Poner límite al poder de Zeferino
Lorenzo Ayora Guzmán
Desde la antigüedad griega, Aristóteles empezó a hablar de la importancia que tiene la democracia para la convivencia armónica de la ciudadanía al hacer referencia de los gobiernos mixtos. Más tarde se ocuparon de ese mismo asunto Maquiavelo, Locke, Montes-quieu y los padres fundadores de Estados Unidos: Madison, Hamilton, Washington, Jeffer-son... Poner límite al poder era la clave. Concluyeron que para lograr de los hombres rectitud en su actuar público no habrían de esperar de ellos por la buena esa actitud, sino establecer reglas claras para el ejercicio del poder, lo que comportaría el no sometimiento de un poder a otro, sino su relación simétrica, es decir, que un poder reconociera el status pleno del otro poder. Sólo así funcionaría normal el cuerpo político de una sociedad determinada. En nuestro estado es necesario que los poderes judicial, legislativo y municipal, no sigan sometidos al poder ejecutivo. Entre ellos debe haber un respeto recíproco. Más claro aún, que el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo respete las atribuciones de los magistrados y jueces, de los diputados, de los presidentes municipales. Ese respeto irrestricto a todos ellos es la condición sine qua non para que los poderes públicos funcionen con normalidad, de lo contrario pueden generarse situaciones de inestabilidad que a nadie convienen. Por eso la esperanza en lograr lo anterior no debe fundarse en la buena fe de los hombres que ocupen esos cargos, sino en la división de poderes, en lograr que unos y otros se vigilen, porque el hombre, suponiendo sin conceder, que es bueno por naturaleza, cuando se mete a la política “saca lo peor de sí”, según dice Robert Michels. De lo que se infiere que por la buena no hay que esperar nada bueno de nuestros políticos. Por eso mismo, lo mejor que la sociedad guerrerense puede esperar de esta justa electoral que culminará el 5 de octubre es que la próxima composición de estos poderes debe recaer en los distintos partidos que compiten. Sólo eso garantizaría que se cuiden las manos los unos y los otros, porque se sabrían vigilados entre sí, y quizás así se lograría el buen funcionamiento de estos órganos. Por otro lado, el PRD evoca la defensa del petróleo, el reparto agrario, a los luchadores sociales del mundo perseguidos en sus respectivos países, el respeto a la disidencia política, el trato justo, equitativo y de humildad a los desprotegidos. Pero en desprecio a estos principios, su gobierno en Guerrero humilla la comunidad de Mini Numa que exige el elemental derecho a la salud; somete a un verdadero calvario a los comuneros de los pueblos donde a cualquier costo pretenden construir La Parota; encarcela a sus dirigentes, lo mismo que a cinco indígenas de Ayutla; firma y respalda la Alianza por la Calidad de la Educación, que afecta los derechos de los maestros que por eso mismo la repudian; promueve la privatización de CAPAMA, que es eso lo que se pretende y que era ese el conflicto entre Zeferino y Félix. Y muchos etcéteras más. Por desgracia el PRD en Guerrero ya es un espectro. No existe orgánicamente. Lo que sí hay es un grupo de empresarios ávidos de hacer negocios, lo que les despierta su acucia para usufructuar las siglas del PRD. Este grupo de empresarios está dirigido por el contador Zeferino Torreblanca, actual gobernador, grupo cuya ideología y práctica son a todas luces panistas, pero como el PAN en Guerrero y especialmente en Acapulco es un cero a la izquierda, no entraron a él, sino al PRD, en el que no sólo han desplazado a sus dirigentes, sino que incluso los han subordinado. Ahí están los ejemplos de Guillermo Sánchez Nava, defendiendo denodadamente como legales las prácticas ilegales de Zeferino, al inmiscuirse en el proceso electoral actual; y Armando Chavarría, quien fue alineado como vocero de la candidata zeferinista Gloria Sierra. No hay otra forma mejor de exhibir a este grupo que desenmascarándolo y desnudándolo ante la sociedad guerrerense como lo que son: empresarios metidos a la política para incrementar sus fortunas bajo el cobijo del PRD. Por eso, para bien de la democracia y del PRD, paradójicamente su candidata la señora Gloria Sierra, debe perder. Y el senador Luis Walton debe ganar, porque aunque no sea una perita en dulce, su triunfo contribuiría a limitar y equilibrar el ejercicio del poder político.
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