jueves, febrero 23, 2006

Escrituras

Había la parábola de la calle. La señorita, que no estaba, caminaba veinte centímetros por encima del asfalto. Había pocos automóviles, y luces intermitentes la detenían. Sus ojos abiertos, cerrados, no podían descifrar de dónde venía el viento. Había un gato también, saliendo solo de una rendija de la fachada vieja, para después huir rápido, a ninguna parte. Y ella todo lo veía: el surtidor, el anuncio del zapatero, la espadaña, las gibas de las cortinas entre ventanas, mientras repetía su parpadeo. En momentos desaparecía, la ocultaba la negra sombra de los árboles que había. Se detenía allí, jugaba a desaparecerse, acurrucada por el sonido de las ramas. Después seguía el zapateo y había algunos: sentados en los escalones, saliendo de las panaderías, mirándola de puertas que se abrían, ignorándola aquellos que iban acompañados. La señorita miraba a los que iban de tres, y de sus ojos salían lágrimas de alegría, como lucecitas. De chispitas se llenaban las vías: había la noche.



señorita mirinda
Woman With Yellow Hair/pablOpicassO

No hay comentarios.: