todo en mí. Repaso la tristeza y las alegrías en las únicas marcas que he colocado, y parece que a cada pincho, sangran de colores sus ríos y sus montañas, y que callan esos grillos de las carreteras, y que el relámpago quema esos bosques cubiertos del café de sus costas, de esas pieles de barro de sus playas; y que los nombres de sus pueblos se olvidan y no habrá generaciones que digan sus sílabas y acentos, y que sus piedras y antiguos monolitos con formas de dioses serán devorados por el hastío y la pereza de sus caminantes, y que el néctar de las flores sabe amargo a los insectos y la fauna retornará al cielo de la cueva, y de mis ojos salen vidrios que rozan su fértil superficie inexplorada.

lunes, junio 21, 2010

Afección

He pasado en cama este fin de semana. A falta de gusto por la onda culinaria o las últimas del cine me concentré en la lectura cibernética. Noticias frescas a cada recargar la página y tuits que nada de livianos tienen llegaban como abejas. El país es un balde lleno de tristes noticias y yo en la cama, postrado como una estatua olvidada de Reforma, como si fuera una incubadora de negros presagios. Qué nos queda ahora, qué tutela, en qué residirá la conciencia, de qué almanaque, de dónde arrancar lágrimas, son algunas de las palabras que han vertido diferentes personalidades de todo el extracto efímero de la Red. Interrumpido, como de costumbre, por la sintonía aguda del TV, o la mirada penosa que tiene mi perro, cesaba de leer las páginas o llegaba a un punto y coma interminable. Así las palabras en la pantalla aséptica, fácil deformarlas con un leve zoom o el reload intermitente. La información fluye a tonos siderales, inconmensurables y yo cada vez más tieso sintiéndome más cerca de lo frío que de lo vivo. Y el día no estaba para repartir naranjas. Llovió como si cada respirar fuera un eco de las palabras escritas por ellos, como si fueran sus últimas voces. Me costaba trabajo imaginar el estado de sus cuerpos: tumefactos y tiesos, nada distinto a mí en esta habitación—pensé, a sólo unos grados de formar parte de ese grupo selecto que se va antes de cumplir los treinta. Pero yo no quería imaginar eso. La hormiga de la información roía mi cabeza. En algún momento del día cometí el error de no hacer caso al médico y me aventuré a salir. El humo y aire acondicionado apabullaron mi pobre condición y tuve que, irritado, volver a la cama, nutrida ésta de sinuosas sábanas. Las noticias siguieron llenando el balde hasta desbocarlo. No sé por qué tenemos la mala costumbre de interesarnos por el dolor ajeno, un gusto a veces mórbido que no se sacia hasta que hayamos absorbido todo de lo que de ello viene, y los medios atizaron y propiciaron mi loca y pronta aversión por las últimas y las de minuto a minuto. Lo más sano era apretar el ícono de off del computador, sin embargo había notas que no dejaban de conmoverme y las repetía aún después de ya haberlas leído. La tarde empezaba a caer, se veía por la ventana. La lluvia escurrió todo lo sucio, adentrándolo en la entraña desconocida de la ciudad. Soplaba ligero el viento frío como si fuera el aliento de un Dios misántropo. Ya había luces encendidas en Machohua, en la lejana Amojileca. Y estaban los chifladores chiflando su repetitiva canción. Me acordé de las palabras de tía Tina, de que esta vez sí caerían Chicatanas grandes; me acordé de mi estado en la habitación y de cómo los mínimos movimientos hicieron que todo se arreglara o se compusiera y quise por instantes estar metido en sus cuerpos y ya ellos en mí, respuestos después de estos días de cama.

domingo, junio 06, 2010

Esta luna que mengua.

