jueves, julio 31, 2008

Sobre-mate

The smell of moisture in books, on concrete, in trees, in my closet, in my hair.


Las mujeres sobran, la hierba mate no. Pero cómo decirlo para que sea claro. Tal vez por eso me gusta, porque no es claridad en la boca, como un beso arrebatado del que te acuerdas. La hierba posee el agua, la va haciendo exigua, parece explicación de que todo tiempo es pasado, fugaz; de que el instante lúdico del rito se completa a cada sorbo. Cuando empiezo a cebar, finos pedazos de hojas atraviesan la bombilla empachando de gusto la boca; la garganta que desde dentro anhela besos de ventrílocuo… debería callar. Pero la experiencia lo amerita. Me imagino solo—así una experiencia te sabe más—sólo en la Sierra que me impone, cargando la cruz de malta que mi amigo Yoztaltepetl, bien supo llegar acá. No hay nada, y los recuerdos lo embellecen todo. Pienso en las gradas informes y el sol quemando el cuello en Guanajuato, en el tapado ojo de la luna de San Luis: el recuerdo casi real, mítico. Proliferan sabores, el amargo de la despedida tensa, este sabor que liviana mi cuerpo, entonces parece que exudo formas de flores y de aves que vuelan allá donde ocurrieron los recuerdos. Saboreo, cebo, pues, solo, en este rincón gris donde acomodo la vida, por ahora.


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