lunes, febrero 25, 2008

De afuera

Camino sin pasar por el centro. Se borran los contornos en la memoria de los edificios de piedras blancas, de los tejados mohosos. Le doy la espalda. Descentrado. Enhiesto camino. Querida ciudad que se empolva; lavadita cuando la recuerdo. Transito entre las agujas sombras de árboles y postes desechados. El polvo pervierte el ambiente, los ramales se multiplican a los pies. Tantas rutas y, sin embargo, sólo podemos ir por aquella, la que nos acerca. Pongo cruces en la tierra—que dibujo con el zapato—para ubicarme en estás anchas avenidas, donde crujen los ruidos del abandono, y las paredes grises, menospreciadas por los vándalos, cantan un aria de penosa soledad mientras transcurre el día la tarde. Todo es silencio en la mañana, los perros hurgan las bolsas de basura que arrojaron anónimos convoyes en la noche; ruidos de metales se precipitan al suelo, despiertan a los dormidos pájaros; entreveo el color de las jacarandas: pequeño atisbo de ternura que confronta al perezoso entorno. 18:16 hrs.

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