Cuando las voces apagan el sonido o su inversa detona otros sentidos y el calor te nutre de todo y el ocaso mengua el paso del tiempo y hay correrías por las calles y ansias de llegar a alguna parte y te sientes extraño e inmaduro como un bulto oscuro en la carretera como un cielo despejado como un café que te repiten y ya no escuchas Drexler y a González y sales a la calle riendo y recordando y entristecido levemente por dejar estas orillas que una mañana escribiste en la olivetti de tu prima que se quedo en el recuerdo que tienes de la casa que engendra toda esa memoria y a todos los viejos amigos que el paso de las horas y la compra de boletos en infinitas terminales te han llevado a emborronar y es así como luces y es así como no te arrepientes y das las manos con ternura a la novia al comerciante al artista al afligido al destino que forjas como esa piedra de Guerrero o de la cabeza de Cárdenas en tardes de viaje y veías a través de ventanillas sucias y verdes y ocres cielos de la infancia del ojo que va y llega testigo de esa tierra fecunda y grande que ensució las sonrisas de tus abuelos y los unió antiguamente y los separaron los deseos las alegrías las llamaradas de sus sueños en esas noches que el calor se metía en el tendido como un viejo animal como una bombilla y un solar amanecer te despertaba y los ojos se te vaciaban de ver tanta belleza y querías llorar y querías gritarle a alguien cercano a las piedras a los pájaros a las avenidas sin tráfico sin el panadero sin el vendedor de sandías de combas de mangos sin las almas que penaban en la noche en la pila en el pasillo que te aterraba y luego venían los juegos las comparsas las esperanzas de que eso se fuera y tú viajabas con aquello único en ese pensamiento.

martes, mayo 25, 2010

jueves, mayo 20, 2010

Mujeres con voz de sirena

Vuelvo a casa como un quelonio. Las horas son elementos, como el scrabble que suena al caminar en tu maleta como si fuera una marimba. Todas esas palabras sueltas que cuentan esto y los ojos que tú miras. Pero yo me pongo cómodo. Apago las invitaciones de sociabilizar al lado de ellos y te palabreo solamente para mí en la habitación. El tiempo se desliza suave ahora, y me siento un aprendiz de escriba. No terminé de leer “Silvano”--recuerdo

el tacto apresurado con que me tocabas.

Hay noches exactas y más tibias que ésta, pero estás acá silbando lo que sigue y con eso me basta para hacerla mía. Había tantos ventiladores, y sus ruidos como nubes que no dejan ver el cerúleo cielo de mayo, ocultaban el leve girar de los engranes sin sustancia. Como parte de esa maquinaria, trabajábamos, únicos y solos al ritmo del giro de sus hélices sucias y dentadas. Las voces que permeaban los quince centímetros del muro parecían tarareos al ser impulsadas por su viento. Que pase algo--decían unas

mujeres con voz de sirena.

sábado, mayo 15, 2010

Sabatina

Observo y siento que mis ojos son los de mi madre. Pero no como si fuera un rasgo físico

—hay, mira que tiene los ojos de su madre

—tus ojos son iguales a

Como si un extracto de ella se traspasara en mí. Como si la vida se compusiera de planos y a veces el plano de su mirada se traslapara con la mía. Pero no veo lo que ella, no soy omnipresente ni tengo en la visión esa potestad que tienen los padres ante los hijos. Miro desde aquí con sus ojos y no sé si a ella le ocurra lo mismo, o nos piense en situaciones semejantes. Quizá con un deseo de protección

—hay, qué estará haciendo

—dónde andará

que la acerque y escuche y sepa de nuestros adondes. Extraña sensación que muere en micras de tiempo y que las distracciones burdas intentan desaparecer. Extática sensación que hace invisible el entorno y al silencio un gigante aliado.

