miércoles, diciembre 12, 2007

Ruiditos

Irrumpen en pleno día, en medio de las actividades cotidianas. Con ellos el espacio adquiere otro nombre. Parecen adherirse a los lugares y buscan, impelidos, la integración con las cosas. Salgo al empleo y están por todos lados, a veces quisiera no escucharlos y me llevo las manos a los oídos, anulando, aunque sea por segundos, el sentido auditivo. Y yo me acuerdo de tu voz silenciosa que llena toda la escena, que veo en cámara lenta, de la calle: el tráfico de flores, la fila de señoritas y jovencitos con el uniforme bicolor, las nuevas versiones del periódico, las lucecitas navideñas más bien tristes de la mañana. Todavía resuenan, como ecos, los cohetes que lanzaron anónimos en la sombra. Anoche pensé que cuando el alba ocupara toda la atmósfera del pueblo ya no estarían aquí. Sin embargo, otra vez despertaron en mí. Empezaron llenando el balcón, expandiéndose en su superficie llana y lánguida, modificada a veces sólo por las flores color índigo que se desprenden de la buganvilia, parecida escena, a las de la nueva loza de mi madre. Irrumpieron bruscamente en este espacio que llamo casa; escabulléndose por la ventana, como vulgar ladrón, con su ruido luminoso, repleto de artefactos, de hierros trompicándose unos con otros, de silbatos: de los pitidos matutinos que se enredan en el nervio y agudizan la estancia.

1 comentario:

mabellev dijo...

releyéndolo al azar.

besito.