S—
p.
Cuando se marcha o se aleja de una persona que ama, calla y espera una respuesta, una señal. Espera de pie y piensa que todo pasa, hasta el dolor tan inmenso pasa, de una manera incomprensible; no de un día para otro, pasa de igual manera que la vida. Piensa que aun siendo inteligente puede hacer muy poco en contra de su naturaleza y sus obsesiones. Piensa en lo infantil que fue, porque dijo todas aquellas cosas. Piensa que la quiere, por ella, porque ha existido desde ella. ¿Cómo decirlo? La vanidad y el orgullo pueden causar mucho dolor. Sin embargo, acepta el mundo paso a paso y poco a poco muere. 24 horas todos los días, “implacables y decididas” como lluvia en su piel. Todavía la ve y todavía queda algo en su corazón. La ve en sus ojos y siente algo en su estómago. Pasan los días, la busca y se exalta. A veces le falta el aire, se detiene en las gradas: ya sólo le quedan los recuerdos. Le gustaría volver a verla, le gustaría decirle algo. Avanza. Le cuenta a alguien: últimamente la he visto, despierto y en sueños, la veo atravesar el anden, delgada, con su monedero de colores vivos, con su suéter morado, la veo descender el puente, o murmurarle algo a su hermano. Esta tarde la vi mientras estaba escribiendo y me quede tranquilo.
Quizás el mundo se acabe cuando se apaguen las luces de la ciudad. Son posibilidades. Ésta está determinada.
f.a.