En la calle, decidiría que era mejor la carta de "la Sirena" a la de "la Estrella". No hubo voz destino del abuelo. Hubo sólo el impulso de sacar la mano del bolsillo, cogerla y guardarla en el envés de su saco. Ya allí, oculta, discreta, liviana como se miraría su talón en el recuerdo, respiraba.

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