miércoles, mayo 13, 2009

Dos días antes jugabamos a recrear el mundo...

En las noches escribía a lápiz y pintaba líneas zigzagueantes en las paredes blancas de mi cuarto, a veces Autocad, mis ojos se dañaban. Las estampas en los muros eran falsas ventanas. Entonces cerraba los ojos y te acompañaba a caminar. Tengo que recorrer tantas distancias para ir a encontrarte. Te pienso mucho. Tu nombre me refresca ahora, horas de autómata. Cierro los ojos y veo este muro blanco de antes, coloreado de un rojo intenso, nombres de calles y de las cosas se proyectan en todo momento. Qué alegría saber que no eres algo que me invento, que existes… y yo te daba regalos “tan perfectos en medio de la noche”, me llegas adentro, adentro en mí. Quisiera que sonara el teléfono y sentirte tan cerca, que tocaras la puerta como el viento que choca y choca. Sí, en esta noche nublada: tu voz sería una sonrisa en este día aciago. Que sonara, que sonara como si hubiésemos quedado de vernos en algún sitio, por Dios, que llegara una carta, para salir, luego a otro lado. El tiempo: “Que el tiempo no camine hacia atrás es su secreta rabia - Ingrimm -” (ib.; 205), es decir el Grimm del adentro, el In-grimm, la furia incorporada, cálculo rencoroso y titubeo sobrecogido por la… El tiempo que no le ha hecho daño a mi recuerdo de ti. Agradezco al mundo saber tu nombre y que me quieras, eso me ayuda a caminar sonriente.

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