Lucerito sin vela. (manu.)
Los ciclos, intervalos de veinticincominutos. Las vueltas.
En enero nos cubrimos con gruesos edredones. En éste no.
La ciudad se abre, incontinua, la tierra desaparece sin
la ilusión del que corre con la cometa, y los foquitos
se destornillan o se funden, y se quiebran con piedras
en el territorio de nadie. Los ojos se empañan, se me
llenan de polvo; entonces el detonar a lo lejos hace volar
los albatros, incursionan a los centros artesonados de
tramposas edificaciones. Escarlatas tan lejos. Más allá
del océano y en el cielo ya nada. Enero me persigue. La
tradición se guarda en una cajita, y el tiempo se espesa.
Hace falta mover las piernas, faltarle el respeto al
impulso que dejan caer estas palabras. Complejidades—dirías.
¿Qué hay entre esto y dónde no estas que no te siento aquí vida?
Parece que floto entonces, y oigo las carcajadas de los hombres,
dejan su camuflaje, desaparecen. El cuello entonces se me viene
abajo como uno de pato, y siento las tiritas, los cortes como
estrías surcandome el cráneo. I need to skylight... El estuche
está vacío, hace falta allí la mano; esta mano triste que observo,
de dedos que se curvan, de pliegues que liberan antiguas caricias,
y entonces empieza a erosionarse; esta mano seca como una tinaja
sin agua. Ah, enero, tan de repente te olvido y me ladras tu vuelta,
impertinente, seguro.
1 comentario:
"de pliegues que liberan antiguas caricias..."
Suena este enero triste porque otros ya no lo fueron?
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