miércoles, noviembre 12, 2008

Foco

Predomina el olor a mandarina en este entre llegar diciembre y terminarse noviembre. En el cielo, abunda el desconcierto, los límites no son claros. Machohua se divide, y la neblina de la noche apresura su desaparición. La ciudad se eleva, empieza a congelarse, los cimientos crujen y creemos que tiembla, pero no es así. Caemos. Nos aproximamos al silencioso y frío abismo del cielo, mientras caminamos por la calle de siempre. Los mismos árboles, los mismos muros, la siempre mano alta de Neo, saludando, guiando el cigarro lejos de su boca. Y de los gatos perdidos, ¿nadie se acuerda? Saltó antes a esta noche que se aproxima. Empiezo a sentir su olor a mandarina, y llega también la espesa violencia de su oscuridad a deformar las cosas. Pero me gusta. Los objetos salen de mis manos, ella los oculta, yo los palabreo. Agonizas. Extrañaré la oscuridad total del cuarto, de la casa de abuelos, de la calle donde caían las lluvias de junio que nos sabían a dulce. Cada día menos penumbra, cada vez más esta luz, estos objetos que se nombran para borrarte.

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