domingo, mayo 09, 2010

Cantona

Cantona
Ah, temporalidad. El tiempo es distancia. Los lugares recobrados me parecen lejanos. El tiempo es predicción exacta. El vuelco hacia atrás. El presente más corto. Viajamos tres horas pudiendo hacer una. Pasa una semana y me parece ayer estar veloces en el Renault. Cascos de viejas haciendas sostenidas por prótesis de recuerdo. Tristes fábricas enmohecidas entre cráneos de fauna y cadáveres de perros. Vegetación ceniza y de gigantes creciendo a lomo de cerros. Sonrisas iridiscentes en los tendejones vacíos por la sequía urbana. Tiempo al fin, vasto.

lunes, mayo 03, 2010

Cholula

Viajamos sorprendidos, digo yo... La carretera se estira como esas buganvillas de los viveros de Atlixco. Sentía una sequedad-por así decirlo-en la boca, en los labios. El calor se filtraba por el plástico del vivero y hervía los bellos de la piel a un punto extraordinario. El humor excelente. Ya no recordábamos esas cuatro horas que nos habían traído aquí, enjutos, sólido, vivaces. La tensión ha disminuido-pensaba-ahora, con el calor sólo se antojaba el agua de ámbar que había casi hurtado del eficiente “subzero”. Eran, fueron, son horas breves, exquisitas. A ella le pesó la pierna y la velocidad la emocionó, aunque parece que el tiempo no deja ningún saliente y en los momentos que nos pensábamos extraviados llegaban dosis de locura pura que nos alegraba. La vida me recorre en forma de viento por el rostro, y yo levanto la visión a ese infinito único del centro del país, únicamente frenadas por esos moluscos de la tierra: las montañas. Perdidos, perdidizos, para nada. El embrague del coche, el uno, dos tres de las velocidades amortizando la llegada, para que no sea explícita la emoción, para que el éxtasis de verte no sea inmediato, para que te demores en mí como estos atardeceres que gozan tus ojos, estas caídas sin herir el entorno de culturas ancestrales antiguas, estos olores que nutren mis manos, estas alegrías que absorbo, estos sabores que viajan y vierten su velocidad definida, única y precisa.

domingo, marzo 14, 2010

f - acsímile

Encuentro un amargo placer en estos días. El brazo descansa en la mesa, no es como me decían, escribir es dejar el impulso al aire, sentirle caer pasito, poquito a poco. Es un decantarse completo, íntegro. Importa pues escribir, escribir qué, escribir-te. Hay un equilibrio desconocido y la duda se sienta en mis piernas. El sonido de la cuija es mi desahogo cotidiano. Quién es ese buitrólogo valiente que fue a buscar la espera alejándose del mundo; esta espera cotidiana que me hace sentir distinto. Aspergeriano. Desfigurado en el mundo. El concierto de la espera me ensordece, sólo las cosas, mi gato y estos pulsos a la máquina que saltan como niños en las fuentes de bellas ciudades que de mi memoria se alejan. Quisiera… que llegara la fuerza de una ola y sus brazos me arrastraran, que algo me quemara. Hay marcas en mí de las que me sentía orgulloso, ahora desaparecen y sólo en fragmentos de recuerdo vuelcan todo y el corazón se me agita como a Dante. ¿Dónde está mi Beatriz? Espero a que mi gato me sonría y me lance su mirada de ausencia. Sus ojos breves atravesaran lo ancho de la pieza y su mirada me convertirá en un mueble. Días intensos, nutriéndome de los silencios y es en ello que reconozco la falta de cualquier cosa. Vagando como ellos yo. Esperamos un beso; la joven espera una carta, el niño espera que le alimenten; esperamos que den las nueve, que llegue la noche; esperamos las voces, esperamos que llegue el tiempo rimbaudiano; esperamos el momento exacto para ejecutar la nota, esperamos para atravesar la calle y esa transición la encuentro maravillosa, ese Pi matemático infinito, ese entresegundo donde todo se acomoda, esa búsqueda de nada, esperar para llegar a otra espera, y sólo en ese movimiento, como en el impulso que hacemos antes de poner una palabra y decirte: te quiero Maribel, hay honestidad brutal, esa es mi esperanza.

