lunes, febrero 25, 2008

De afuera

Camino sin pasar por el centro. Se borran los contornos en la memoria de los edificios de piedras blancas, de los tejados mohosos. Le doy la espalda. Descentrado. Enhiesto camino. Querida ciudad que se empolva; lavadita cuando la recuerdo. Transito entre las agujas sombras de árboles y postes desechados. El polvo pervierte el ambiente, los ramales se multiplican a los pies. Tantas rutas y, sin embargo, sólo podemos ir por aquella, la que nos acerca. Pongo cruces en la tierra—que dibujo con el zapato—para ubicarme en estás anchas avenidas, donde crujen los ruidos del abandono, y las paredes grises, menospreciadas por los vándalos, cantan un aria de penosa soledad mientras transcurre el día la tarde. Todo es silencio en la mañana, los perros hurgan las bolsas de basura que arrojaron anónimos convoyes en la noche; ruidos de metales se precipitan al suelo, despiertan a los dormidos pájaros; entreveo el color de las jacarandas: pequeño atisbo de ternura que confronta al perezoso entorno. 18:16 hrs.

Estático



"El arte es una broma"
Maribel EV

Poder ir a la oficina postal, cepillarte los dientes, asear a tu gato y después de hacer otras cosas, regresar y no haberse perdido ningún detalle de la vida; de cada momento.

domingo, febrero 17, 2008

Closet

Las cucharas ya no están en la sala. Ya no tengo el dolor de cabeza. Abro las ventanas. Crujen las losetas a mi paso. En la cocina pondré esta y otra lámpara. En las recámaras me cubriré con aquellas sábanas blancas. Las cajas se doblaran y llenaran de cartón los basureros. Mis gatos podrán revolcarse en el jardín. Parece que sólo a uno se le quedó el color buganvilla en los ojos. Mis voces las escribo, me pautan. Son las mismas. Los gestos iguales y las articulaciones lubricadas. La paciencia me habla. Terminan los días de sacrificar cosas; hay un nuevo comienzo y lo atestiguan el espesor de los muros que conforman esta casa.

jueves, febrero 07, 2008

Journey

Habíamos escrito sobre la mudanza. Habíamos dicho que las cosas habían dejado, a fuerza de estar mucho tiempo sin cambio de lugar, su contorno, dibujo preciso que unas manos y ojos sensibles podrían notar al ver el espacio vacío. Hay que tomar una foto del sitio con las cosas fijas—le dije a hmna—y otra cuando esté ya sin nada. Pero hmna no asintió. A la casa sólo le queda la piel, es un cuerpo sin corazón, sin entrañas. Y a nosotros no nos queda nada, sólo, quizá, las palabras donde podremos mencionarla, las pláticas… porque avanzando los días irá quedándose lejana como esos pueblitos azules que entre-vemos cuando vamos de viaje. Todavía hay objetos que se resisten a salir: los hoyitos de clavos adheridos a la materia pétrea, los continentes que apareció el café en la alfombra, la cinta diurex, que creímos invisible, y nos sirvió para pegar ocasionales estampas, recortes de periódicos, dejó sus límites en vidrios, paredes. El sonido de la buganvilla; sus hojas irán acumulándose en el pasadizo de la entrada, hasta que vengan otras manos con utensilios a removerlas, a descubrir los rastros que dejamos al dejar la casa. La abertura de la terraza, que allanó—como dice Lawrence—la partida.
Wolfgang Tillmans