miércoles, junio 22, 2005

Cinema

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas
con su limosna de alivio a mi tormento
todo es mentira, mentira ese lamento
hoy está solo mi corazón.
GardelLepera, Sus ojos se cerraron


Me gusta su voz. Su gracia tiene que ver con cierta aspereza suave. Su tono juguetón y distendido. Me gusta cuando aparece y creo que no aparecerá en las mañanas, y entonces me adelanto, me levanto más temprano para pensar que así pueda aparecer. Sus frases entrecortadas y su saludo dejando ver la palma bien abierta avisándome que es ella y no ella—la de allá: encima de su hombro—. Y dice su nombre para que en verdad la reconozca y deja claro que es a mí a quien le habla, con su abrazo. Con su reloj, aclara la hora,
—a las 6 con 30...
la cita empieza... Me gusta también cómo le cae el pelo sobre la cara o cuando me cuenta que no quiere que se note que pasó por la peluquería. A ella también le gusta su cabello. Me gusta cuando frunce la nariz—¿es idea mía o frunce la nariz cuando está en desacuerdo con algo?—; también cuando sonríe. Hoy me hizo sonreír, primero eligió “Madagascar”, film animado por tres pingüinos
—“callados y felices... callados y felices...” (algo así decían, algo así ella decía después por tantísimas calles que me fue enseñando...).Segundo, sus largos pasos, porque tiene las piernas muy largas. Y hay terceros y cuartos, por ejemplo cuando sugirió quién debería pagar el café, quién las entradas de cine. Me entusiasma pensar en las pequeñas obsesiones que intuyo en su vida, la disciplina que imagino en el discurrir de sus horas.

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