Las mujeres sobran, la hierba mate no. Pero cómo decirlo para que sea claro. Tal vez por eso me gusta, porque no es claridad en la boca, como un beso arrebatado del que te acuerdas. La hierba posee el agua, la va haciendo exigua, parece explicación de que todo tiempo es pasado, fugaz; de que el instante lúdico del rito se completa a cada sorbo. Cuando empiezo a cebar, finos pedazos de hojas atraviesan la bombilla empachando de gusto la boca; la garganta que desde dentro anhela besos de ventrílocuo… debería callar. Pero la experiencia lo amerita. Me imagino solo—así una experiencia te sabe más—sólo en la Sierra que me impone, cargando la cruz de malta que mi amigo Yoztaltepetl, bien supo llegar acá. No hay nada, y los recuerdos lo embellecen todo. Pienso en las gradas informes y el sol quemando el cuello en Guanajuato, en el tapado ojo de la luna de San Luis: el recuerdo casi real, mítico. Proliferan sabores, el amargo de la despedida tensa, este sabor que liviana mi cuerpo, entonces parece que exudo formas de flores y de aves que vuelan allá donde ocurrieron los recuerdos. Saboreo, cebo, pues, solo, en este rincón gris donde acomodo la vida, por ahora.
jueves, julio 31, 2008
miércoles, julio 23, 2008
Él, mismo todavía.
El rompimiento lo conminó a estar largas horas en la oficina. Él, mismo todavía. Afuera los cambios transcurren en diapositivas, proyectadas sobre muros sin ojos. La patina cae con la lluvia, lava su superficie, arruinando anuncios, transformándolos. Entonces, más viejos, más naturales, casi pétreos, perecen levemente en la ciudad. Aprieta sus ojos, como queriendo no ver que empieza el día, pero hacer eso le evoca recuerdos: se vuelcan las lágrimas hacia dentro, se tensan, se rompen y los deja salir. Existió, tal vez. Entre papeles y hojas de reciclaje, clips, lapiceros, gomas, materiales nobles, demasiado desechables, en una oficina, él, mismo todavía, se está hundiendo, arenas movedizas para olvidar. Trabaja, pero no se da cuenta. Piensa en las horas agradables en que olvidado del teclado, acariciaba su cabello triste, el de ella, la ausente, el alfiler que se hunde en sus uñas cuando escribe, que le pica cuando dobla una hoja.
miércoles, julio 09, 2008
Agua lenta en el país llano
Te extraño Berlín
Te extraño Barcelona
Lugares que husmear, pero sin extensión. Agridulce noche lluviosa.
Mutantes los objetos salen de mí.
Las piedras cartesianas del camino.
Te abrazo Berlín
Te abrazo Barcelona