domingo, junio 06, 2010

Esta luna que mengua.

Cuando las voces apagan el sonido o su inversa detona otros sentidos y el calor te nutre de todo y el ocaso mengua el paso del tiempo y hay correrías por las calles y ansias de llegar a alguna parte y te sientes extraño e inmaduro como un bulto oscuro en la carretera como un cielo despejado como un café que te repiten y ya no escuchas Drexler y a González y sales a la calle riendo y recordando y entristecido levemente por dejar estas orillas que una mañana escribiste en la olivetti de tu prima que se quedo en el recuerdo que tienes de la casa que engendra toda esa memoria y a todos los viejos amigos que el paso de las horas y la compra de boletos en infinitas terminales te han llevado a emborronar y es así como luces y es así como no te arrepientes y das las manos con ternura a la novia al comerciante al artista al afligido al destino que forjas como esa piedra de Guerrero o de la cabeza de Cárdenas en tardes de viaje y veías a través de ventanillas sucias y verdes y ocres cielos de la infancia del ojo que va y llega testigo de esa tierra fecunda y grande que ensució las sonrisas de tus abuelos y los unió antiguamente y los separaron los deseos las alegrías las llamaradas de sus sueños en esas noches que el calor se metía en el tendido como un viejo animal como una bombilla y un solar amanecer te despertaba y los ojos se te vaciaban de ver tanta belleza y querías llorar y querías gritarle a alguien cercano a las piedras a los pájaros a las avenidas sin tráfico sin el panadero sin el vendedor de sandías de combas de mangos sin las almas que penaban en la noche en la pila en el pasillo que te aterraba y luego venían los juegos las comparsas las esperanzas de que eso se fuera y tú viajabas con aquello único en ese pensamiento.

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