domingo, abril 12, 2009

Desaparecer del mundo

A Nicolás.

La extrañeza está frente a mí, todavía oigo tus pasos. La nostalgia me abraza, todavía oigo tu música. Todavía me acompañas. En qué soledad se nutren tus palabras, por dónde van. Será posible estirar los brazos y acercarnos, acercar el tiempo ido, inexorable. En el recuerdo viene tu fortaleza a estabilizarme. Me siento débil. Mi piel cambia. Los días pasan rápido, las nubes por momentos dejan de tener formas sorprendentes y cuando camino por las calles casi siempre se me olvida que las sombras queman, me canso de no ver y olvido que los árboles son mis amigos, esos son mis dolores, pero no me los trae el día sino que me los fabrico, en una maquinaria de sensaciones y miradas... Quiero volverme, de una vez por todas, viento o mejor suspiros de personas que no conozco, que nunca voy a conocer. Las flechas en el viaje apuntaban a las ciudades, palabras y nombres de mujeres que nunca visitaré. Esas son mis desdichas. Creo que estoy hecho de lágrimas y risas, de encantos y desesperos, de temores y acciones, cada día me siento como un mortal confuso. Día a día en la ciudad reconozco en la cara de los demás mis recuerdos, esperando poder encontrar la forma de decir cómo veo, ser violento a mi manera y despojarme de las ideas que me justifiquen todo. Esta ciudad siempre ha sido extraña y extraño a un amigo que me reciba y me haga sonreír. Sin embargo hay que recordar que el camino siempre conduce a uno mismo y que caminamos para desaparecernos. Hay que recordar que estar solos, como también la distancia, son caminos a la propia sabiduría.




Abril

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