viernes, marzo 30, 2007

Citadela

Espera



Atrás del sol rojo hay un perfil de ciudad, una barda recién pintada que oculta subjetividad. Hay un ángel que arde en el cielo, las plumas que caen son una lluvia negra. Hay un barandal de hierro, trasladado en viejos tiempos a este lugar. Está la banqueta sin nadie, muy limpia y sin ruido la calle. Si alguien cruzara, encontraría el edificio decimonónico iluminado de tarde-luz, con pasillos tenebrosos como costillas de carnero y sótanos que resguardan libros, carátulas de discos, vasijas de países remotos; sombras siempre sombras. Cuando estés por llegar a donde estoy te distraerá la presencia y olor del eucalipto, recogerás una hoja, una semilla para mí. La ocultarás dentro de la cajita de tu puño y me la darás diciendo “Bright Eyes”. 14: 04 hrs.

Estoy escuchando hablar a esta señorita. Juega tenis y viste de blanco porque su abuela fue enfermera y ella cree que ser su reencarnación, y el color resulta angelical, y es el que usan en su deporte. Usa dos pares de zapatos idénticos; tiene un prodigio: posee cuatro piernas, tres vaginas de colores y sabores distintos, es lo que le han dicho sus amantes. Es más luminosa que el sol de primavera y cuando se sonroja su tono de piel siempre es un color nunca visto. Cuando se enamora le gusta que rellenen con besos los poros de todo su cuerpo, y llenarse los ojos con agua de mar. Nunca va a desfiles ni asiste a la iglesia, mucho menos al circo: “es que me recuerda un gran amor”, me dice quejosa, y se calza la nostalgia en sus cuatro pies. Sonríe mucho y escribe cartas con letra chiquitita. Le gustan los caracoles y las casitas junto a la playa. Una vez viajó con el sr. Drawing, —es algo que recuerdo mucho—me dice—cuando me ves sola y silenciosa es que estoy pensando en él, con su suéter morado y sus ojeras. Se quita su diadema y le da mordisquitos a las puntas de su cabello. 14:35 hrs.

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