sábado, junio 18, 2005

Tarde

Las líneas del perfil se pierden entre nubes que bajan, desaparecen los bordes, eso que le llaman el finisterre. Las antenas de radio, las torrecitas descarnadas, las levísimas puntas y marañas de cables que se acercan, precisan de la vista breve. Todo desvaneciéndose porque-también-cae la noche en un sueño todavía oloroso, todavía apenas. "Cuando las nubes descienden tanto a los cerros, es porqué están haciendo el amor la Tierra y el Cielo", decía el abuelo del gringo, mi amigo, mi más bello y mejor amigo: su cara era una fiesta: alto, plateado como una escama de mújol... Y se siente el frío éste, de estar allí, en el vacío húmedo solitario que me aleja de eso allá, para ver. Para que se haga la vista y a la superficie salgan los nombres y recuerdos, nostalgias; melancolías de cuando niño en el pueblecito se miraba así, -allá llovizna -dicen fantasmas en mis voces dentro, rostros irreconocibles, timbres que reverberan en las anfractuosidades de la montaña que se mira; acá en la equis del corazón. Y uno miraba acercarse la lluvia, con temor incierto, sin angustia, con la emoción con que te espero a solas, para refugiarnos en una de las tantas casas inventadas en sueños y en palabras.

"Desvaneciéndose"

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