En la pared los recortes se desordenan con sus manos, se ordenan también con la suerte de un juego de dominó. No hay equilibrio entre las imágenes y textos que resaltan sobre el color del muro; encontramos el rostro reconstruido de Tutankamón y la última letra del alfabeto en gran tamaño, los zapatos de diseñador que usó una mujer en 'hartos' viajes; la portentosa pose del 'tío Víctor', cruzado de brazos, descansando en sí, despreocupado; el salto de dos contrincantes numerados, sonrisas ambiguas en los rostros de muchas mujeres, todas ellas con el negro anacrónico en el tono de sus faldas.
Cada imagen supone curiosidad, historias, sueños o simple ociosidad. Las relaciones se producen en el papel, en acomodar sus tamaños a las palabras. La 'zeta', por ejemplo, última en su fila, está ausente de la palabra que designa al faraón, éste, por el azar o el desacomodo, mira con su 'nuevo' rostro la aureola descubierta de una bellísima mujer, pero, su cráneo, ciego pesado y pasado se conforma con unos gastados tacones viajeros. Las posibilidades que el sentimiento y momento otorgan, forman un crisol de 'oportunidades' que, llenan 'esos' huecos en el estar, y en la pared; donde los recortes permanecen sujetos por milímetros de "diurex", por los toqueteos y miradas que se deslizan. El ojo los mira y relaciona, pero, es brevísimo el recuerdo. Apenas empieza a gestar el viaje del 'tío Víctor' a 'Faraónica', y basta un parpadeo para que le encimen el 'nuevo' que, la mayoría de las veces representa un opuesto. No hay ciudades fantásticas, hay imágenes recurrentes: de olvido, de horizontes, de extrañezas, imágenes que incitan a negar el tiempo, imágenes que niegan que exista una distancia. Así, el muro descolocado, transformado en trozos de mundo, es un recipiente transparente en donde todo en mínimo cabe.
1 comentario:
Omar, recorda la calle E-t-e-n-a? Recuerdo su risa en esa rua, en el boné y pasó.
Los papeles se distorsionan, la cabeza se agita, las palabras vuelven...
chau¡¡
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