miércoles, marzo 01, 2006

Matutino

Confieso que la pienso libre, todas las noches, mejor dicho: la mayor parte del tiempo. Desestimando el concepto de libertad que posee un preso. Ya se lo dije en la mañana, teniéndola enfrente, como tengo ahora este computador: de hojas blancas; de caracteres que empiezan a llenarla como si estuviera observando un cortejo de hormigas. Cuando mirabame al son de ternura, con la delicadeza de su mano me dirigía leves caricias. Te pienso sola—le dije—en los momentos en que te rodean todos los signos de introspección e intimidad: cuando te miras al espejo por la mañana y pasas el peine por tu pelo, cuando usas el cepillo de dientes, el cepillito del rimel, el lápiz de ojos; sin duda, los momentos que más recurren a mí, son cuando está en el territorio donde están las marcas de su soledad; del silencio que retiene cuando me da en un abrazo—como dijeran los nenes—todos los abrazos.

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