martes, mayo 25, 2010

jueves, mayo 20, 2010

Mujeres con voz de sirena

Vuelvo a casa como un quelonio. Las horas son elementos, como el scrabble que suena al caminar en tu maleta como si fuera una marimba. Todas esas palabras sueltas que cuentan esto y los ojos que tú miras. Pero yo me pongo cómodo. Apago las invitaciones de sociabilizar al lado de ellos y te palabreo solamente para mí en la habitación. El tiempo se desliza suave ahora, y me siento un aprendiz de escriba. No terminé de leer “Silvano”--recuerdo

el tacto apresurado con que me tocabas.

Hay noches exactas y más tibias que ésta, pero estás acá silbando lo que sigue y con eso me basta para hacerla mía. Había tantos ventiladores, y sus ruidos como nubes que no dejan ver el cerúleo cielo de mayo, ocultaban el leve girar de los engranes sin sustancia. Como parte de esa maquinaria, trabajábamos, únicos y solos al ritmo del giro de sus hélices sucias y dentadas. Las voces que permeaban los quince centímetros del muro parecían tarareos al ser impulsadas por su viento. Que pase algo--decían unas

mujeres con voz de sirena.

sábado, mayo 15, 2010

Sabatina

Observo y siento que mis ojos son los de mi madre. Pero no como si fuera un rasgo físico

—hay, mira que tiene los ojos de su madre

—tus ojos son iguales a

Como si un extracto de ella se traspasara en mí. Como si la vida se compusiera de planos y a veces el plano de su mirada se traslapara con la mía. Pero no veo lo que ella, no soy omnipresente ni tengo en la visión esa potestad que tienen los padres ante los hijos. Miro desde aquí con sus ojos y no sé si a ella le ocurra lo mismo, o nos piense en situaciones semejantes. Quizá con un deseo de protección

—hay, qué estará haciendo

—dónde andará

que la acerque y escuche y sepa de nuestros adondes. Extraña sensación que muere en micras de tiempo y que las distracciones burdas intentan desaparecer. Extática sensación que hace invisible el entorno y al silencio un gigante aliado.

domingo, mayo 09, 2010

Cantona

Cantona
Ah, temporalidad. El tiempo es distancia. Los lugares recobrados me parecen lejanos. El tiempo es predicción exacta. El vuelco hacia atrás. El presente más corto. Viajamos tres horas pudiendo hacer una. Pasa una semana y me parece ayer estar veloces en el Renault. Cascos de viejas haciendas sostenidas por prótesis de recuerdo. Tristes fábricas enmohecidas entre cráneos de fauna y cadáveres de perros. Vegetación ceniza y de gigantes creciendo a lomo de cerros. Sonrisas iridiscentes en los tendejones vacíos por la sequía urbana. Tiempo al fin, vasto.

lunes, mayo 03, 2010

Cholula

Viajamos sorprendidos, digo yo... La carretera se estira como esas buganvillas de los viveros de Atlixco. Sentía una sequedad-por así decirlo-en la boca, en los labios. El calor se filtraba por el plástico del vivero y hervía los bellos de la piel a un punto extraordinario. El humor excelente. Ya no recordábamos esas cuatro horas que nos habían traído aquí, enjutos, sólido, vivaces. La tensión ha disminuido-pensaba-ahora, con el calor sólo se antojaba el agua de ámbar que había casi hurtado del eficiente “subzero”. Eran, fueron, son horas breves, exquisitas. A ella le pesó la pierna y la velocidad la emocionó, aunque parece que el tiempo no deja ningún saliente y en los momentos que nos pensábamos extraviados llegaban dosis de locura pura que nos alegraba. La vida me recorre en forma de viento por el rostro, y yo levanto la visión a ese infinito único del centro del país, únicamente frenadas por esos moluscos de la tierra: las montañas. Perdidos, perdidizos, para nada. El embrague del coche, el uno, dos tres de las velocidades amortizando la llegada, para que no sea explícita la emoción, para que el éxtasis de verte no sea inmediato, para que te demores en mí como estos atardeceres que gozan tus ojos, estas caídas sin herir el entorno de culturas ancestrales antiguas, estos olores que nutren mis manos, estas alegrías que absorbo, estos sabores que viajan y vierten su velocidad definida, única y precisa.