martes, julio 31, 2007

De bitácora

Y henos aquí, de nuevo solos, pero la soledad es muy peor que la de la vez anterior, el espacio no canta de soledad, el espacio no canta sea lo que sea, el espacio llueve, neva, viento—pero eso nada nos dice. Estamos solos de una manera tímida, anestésica, y pues sea como sea no hay salvación (admitiendo que escapar a la soledad sea que nos salvemos), pero no es de admirar que anhelemos el gran espacio con su música, diabólica pero sublime, con su aislamiento. Implacable, pero higiénico, con su ausencia total de vida, a buen seguro, pero al mismo tiempo con una ausencia igualmente absoluta de toda la obligación de buscar contactos, de toda la necesidad de sonreír cuando queremos llorar, de acariciar cuando queremos arañar, de buscar amigos cuando acabamos justamente de descubrir que el mundo está lleno de enemigos. Aspiramos a los instantes de completo abandono, a los instantes de soledad brutal y sublime con toda la intensidad de su esperanza y todo el ardor de sus ojos, dividimos un secreto peligroso, fuimos iniciados en el modo del empleo de un veneno terrible llamado soledad y, como morfinómanos, dividimos de ahora en adelante la vida en dos periodos: la embriaguez y la recuperación...

martes, julio 24, 2007

Chalina

Je t'aime tu m'aimes on s'aimera
Jusqu'à la fin du monde
Puisque la terre est ronde
Mon amour t'en fais pas

contigoacá

La noche, venga esta noche, la de anoche, la antenoche. Y me rodea este color—tú color—que es un aroma, de piedra, de agua cincelando el pavimento que pisamos; y la multitud de hilitos de colores atravesándonos; del frío que llega y adivina en mi cuello tu sabor. Nuestra sonrisa se columpia en las sombras que dejaron Max y Valentina, en la sonrisa del niño-recepcionista, en los ojos de aquel sediento; y es muy dulce en el caramelo que moldeaban las lenguas de los nenes: tus regalos.

miércoles, julio 04, 2007

Cuadro

Querida, hace un tiempo de canela, hay árboles de hojas rosadas. Los días pasan muy francos: el otro día estaba en el Matutino, ese que me gustaba por tener el cuadro que pintó Leonora Carrington antes del terremoto, y tristemente fue desplazado por un paysage de Bertrix, lo sufrí mucho y mi tristeza empezó a doblarse porque no estabas tú para hablarte y decirte estas cosas. Era mi sitio en suspenso, y sentí aversión por él.

—qué exagerado...

Y el dueño, un francés melancólico, me contó que lo envió de regalo a la patria. No se enoje—me decía—hay cosas de este país que son el reflejo de mi vida, y ellas abisman menos mi ausencia en Europa.. ¡tiempos aquellos! Me acordé de Cela, y sí, este señor tenía cierto aire de Camilo José: y puse ese paysage—qué bonito se oían sus palabras—así, como usted lo ve, grande como una ventana, para poder darse, cuando uno lo desee, clavados a los recuerdos. Y se quedaba quietecito como una paloma mirando su Bertrix que para mí era como un Altamirano, un paisaje de Tierra Caliente, una forma de tus ojos, ¡antiguas miradas! Desde aquí empieza a llover, veo la lluvia transformándolo todo: la gente con celeridad agujera las fachadas, los paraguas giran como pirinolas, los anuncios lloran y por los bordes de los toldos se derraman pensamientos y flores que contrastan este ver llover, así, única prueba de que el mundo está conmigo, previniéndome de ir ágil por el pavimento, procurándome quieto para verlo mejor, el mundo me enmudece de belleza con su vestido de agua fría. Y en esta soledad tú me estallas en la mente, como castillito de feria. Quisiera no asustarme de pisar el suelo tapizado de agua, que no hubiera vacíos entre mis pasos y tener la posibilidad de disfrutar el placer de andar sobre la lluvia, pero me reservo y mejor lo veo: a mi alrededor las personas ríen o están calladas, y beben poquito a poco su discursito de té y café. Los ojos azules del dueño también se ríen, y la señorita se acerca con ojos de hada madrina, con perdón de usted—me habla—desea algo más, y yo le contesto con un pues como de hombros. Y estoy solo, sí, tu lugar siempre está reservado, junto a mí: esa silla, donde me acuerdo de que no estás, está a mi lado como un objeto precioso esperando por algo que suceda. Si pudiera, como un escultura de Scrabble, hacer una silueta de palabras y de cartas... aún así, me temo que sólo estaría llena de palabras que nos gustaban y aunque tuviera tu forma, tu manera de agarrar la pluma, sólo serían como ese paysage de Bertrix, ¡ah! tanto que ha pasado y el pasado se acomoda en las palabras. Escribiendo hace un momento lo que no existe más: subterfugios. Una rápida impresión que se vela pronto y llueve más intenso, las nubes chocan como los amantes, y Paz dice: el mundo nace cuando dos se besan, repito a Octavio desde mis entrañas, y te nombro querida ausente, reflejo de mi tiempo solo, y sé que seguirá cayendo esta lluvia que se convierte en reja y sólo puedo verte así, a ti, de esta manera.

domingo, julio 01, 2007