Mientras te esperaba, compré una botella de agua a 2.50, Evián; noté el pavimento, el espacio con el lujo de los interiores de los edificios de los años setentas. Pavimento donde se pueden encontrar fósiles, caracolas, chinchetas...
Aretes, broches, pulseras, relojes, abrigos, chalinas, todo lo que necesitábamos para salir.
Entonces no quería pasar, y dejamos que pasara el que iba en sentido contrario. No era nuestro rumbo, pero qué si íbamos, qué si nos quedabamos.
Puedo seguir despierto.
Tenía que enviar esta foto, pero allí estaba su sombra, la niebla, el frío apenas. Felices.
Tenía uno para enviarlo por paquete y tú tenías uno igual.
Tenía húmedas las plantas, se podrá caminar sin los pisos mojados, se debería, levitaría. Me gustaban los colores del paraguas, tú rojo, yo azul.
La luvia me recibió, decías que el tiempo era bueno, y qué bueno este tiempo me traía a ti.
Qué era yo despierto: sueño.
Qué vendrá allí, sobre estos pavimentos, qué vendra.
Introduzca una descripción.
Son las seis pm en la ciudad, amanece.
Qué calle era, cómo saber, miraba los muros, el cielo frío, el sol metiéndose entre ventanas, en todos lados, menos en nuestros cuerpos, se venía la noche.
Las paredes me hablan.
Esta calle del vaivén, que nos trae de vuelta, que nos lleva, que conduce, que amplifica.
Llegamos por un barrio Duro, dimos la vuelta a los catalanes: turkos, marroquís pakistanís, filipinos.
Los verbos te seducen, las palabras las conjugas tú.
Níveles precisos.
Dónde, en dónde.
Ahora no hay agua de mar en mis ojos, el vidrio empañó mis pupilas, roja la tarde, mis huesos se adhieren, retumban.
"Cada vez es más sistemático el hombre, va perdiéndo su espíritu. Antés había palabras, ahora no hay ni..."
El pasaje es un trance, la calle pierde su sentido cuando se atraviesa, el automóvil se convierte en juguete, pasar es lo que vale, los pasos sobre el paso de cebra convirtiéndonos, transformándonos.
No se le puede decir que no expone en un museo-decías.
Miraba la comba: el techo del haitiano.
Conversaciones con edificios...
Siguen las palabras que se dicen al espejo.
A veces en los muros encontrábamos efectos que nos maravillaban, luces, grafitis, piedras, anuncios, juegos de niños, teléfonos para hablar a cualquier parte del mundo.
Sonríeme corazón. Te quiero.
Te quiero corazón. Sonríeme.
Son-ríe-me
ríe
me
Subímos Gràcia, y entonces estaba ese edificio, quizá la noche, su no esquina, sus marcos derramados. Sobretodo tú.
Hiciste la vista para el descanso.
Qué calle era, qué lugar.
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