De Chicago trajo una bolsa de casetes, un archivo de canciones que grabó durante los años que vivió en la Second City. Quien lo iba a decir, a ti que te gustaban Los Intocables, por su arrojo o por estar filmados en blanco y negro, deambularías por el espacio en que alguna vez Robert Stack transitó. Las grabaciones eran quizá de alguna emisora de radio de “oldies”, porque algunas de las pistas estereofónicas eran Ballad of a Thin Man de Bob Dylan, So Long Marianne de Leonard Cohen, Wild World de Cat Stevens, You’ve Got a Friend de Carole King, Perfect Day de Lou Reed, Alone Again de Gilbert O’Sullivan, Landslide de Fleetwood Mac, How Deep Is Your Love de Bee Gees, naturalmente, como el título de O’Sullivan, cuando brevemente las escuché no sabía quién las cantaba o cómo se llamaban. Había entre quince y veinte años entre que se escribieron esas canciones, publicaron y grabaron al momento en que en algún barrio de Chi-Town tú apretaste el botón REC de una reproductora Phillips. Había casi el mismo periodo que pasó Telémaco para reencontrarse con Odiseo. O quizá había ese tiempo en que tú recordabas la música que se escuchaba extramuros de la Prepa número 2 de Acapulco y luego en CU, en los pasillos de la facultad de Ciencias Políticas cuando estaba ubicada en Filosofía y Letras de la UNAM. A mí también me llevó todo ese tiempo desvelarlas, armar ese rompecabezas musical, como si hubieras sembrado y dejado pistas de “algo” en esos audios que cuando los reencontraba en los sitios más inusitados me vidriaban involuntariamente los ojos. Poseer un sonido es algo tierno, poder grabarlo y guardarlo en un medio analógico como prueba vida, como tarjeta de residencia en un país que a pesar de pisar no era tu lugar. Era una forma de extrañar. Quiero decirte que ahora puedes armar una “Playlist”, sólo escribes el nombre—si es que lo conoces—en una especie de rectángulo blanco, en una pantalla, de cualquier canción, y puedes escucharlas sin las imperfecciones de cuando le apretabas STOP, y sin embargo eso no es lo importante, eso es plano como los arrayanes que podan y nunca los dejan crecer en la vereda de las calles. Hay días en que escucho insistente You’ve Got a Friend de Carole King, la repito extrañando la belleza de la imperfección, y escucho muchas versiones de la misma buscando que alguna suene a como la memoria de mi oido recuerda, a como sonaban tus casetes.