Han empezado a rodearnos. Apenas puedo escribir esto. Se ven lejanas, pero la incertidumbre ha hecho enloquecer a los pobladores. Corren y se encierran en sus casas: bajan el madero grueso, usan todas las llaves y candados; todo lo que tienen a su alcance. Temerosos, algunos se asoman por las ventanas; las ven más altas, en movimiento; y su avance leve los hace tiritar, gritarse sus últimas palabras.
Pocos andan en las calles. Desde que aparecieron, algunos fueron a "ver" si había salidas, alguna cueva o mínimo reducto que permitiera huir del lugar. Mas irremediablemente, fueron fallidas. Regresaban ciegos, tristes, con pesares mayores y se les veía balancearse hasta caer de espaldas y morir de desconsuelo.
Otros se han resignado-como yo-a esperar su inminente llegada.
A veces, por las noches se sienten muy cerca, porque el calor es casi sofocante. A veces, también, pareciera que se detienen, pero sólo es un engaño de la lluvia que suele amortizar su paso.
Es tan difícil caminar por las calles. Solía caminar mucho, cuando "jovem" recorrí muchas distancias, tomé las "veredas" vedadas por las palabras de mi abuelo; conocía muy bien este lugar, pero ahora es insoportable moverse entre las avenidas, todas ellas están repletas de ceniza, de pestes; cubiertas de un polvo oscuro que impide saber a dónde uno se dirige. Las calles desaparecen mientras ellas avanzan. Es por eso que paso la mayor parte del día en esta diminuta habitación. Tiene dos grandes ventanales que permiten ver lo que ocurre en el lugar y más allá. No quiero omitir que, muy pocas veces salgo, para ver si llegaron algunos víveres, mas del "cielo" ya no cae nada desde hace dos días. Dicen que el humo tan intenso, hizo que desaparecieran los últimos aeroplanos enviados para ayudarnos. Aunque, es difícil saberlo, porque algunos, entre voces murmuraban, que nos daban por "descontados". No sé, pero la gente empezará a morir de hambre y sed, antes de que ellas lleguen. Aunque es una muerte terrible, no deja de serlo. Anoche escuché a un hombre decir "morir mejor de hambre y sed, a morir en ellas", lo decía con gran convencimiento, asumiendo que el final uno debe decidirlo. Yo no sé cómo será que acabaré, pero mientras pueda, aquí escribiré.
Es tan extraño pensar y ver, a veces duele abrir los ojos, respirar es molesto. Pero, decía pensar, porque estoy muy rodeado de papeles y libros, de estas hojas, que vorazmente ellas consumirán cuando atraviesen los muros y anchos cristales. Pensar que escribo algo que terminará en humo, palabras vedijas, ahora ya da lo mismo.
Sé, que pronto llegaran, puedo ver como se acercan centímetro a centímetro, lánguidas danzan en la noche a una de las últimas Lunas que veremos. Sus colores maravillan, nos recuerdan su llegada, su abrazo intenso que terminará en música de gritos y fines del aliento. Avanzan, iluminan, determinan un tiempo que termina, transforman todo con su paso. En mi mano descubro ya mi miedo, la torpeza de mis dedos, mi emoción de verlas destruirse en esta hoja.
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