jueves, febrero 24, 2011

Rápido

Rápido. Las voces. Debajo de la azul luz neón. Los árboles de las aceras no sienten dolor, son escasos caminantes horadando la tierra. Puntos de fuga diversos se extienden a algún confuso punto cardinal. Las calles se contraen y mi mirada cae en los letreros iluminando fachadas. Carteles ocultan capas de pintura: los muros de la ciudad son el contenido y continente de ella misma, su polvo invisible rueda y avanza como el neumático del bus. Rápido. Enfrente de mí la periferia azarosa se desborda y traza un límite, acotado por la caótica geometría de la geografía de los basureros, coronados por chabolas y luego el contraste de un gris desfigurado por las grietas de las bardas. Estas bardas de mi memoria que refuerzan la idea de que a la ciudad puedo llegar por donde quiera y al salir persistirán en mí una herida, un auto-escrutamiento. Las gasolineras próximas a la ventanilla son el único molusco que intenta devorar la noche, una noche de la que penden cetáceos como esa matrix móvil de Orozco. Siento que los instantes se repiten a cada latido y en distintas escalas como si fueran fractales: Monte Albán. Y mis pensamientos ceban la noche de belleza, y se van recordándote.

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