viernes, mayo 08, 2009
Armonías
Hay canciones que me gusta repetir, dejar que suenen y suenen. Sin embargo hay algunas que están hechas infinitas: pueden prolongarse indefinidamente. "Pa' llegar a tu lado" es una de ellas, interpretada por Lhasa, con una voz casi llorosa y con un ritmo de vals únicamente ejecutado por un piano. No se requiere de un artificio más. La sola voz es todos los instrumentos y las escasas armonías que la acompañan suenan sólo para marcar el paso del tiempo, su delicada permanencia. "Tuve que... perderte pa'... llegar donde tú estás", Lhasa canta, las palabras son lo único que deforma y exalta, lo que prolonga infinitamente, lo que contundentemente señala a dónde se quiere ir. Hay momentos en que hay una pausa prolongada y pareciera que la canción termina, un silencio como el espacio entre los planetas, pero después su voz resucita el sentimentalismo, resucita el tiempo que me hace pensar en las novelas de Kosinski. Yo la repito incesante. Anoche me acosté con ella, sonaba como sonaja, arrullaba. Era un espacio donde podía estar bien. En Neufert son ochenta centímetros de espacio vital, yo me asombro de que la música pueda provocarme esta tranquilidad. Toyo Ito construyó una casa que cambiaba de colores de acuerdo al ánimo, me pregunto qué música escuchaba y, si alguno de los habitantes de ese espacio por olvido haya dejado encendido el aparato de sonido con, digamos, Dvořák, la casa habría tenido desde fuera, tal vez, la visión de una cascada de colores. Tal vez esto pase con mi cuerpo. "Tuve que... perderme pa'... llegar donde tú estás". Tal vez soy un caracol que carga con su casa. Por eso mi dolor de espalda. Por eso mi inclinación a caminar. Pasos. Tal vez.
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