viernes, octubre 22, 2010

Equilátero

Los gallos están debajo de su prisma, es una estructura triángular extruída de concreto que les tapa el sol. Está dispuesto de este a oeste de tal manera que el animal accese por el sur o norte, evitando así el rayo de luz solar. Todos son gallos de pelea y permanecen varias horas en sus "tipis", como les llaman los pobladores a esas estructuras prefabricadas. Yo disfruto verlos. Por la tarde, cuando el sol desaparece detrás del cerro los gallos salen. Hay tensión porque los descrestados podrían pelearse, bueno, eso lo dice alguien que no sabe de sus maneras de crianza. Los gallos se despabilan y lucen en la opaca tarde sus plumas y de un salto se montan en la punta de su "tipi". Todos juntos. Parece que preparan su pecho para sacar su silencio. Parece que gimen una oración y quizá piensen en la pelea que los llevará a la muerte, en su vida breve. Una voces interrumpen la escena pero ellos no se alborotan. Impávidos, permanecen ecuánimes como una extensión más de la estructura. Pacientes de la noche, oscura, que llega y nos atraviesa a todos. A mí se me vienen pensamientos lánguidos y observo el ojo del animal, su parpadeo irregular, su pico filoso, sus desgarradoras patas. Las madrugadas han de ser ensordecedoras en la gallera. Aquí donde no abundan los grillos y los giros revolotean sus alas. Más allá se ve la cuesta que baja al río. En sus aguas dicen que se bañaban las mujeres de Tierra Colorada en los días de San Juan. Se tiene la creencia que eso las hacía más bellas y sobretodo algo en particular: les crecía el cabello. En el palacio municipal, está una fotografía de aquellos tiempos de tren, en ella se mira como un opaco enviroment el Cerro del Indio, luego el letrerito que avisaba a los viajeros que llegaban a esta tierra colorada y de gallos; en primer plano hay una hilera de mujeres vestidas con el mantón de flores tradicional y es asombrosa la longitud del cabello de todas: les llegan a los pies, a sus zapatos trenzados. A una de ellas un gallo le picotea el pelo de tan largo que le arrastra en el suelo. Ahora en este pueblo las mujeres son calvas o tienen el pelo ralo y corto, y los gallos mueren, coloreando más la tierra, desapareciéndola en la noche.

sábado, octubre 02, 2010

Ídem

A Rosendo Radilla Pacheco

Hay una forma de protesta que me molesta sobremanera: el recuerdo.

El recuerdo convertido en moda es peligroso y punza y lástima los hechos: los tergiversa.

La memoria allí está trastocándolo todo.

Hay lutos y luchas que se celebran con el merchandising. Son pretextos para el desmadre para el desfogue. Y me preocupa que se consideren banales y hasta jocosos.

Hay días precisos en que no celebramos o sufrimos en colectividad nada: eso es olvido.

Y los días en que ebullen de quién sabe dónde los gritos y las fechas es cuando llegamos con nuestra máscara y un caramelo a tratar de endulzarlo todo. A ser patriota mexicano. A ser cívico obediente. A ser nada entre el vacío de la masa. A ser activista comprometido. A ser un vándalo valiente. A estar convencidos de que ese dolor y esa alegría es también nuestra.

A falta de cicatrices se las quitamos a otras generaciones. La nuestra parca, tan quietos todos a pesar de que descansamos los fines de semana.