miércoles, marzo 03, 2010

d - eseo

El olor fino solitario de tus axilas
Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado
con dedos y asfódelos y piel fresca y galopes lejanos
como perlas
Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y
estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable
de tu mirada
Tu mirada de holoturia de ballena de pedernal de lluvia
de diarios de suicidas húmedos los ojos de tu mirada
de pie de madrépora

César Moro

sábado, febrero 27, 2010

s - urgir

a
hasta ya la llama,
rama da cáscara
trama, mata maya,
chamaca va pa nazca,
más machaca dan las dalas
dan las palas,
la rama calla
la chamaca ara la pampa, ama la nazca.

maíz

lunes, febrero 15, 2010

a - rmisticio

Por las uñas también pasa el tiempo. Lo percibo. Lastima y crece adentro, de la piel, de la carne. Uñas largas que tiemblan y duelen como estos amaneceres insípidos iguales. Crecen carcomen. Pequeño comején del tiempo. Prolongan la posibilidad de mis dedos, la tristeza de mis falanges, un sinónimo de suciedad pereza hastío. Una promesa ambigua, y me salta y me asusta. Y me siento deforme rígido. Un movimiento en falso y sería un espejo roto en cualquier calle. Y entonces multiplicado inerte mudo huiría de esto.

Triciclo

jueves, enero 28, 2010

p - oetry

Llegó, marca mi aliento.

aunque también las vi
historias de los peces
contundente corte de cualquier vía hacia la narrativa
o a la narratividad
voces/sin voz
nadar



Peceras

Somos más peces de lo que nuestro orgullo de mono erecto, bípedo y según colonizador de no sé qué evolución absoluta está preparado para admitir. Tenemos peceras de todos tamaños. Algunas son más bonitas que otras. Algunas tienen basura. Algunas no tienen agua. Todas son peceras. Somos peces ahogados en petróleo, en chatarra, en imagenes, en canciones cursis, en problemas migratorios, en espera de una muerte de olvido o de violencia. Somos testarudos insípidos del tener recuerdos inventados a los que llamamos Historia. Nuestra memoria es como los 10 segundos del pez en proporción al tiempo que vivimos: cuando llegamos del otro lado de la pecera ya no recordamos que estábamos allí ¿Somos capaces de ver siquiera más allá del tiempo que pasó por nuestras narices hace 30 años, hace 15, hace 6? No, no hablo de recuerdos como de trebejos, como nostalgias estetizadas. Hablo, por supuesto, de una palabra que no me gusta pero que a Lispector sí y la recuerdo cuando lo digo y eso es aprendizaje, eso es conformación de la memoria, eso es aprender a vivir de otras maneras, eso es creación, eso podría ser hacer explotar estas peceras en las que vivimos.

Hoy en mi buzón de correo electrónico había una respuesta a un mail mío que decía:

"hay un principio que rige la política es el de la 'memoria corta' o no memoria de un pueblo"

Pareciera que estamos condenados a darnos de topes contra los cristales sin recordar que atravesamos todo ese camino para salir de allí.

Y... los cristales son tan frágiles...

viernes, enero 01, 2010

o

Hay un enero que me gusta, primo, y no está en el extremo en que te encuentras. Como has predicho, algo se pierde cada vez. Recuerdo tu insistencia en recuperar esto que se va. Alguna vez nadaste contra corriente, cuando íbamos de pesca con los tíos, para recuperar la sandalia; tuvieron que moverse pronto para que no te ahogaras y después te premiaron con una carpa para ti solito. Grande el pescado, con sus escamas rojas y doradas, pero no te bastaba, lo que deseabas se lo había llevado la corriente del río. Pero las cosas no se pierden⎯primo⎯se hayan diferentes, se comparten y amplían esta vida acotada. Hay un enero que empezaba con ustedes y nosotros; hay este enero ahora, abriendo un hueco en el aire por donde atraviesan mis recuerdos.