Ahora me ha dado la loca de encontrarme con las palabras, pero ellas no llegan, se retardan. Será la sensación que tengo en la garganta, profunda carraspera, silencio que se fermenta. Les he hablado poco, he olvidado el lenguaje con las horas que se van. El cuarto me desmenuza, completito, y entre papeles y tisanas aparece con otro aire, de más allá, una voz que pretende hundirse en mí. Pecho desafinado, mi cuerpo en una esquina. Veo el muro como Bartleby. Pero todavía puedo ver mariposas bizantinas, nocturnas, que entran al cuarto manipulando con sus sombras la rectitud de la caja de tizas, el pulso de mis dedos. Puedo recitar de memoria poemas de Gide en esta noche... Estoy aturdido por las imágenes. El bosque, las calles, el viaje, el camino han sido lúcidos compañeros, los hecho de menos. Me distraen, me retraigo, me molestan estas cosas, luminosas, extraordinarias, que no me saben a nada. Entonces mi cabeza se dobla, el cuello se tuerce, despacito, intermitentes sensaciones difíciles de expresar. Estoy cansado, no dejan de interrumpirme, pero antes que cesé esto, me acuerdo de algo que me gustó mucho, hago caso a mi memoria: la vigilia de mi partida mi abuela vino a dormir a casa, cada mañana recogía flores del jardín y se las ponía dentro del sostén para perfumarse y cuando se lo desabrochaba caían flores de sus senos...
lunes, diciembre 08, 2008
Marjane
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