Las líneas del perfil se pierden entre nubes que bajan, desaparecen los bordes, eso que le llaman el finisterre. Las antenas de radio, las torrecitas descarnadas, las levísimas puntas y marañas de cables que se acercan, precisan de la vista breve. Todo desvaneciéndose porque-también-cae la noche en un sueño todavía oloroso, todavía apenas. "Cuando las nubes descienden tanto a los cerros, es porqué están haciendo el amor la Tierra y el Cielo", decía el abuelo del gringo, mi amigo, mi más bello y mejor amigo: su cara era una fiesta: alto, plateado como una escama de mújol... Y se siente el frío éste, de estar allí, en el vacío húmedo solitario que me aleja de eso allá, para ver. Para que se haga la vista y a la superficie salgan los nombres y recuerdos, nostalgias; melancolías de cuando niño en el pueblecito se miraba así, -allá llovizna -dicen fantasmas en mis voces dentro, rostros irreconocibles, timbres que reverberan en las anfractuosidades de la montaña que se mira; acá en la equis del corazón. Y uno miraba acercarse la lluvia, con temor incierto, sin angustia, con la emoción con que te espero a solas, para refugiarnos en una de las tantas casas inventadas en sueños y en palabras.
"Desvaneciéndose"
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