lunes, mayo 23, 2011

Diferentes sonidos tiene la ausencia al caer.

Una casa es un objeto hueco. Una casa vacía desnuda recuerdos de sus habitantes. Una casa abandonada es el estío de la naturaleza. Una casa sin ti es la aparición de tu ausencia. Es entrar en su fantasmal abrazo, en su temor más profundo. Una casa conmigo aquí es que pasará o no, y el café y la sinfonía se acabarán y afuera la lluvia dejará de caer, la noche desaparecerá. Una casa que me está mostrando lo que sería un futuro sin ti. Una casa triste, también bella. Una casa a la que no me atrevo a traspasar más allá del rellano de la escalera, el espacio de estudio, el futón sin las arrugas en la sábana que dejas al sentarte. Eso es. Tu ausencia fué premeditada. Parece que limpiaste toda tu presencia. El polvo y el ser viento y tu aliento que eres de estos espacios desapareció. Está tu casa doblemente sin ti. Aunque miro tus cosas: tu monedero rojo, tus macetas perrier, tu canastita de postales rescatadas de un naufragio urbano, tus bolsas, tus libros acomodados en escalas cromáticas, tu computador, tu refrigerador repleto de oranginas. Tal vez las hormigas removieron tu pelo del piso, último vestigio de que estuviste aquí, acodada en esta mesa azul escribiendo. Como yo que te busco dentro de este órden que tiene tu ausencia. No están tus zapatos desacomodando el geométrico trazo de las baldosas, no están tus papeles dispersos, tus plumas stabilo regadas por allí, no está la cajita de tu sonrisa resonando, no estás. Parece que acomodaste todo para que no te encontrara, para no hallar tu ternura envuelta en el sillón, tu belleza, tu porte alto, tu cuello fino disperso en algún punto de esta casa. No estás, parece que me escribes con esta disposición desde donde estás. Tu casa es un pequeño mundo hollado sin ti. Revolverme en la página, dejar que todo vaya pasando a su lugar, dejar que el tránsito sea menos pesado. Al menos me hubieras dejado el ladrido de los perros en la calle, el aullido de las máquinas, nada. Sólo un estruendo inmenso en el cielo. Sólo esta sinfonía que languidece. Sólo este café a medio vaso. Sólo estos ruidos mediócres de la lluvia: sin fuerza, sin ti también. Sólo esta casa que me recibe con un muestrario de tu sin presencia, de no hallar rastros tuyos, de agrandar ausencias. Aún así te espero, preciso, encorvado en esta mesa azul.

Sin ausencia

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