Es la noche, yo escribo las cosas. Todas las noches las acacias mueven sus ramas. Cada noche como cada capítulo el aire recorre los mismos turnos, y yo camino por esta avenida un pie tras otro. Todas las noches las mismas pocas palabras, repaso los deseos del día, enumero lo que dije, lo que pasó: no como un catálogo de eventos, no como una clasificación que pudiera llevarme a la desesperación. Un bosque entonces. Bellos árboles que arden en la noche. Y los señores cantando con las manos embarradas de tizne, de la ceniza. El humo en el cielo, debajo las estrías de fuego devorando las hojas, el tronco de veinte años. ¡Qué dulce la alegría de los señores! ¡Cantan! Por supuesto, aprietan mi corazón. La tristeza siempre despierta mi corazón y otra vez llamas por todas partes. Pero ¿qué soy yo? Apareciendo en la noche, interrumpiéndoles, sólo soy un escritor. Yo escribo las cosas, mientras ellos me hacen sentir como si estuviera tragando vidrio, frotado contra los ladrillos. Estoy aquí viendo la respiración del fuego, viendo cómo apuñala la cima de los cerros. Mis ojos son como linternas, es la noche, muy oscura y puedo verlos. ¿Estás allí corazón? ¿Este micrófono que escribo tendrá voz? Simplemente el cielo, simplemente las estrellas desaparecen mientras los camiones pasan y en cámara lenta se extingue su corazón.
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